Al filo de la noche
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Cine negro. Thriller. Intriga
Basada en una obra escrita para la radio por Lucille Fletcher. El teléfono es el único medio que une a Leona Stevenson (Barbara Stanwyck) con el mundo exterior. Leona, directora de una fábrica de productos químicos, es hipocondríaca y está postrada en la cama a causa de una dolencia psicosomática. Su marido Henry (Burt Lancaster) es un hombre de origen modesto, pero muy ambicioso, que se casó con ella para mejorar su posición en la ... [+]
15 de junio de 2013
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mujer inválida pide una comunicación telefónica con la operadora. Oye por el auricular, una conversación, sin embargo, entre dos malvivientes que refieren ciertos detalles inespecíficos de una mujer que será ultimada en determinado horario. Desesperada, llama a la policía pero su denuncia con pocos datos no es tenida en cuenta. Ella es la hija de un selfmademan americano, dueño de un emporio farmacéutico, y consiguientemente rica. Conoce incidentalmente a un individuo de baja extracción social, de novio con una amiga, y decide arrebatárselo y convertirlo en gerente de las empresas paternas. Sin embargo, abrirá así las puertas de una aventura impensada...Con una cálida ambientación progresa el film que tiene una dosis importante de intriga, que concita el interés, aunque puede parecer por momentos enrrevesada, pero con un giro clarificador hacia el final que la hace bien recomendable, a lo que se adiciona el aporte de correctas y buenas actuaciones.
5 de agosto de 2015
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra maestra del cine negro, mezcla de suspense y melodrama psicológico, a cargo del nunca suficientemente ponderado maestro Litvak, que pone en escena un enrevesado guión basado en un relato radiofónico de Lucille Fletcher sobre una mujer egoísta y absorbente, amén de inválida, que se casa con un pobre pero ambicioso joven que sufre los manejos de su mujer y su padre. Uno de los aspectos más destacados del film es la estructura narrativa donde la peripecia se nos narra en tiempo real a través de las conversaciones telefónicas de la protagonista y mediante una serie de habilidosos flashbacks contados por diferentes personajes: la criada, la antigua novia de Henry, el doctor, el químico. Con ellos y su relato conocemos, al tiempo que la protagonista, los hechos pero también se nos van desvelando aspectos de ella misma que no coinciden con el retrato inicial de mujer desvalida. Con la fotografía destacada del gran Sol Polito –las escenas en la playa de Staten Island parecen estar sacadas de un sueño o una película de terror- y una puesta en escena magnífica -luces y sombras, movimientos de cámara en el interior y exterior suntuosos y expresivos, con un gran valor dramático- el resultado final es una “pièce de résistance” con un cierre memorable y antológico. Aunque alguien dijo que su papel era “demasiado enérgico para hacer de enferma” Barbara Stanwyck está enorme a lo que poco puede objetar un Burt Lancaster que todavía no había mudado la pluma. William Conrad –el detective "Cannon" de los 70- inmortalizado para la eternidad en la mítica secuencia inicial de “The Killers” (1946) de Robert Siodmak insiste en su papel de malvado. Grande Litvak.
17 de agosto de 2010
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando un guión es sólido, pasan estas cosas, todo casa como en un reloj. Son interminables las buenas películas que Anatole Litvak ha dirigido pero, probablemente, ésta sea una de las mejores. En esta producción nos encontramos todos los elementos necesarios para una gran película de cine negro.
Algo frecuente en este tipo de género y que ha sido un elemento en los intentos modernos para imitarlas (por ejemplo en Match Point, Woody Allen 2005) es la diferencia social entre víctimas y verdugos. Estados Unidos ha sido, secularmente, un país donde esas diferencias se trangreden con facilidad, sin embargo ha habido por parte de ciertos sectores de esa sociedad, la necesidad por apartarse del común de los mortales. Barbara Stanwyck realiza un excepcional trabajo en la acomodada y singular hija de un magnate farmacéutico que recibe un castigo que el guión nos hace pensar si merecido o no.
La narración es singularmente acertada, existe una claustrofobia asfixiante en el modo en el que la protagonista va tirando del hilo de la madeja desde su propia habitación.
Los flash back son magistralmente usados para descargar la tensión y poner el contrapunto necesario que, además, maneja los ritmos con acierto.
Existe otro factor que no se puede pasar por alto y que es algo común en los guiones de esa época y son las referencias psicoanalíticas debido al impresionante éxito de las teorías de Freud por aquellas alturas.
El verdadero protagonista de la tensión es el teléfono, usado por todos los protagonistas de la película se convierte en el motor y en el nexo de unión de todos los personajes, los equívocos al teléfono, la despersonalización de las relaciones sociales con la entrada de mecanismos que sustituyen el cara a cara es una nota importante en el film. Las conversaciones que mantiene la protagonista a través del aparato dan cuenta de esa angustia por no poder tener toda la información ya que el aparato aleja más que acerca.
Las relaciones entre hija, padre y yerno recuerdan a los westerns en los que el terrateniente de cabezas de ganado peleaba porque su fortuna no cayera en manos de indeseables.
Otro atractivo de este gran guión es el juego de cazador cazado que establece unas curiosas tensiones entre el espectador y la narración, no existen maniqueísmos fáciles y los personajes son lo suficientemente vivos como para tener variados, humanos y creíbles registros. Para mí éste es el mayor acierto de Fletcher porque consigue humanizar sus personajes hasta límites inalcanzables para los guiones actuales.
Algo frecuente en este tipo de género y que ha sido un elemento en los intentos modernos para imitarlas (por ejemplo en Match Point, Woody Allen 2005) es la diferencia social entre víctimas y verdugos. Estados Unidos ha sido, secularmente, un país donde esas diferencias se trangreden con facilidad, sin embargo ha habido por parte de ciertos sectores de esa sociedad, la necesidad por apartarse del común de los mortales. Barbara Stanwyck realiza un excepcional trabajo en la acomodada y singular hija de un magnate farmacéutico que recibe un castigo que el guión nos hace pensar si merecido o no.
La narración es singularmente acertada, existe una claustrofobia asfixiante en el modo en el que la protagonista va tirando del hilo de la madeja desde su propia habitación.
Los flash back son magistralmente usados para descargar la tensión y poner el contrapunto necesario que, además, maneja los ritmos con acierto.
Existe otro factor que no se puede pasar por alto y que es algo común en los guiones de esa época y son las referencias psicoanalíticas debido al impresionante éxito de las teorías de Freud por aquellas alturas.
El verdadero protagonista de la tensión es el teléfono, usado por todos los protagonistas de la película se convierte en el motor y en el nexo de unión de todos los personajes, los equívocos al teléfono, la despersonalización de las relaciones sociales con la entrada de mecanismos que sustituyen el cara a cara es una nota importante en el film. Las conversaciones que mantiene la protagonista a través del aparato dan cuenta de esa angustia por no poder tener toda la información ya que el aparato aleja más que acerca.
Las relaciones entre hija, padre y yerno recuerdan a los westerns en los que el terrateniente de cabezas de ganado peleaba porque su fortuna no cayera en manos de indeseables.
Otro atractivo de este gran guión es el juego de cazador cazado que establece unas curiosas tensiones entre el espectador y la narración, no existen maniqueísmos fáciles y los personajes son lo suficientemente vivos como para tener variados, humanos y creíbles registros. Para mí éste es el mayor acierto de Fletcher porque consigue humanizar sus personajes hasta límites inalcanzables para los guiones actuales.
5 de octubre de 2021
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra maestra que mantiene en vilo al espectador, una joya magníficamente escrita, uno de los mejores films de intriga jamás realizados. Una película que se desarrolla en tiempo real, con toda la acción girando en torno a un teléfono y sin que la protagonista salga jamás de su dormitorio.
Leona Stevenson intenta comunicarse con su marido cuando, debido a un error en la línea, escucha una conversación acerca de un crimen planeado para esa misma noche, a las once y cuarto. Leona es una mujer rica, de espíritu antojadizo, hija del propietario de una gran compañía farmacéutica, y sufre graves problemas de salud que la mantienen postrada en la cama. Ahora se encuentra completamente sola en su domicilio, una situación que le produce cierta inquietud.
La cámara se pasea por los lugares a los que telefonea intentando alertar de lo que ha oído, deteniéndose en cuadros, fotografías, objetos reveladores, suministrando la información que necesitamos. Asimismo, las personas a las que llama van recordando hechos, detalles, nos ayudan a reconstruir su historia, a comprender, a intuir.
El guion de Lucille Fletcher resulta asombroso por la forma en que gestiona el misterio, cómo administra el suspense. Hay, dentro de la narración, varios flashbacks dentro de un flashback, cosa extraordinaria que funciona sin causar extrañeza. Todos los diálogos persiguen un propósito: despertar una emoción, facilitar una pista importante, inducirnos a completar el puzle. Todos los personajes que aparecen, del primero al último, están bien perfilados; aun cuando sólo salgan unos segundos en pantalla, dejan huella. La película incluso se permite un brochazo de humor negro durante una conversación memorable.
La dirección, a cargo de Anatole Litvak, es sumamente efectiva en su manera de introducir datos, cimentar una atmósfera funesta, agobiante, crear una tensión in crescendo. La escena en Staten Island rezuma un aire enrarecido, aliento onírico. Se observa un interesante juego de luces y sombras. Cuando el reloj marca las once sentimos que abandonamos por primera vez la habitación de Leona: la amenaza se hace palpable, cobra fuerza.
Las interpretaciones rayan a gran altura. Barbara Stanwyck encarna a una señora egoísta y caprichosa, en el fondo bastante insegura, consumida por el dinero, quien caerá presa del nerviosismo. Burt Lancaster se muestra convincente, ambiguo de manera sutil, haciendo de un sujeto orgulloso y acomplejado.
Leona Stevenson intenta comunicarse con su marido cuando, debido a un error en la línea, escucha una conversación acerca de un crimen planeado para esa misma noche, a las once y cuarto. Leona es una mujer rica, de espíritu antojadizo, hija del propietario de una gran compañía farmacéutica, y sufre graves problemas de salud que la mantienen postrada en la cama. Ahora se encuentra completamente sola en su domicilio, una situación que le produce cierta inquietud.
La cámara se pasea por los lugares a los que telefonea intentando alertar de lo que ha oído, deteniéndose en cuadros, fotografías, objetos reveladores, suministrando la información que necesitamos. Asimismo, las personas a las que llama van recordando hechos, detalles, nos ayudan a reconstruir su historia, a comprender, a intuir.
El guion de Lucille Fletcher resulta asombroso por la forma en que gestiona el misterio, cómo administra el suspense. Hay, dentro de la narración, varios flashbacks dentro de un flashback, cosa extraordinaria que funciona sin causar extrañeza. Todos los diálogos persiguen un propósito: despertar una emoción, facilitar una pista importante, inducirnos a completar el puzle. Todos los personajes que aparecen, del primero al último, están bien perfilados; aun cuando sólo salgan unos segundos en pantalla, dejan huella. La película incluso se permite un brochazo de humor negro durante una conversación memorable.
La dirección, a cargo de Anatole Litvak, es sumamente efectiva en su manera de introducir datos, cimentar una atmósfera funesta, agobiante, crear una tensión in crescendo. La escena en Staten Island rezuma un aire enrarecido, aliento onírico. Se observa un interesante juego de luces y sombras. Cuando el reloj marca las once sentimos que abandonamos por primera vez la habitación de Leona: la amenaza se hace palpable, cobra fuerza.
Las interpretaciones rayan a gran altura. Barbara Stanwyck encarna a una señora egoísta y caprichosa, en el fondo bastante insegura, consumida por el dinero, quien caerá presa del nerviosismo. Burt Lancaster se muestra convincente, ambiguo de manera sutil, haciendo de un sujeto orgulloso y acomplejado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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16 de julio de 2013
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas que más me han gustado de las que he visto últimamente, con un ritmo constante y una intriga e intensidad que va in crescendo conforme se va desarrollando la trama. Las interpretaciones de sus protagonistas son muy buenas, especialmente Barbara Stanwyck que está genial, y el final es inolvidable. Sin duda una película imprescindible para los amantes del género negro.
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