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Críticas ordenadas por utilidad
12 de marzo de 2018
90 de 131 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo era bastante escéptico respecto al último trabajo de Alex Garland, y el hecho de que acabase siendo estrenado directamente en Netflix no hizo nada más que aumentar aún más mi escepticismo. Pero ahora, una vez visionado, solamente puedo desdecirme y asegurar que "Aniquilación" me ha sorprendido muy gratamente, es el primer derechazo en la mandíbula que me llevo en este 2018.
Para mí la mayor virtud del film, y a la postre el elemento que ha hecho que la cinta me seduzca, es la estupenda mezcla de géneros que acontece en "Aniquilación". El realizador ingles fusiona y equilibra, con precisión de relojero, varios géneros para que incluso el más ateo termine siendo devoto de esta religión. La película parte de una premisa sci-fi con un claro fondo de drama. La bióloga y profesora Lena, consumida por el dolor y la pena fruto de la extraña desaparición de su marido militar en una zona X invadida por una misteriosa y poderosa fuerza venida de otro planeta, decide unirse a una expedición que pretende desentrañar los misterios de dicho lugar. En estas presentaciones Alex Garland va sembrando enigmas casi sin que te enteres con la intención de engancharte desde el minuto uno, cosa que con un receloso consigue sin problemas, así que imagínense con ese espectador que venia totalmente entregado a la causa. Y a partir del segundo acto Garland consigue que esos enigmas te atrapen definitivamente haciendo que la sci-fi dramática que era "Aniquilación" penetre en la más pura esencia del cine de supervivencia con leves dosis de terror y gore, todo ello sin dejar en ningún momento de plantar misterios. Yo, llegado a este punto, ya estaba absolutamente sumiso; "Aniquilación" me había maniatado en sus garras y yo me había rendido con placer.
Y es en esas cuando llegamos a un tercer acto que merece tesis doctoral. Alex Garland te agarra por el cuello, te secuestra y te vuelve loco, literalmente. Yo, de hecho, aún sigo pensando en lo que he visto, cosa que, lejos de acercarme a la solución del enigma, creo que me aleja aún más de ella. Visualmente el clímax final de "Aniquilación" es un lujo que derrocha personalidad y carisma. La peli en general no está hecha para verse en la pantalla de una tablet o de un móvil, y los últimos veinte minutos de metraje mucho menos, pero por desgracia no podremos verlo de otra forma. Y metafóricamente la cinta es un portento, tiene tantas y tantas capas que da para un intenso debate a su finalización, cosa que es muy de agradecer en los tiempos que corren de cine fácil.
Los casi ciento veinte minutos de "Aniquilación" se me han pasado volando, y es que en verdad la cinta de tono y de ritmo va estupendamente. ¡Será posible que me apetece volver a verla!, cosa bastante loable teniendo en cuenta que, de buenas a primeras, no me ponía mucho como película. En definitiva, Alex Garland entrega un trabajo: vistoso, complejo y efectivo.
Para mí la mayor virtud del film, y a la postre el elemento que ha hecho que la cinta me seduzca, es la estupenda mezcla de géneros que acontece en "Aniquilación". El realizador ingles fusiona y equilibra, con precisión de relojero, varios géneros para que incluso el más ateo termine siendo devoto de esta religión. La película parte de una premisa sci-fi con un claro fondo de drama. La bióloga y profesora Lena, consumida por el dolor y la pena fruto de la extraña desaparición de su marido militar en una zona X invadida por una misteriosa y poderosa fuerza venida de otro planeta, decide unirse a una expedición que pretende desentrañar los misterios de dicho lugar. En estas presentaciones Alex Garland va sembrando enigmas casi sin que te enteres con la intención de engancharte desde el minuto uno, cosa que con un receloso consigue sin problemas, así que imagínense con ese espectador que venia totalmente entregado a la causa. Y a partir del segundo acto Garland consigue que esos enigmas te atrapen definitivamente haciendo que la sci-fi dramática que era "Aniquilación" penetre en la más pura esencia del cine de supervivencia con leves dosis de terror y gore, todo ello sin dejar en ningún momento de plantar misterios. Yo, llegado a este punto, ya estaba absolutamente sumiso; "Aniquilación" me había maniatado en sus garras y yo me había rendido con placer.
Y es en esas cuando llegamos a un tercer acto que merece tesis doctoral. Alex Garland te agarra por el cuello, te secuestra y te vuelve loco, literalmente. Yo, de hecho, aún sigo pensando en lo que he visto, cosa que, lejos de acercarme a la solución del enigma, creo que me aleja aún más de ella. Visualmente el clímax final de "Aniquilación" es un lujo que derrocha personalidad y carisma. La peli en general no está hecha para verse en la pantalla de una tablet o de un móvil, y los últimos veinte minutos de metraje mucho menos, pero por desgracia no podremos verlo de otra forma. Y metafóricamente la cinta es un portento, tiene tantas y tantas capas que da para un intenso debate a su finalización, cosa que es muy de agradecer en los tiempos que corren de cine fácil.
Los casi ciento veinte minutos de "Aniquilación" se me han pasado volando, y es que en verdad la cinta de tono y de ritmo va estupendamente. ¡Será posible que me apetece volver a verla!, cosa bastante loable teniendo en cuenta que, de buenas a primeras, no me ponía mucho como película. En definitiva, Alex Garland entrega un trabajo: vistoso, complejo y efectivo.
4 de noviembre de 2015
45 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace tres años descubrí a Cesc Gay con la película "Una pistola en cada mano", film compuesto por varias historias, con lo agrio de las relaciones de pareja como hilo conductor. Aquella película me encantó, y me abrió los ojos a un realizador al que desde ese momento tendría que tener muy en cuenta. Ahora estrena nueva película, y lo único que puedo decir es que se ha superado, "Truman" es un caramelo.
Muchas cosas se dirán sobre la cinta, y tampoco quiero resultar repetitivo. La historia es genial, Javier Cámara y Ricardo Darín están sublimes, la trama halla el perfecto equilibrio entre el drama y la comedia, cuando hay que reír se ríe y cuando hay que llorar se llora. El espectador que no disfrute con "Truman" es que es de piedra.
Obviando lo obvio, quiero destacar algo que me ha dejado impactado del film. Para mí, en lo que realmente destaca "Truman", es en los silencios. Es de esos trabajos que dicen más con una mirada que con veinte conversaciones. La escena en la que se encuentran por primera vez los dos protagonistas en la puerta de casa del personaje de Darín, es brutal; medio minuto sin palabras que es toda una declaración de intenciones. Esa humanidad que desprenden este tipo de momentos, es los que eleva la película a otra categoría, la del cine con sentimiento. Hablo con sinceridad cuando digo que el último trabajo de Cesc Gay llegara muy lejos en la temporada de premios que se avecina.
"Truman" es una excelente película que demuestra que se puede transformar lo amargo de la vida en dulce, solo hace falta afrontarlo sin miedo.
Muchas cosas se dirán sobre la cinta, y tampoco quiero resultar repetitivo. La historia es genial, Javier Cámara y Ricardo Darín están sublimes, la trama halla el perfecto equilibrio entre el drama y la comedia, cuando hay que reír se ríe y cuando hay que llorar se llora. El espectador que no disfrute con "Truman" es que es de piedra.
Obviando lo obvio, quiero destacar algo que me ha dejado impactado del film. Para mí, en lo que realmente destaca "Truman", es en los silencios. Es de esos trabajos que dicen más con una mirada que con veinte conversaciones. La escena en la que se encuentran por primera vez los dos protagonistas en la puerta de casa del personaje de Darín, es brutal; medio minuto sin palabras que es toda una declaración de intenciones. Esa humanidad que desprenden este tipo de momentos, es los que eleva la película a otra categoría, la del cine con sentimiento. Hablo con sinceridad cuando digo que el último trabajo de Cesc Gay llegara muy lejos en la temporada de premios que se avecina.
"Truman" es una excelente película que demuestra que se puede transformar lo amargo de la vida en dulce, solo hace falta afrontarlo sin miedo.
8 de marzo de 2018
67 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras prácticamente toda una carrera dedicada a un mismo personaje, lo cual incluye cinco películas, Santiago Segura se despoja de José Luis Torrente para entregarnos su primer largometraje dejando aparcado al carismático ex policía madrileño, algo que, quien más quien menos, todos estábamos esperando como agua de mayo. Cada cual tendrá sus motivos, el mio particular era demostrar que detrás de Segura hay mucho más talento del que aparenta, aunque el motivo general de la mayoría era dejar claro que sabe hacer más cosas. Al final "Sin rodeos" servirá más para apoyar lo segundo que lo primero, pero lo relevante es que el realizador ha dado el paso para ofrecer cosas nuevas, y creo que es el camino que le llevará a demostrar el talento que atesora.
Santiago Segura siempre ha sido defensor a ultranza del cine latinoamericano, reivindicándolo y defendiéndolo en todo momento, y el último gesto de ese amor es convertir su nuevo trabajo, "Sin rodeos", en un remake de la cinta chilena "Sin filtro" (Nicolás López, 2016). La cinta sigue a Paz, una treintañera que en apariencia tiene una vida idílica, pero a medida que vamos ahondando en su vida y en la relación que mantiene con quienes le rodean, presenciamos atónitos como todo es apariencia, en realidad nada funciona y la única solución será poner a cada uno en su lugar. Argumentalmente "Sin rodeos" es bastante sencilla, aunque en realidad el dilema que atormenta a nuestra protagonista es algo que a todos nos ha sucedido alguna vez, así que empatizar con ella será lo más fácil del mundo, cosa que hará que la cinta nos gane sin demasiados problemas. Narrativamente "Sin rodeos" tiene más sombras, la película es una autentica montaña rusa. El film posee un ascenso muy torpe, culpa de un primer acto con presentaciones farragosas y lentas culpa de la abundancia de secundarios, un preámbulo que puede desesperar un poco. Pero una vez que se culmina la subida, "Sin rodeos" prácticamente se ahorra el segundo acto para desembocar en un descenso: divertido, desasosegante, con relativa mala baba y muy disfrutable. El guion tiene golpes verdaderamente buenos, y más dañinos de lo que realmente puedan aparentar, un texto que analiza bastante fidedignamente la sociedad que por desgracia nos rodea. Todo ello aderezado con un mensaje final absolutamente satisfactorio detonante de que "Sin rodeos" se cierre en un punto bastante alto.
A pesar de que en "Sin rodeos" Santiago Segura se ha suavizado bastante respecto de sus anteriores trabajos, sigue manteniendo cierto puntito canalla, aunque no negaré que para mi gusto, si la cinta hubiese tornado más en dramedia negra, me habría ganado definitivamente. El momento Candela Peña es magistral, y sobra decir que alrededor del personaje de Enrique San Francisco podría haber habido incluso un cameo del mismísimo Torrente. En su filmografía Segura siempre ha tenido facilidad para dibujar secundarios que se recuerden, y en "Sin rodeos" lo vuelve a lograr. Y decir que Maribel Verdú está absolutamente genial, te enamoras de ella.
En resumidas cuentas, "Sin rodeos" es una comedia sana y muy placentera. Seguramente se ve tan fácil y bien como se olvida, pero tampoco está mal olvidarla pronto ya que creo que es de esas películas que, en el segundo visionado, se disfrutan aún más que en el primero.
Santiago Segura siempre ha sido defensor a ultranza del cine latinoamericano, reivindicándolo y defendiéndolo en todo momento, y el último gesto de ese amor es convertir su nuevo trabajo, "Sin rodeos", en un remake de la cinta chilena "Sin filtro" (Nicolás López, 2016). La cinta sigue a Paz, una treintañera que en apariencia tiene una vida idílica, pero a medida que vamos ahondando en su vida y en la relación que mantiene con quienes le rodean, presenciamos atónitos como todo es apariencia, en realidad nada funciona y la única solución será poner a cada uno en su lugar. Argumentalmente "Sin rodeos" es bastante sencilla, aunque en realidad el dilema que atormenta a nuestra protagonista es algo que a todos nos ha sucedido alguna vez, así que empatizar con ella será lo más fácil del mundo, cosa que hará que la cinta nos gane sin demasiados problemas. Narrativamente "Sin rodeos" tiene más sombras, la película es una autentica montaña rusa. El film posee un ascenso muy torpe, culpa de un primer acto con presentaciones farragosas y lentas culpa de la abundancia de secundarios, un preámbulo que puede desesperar un poco. Pero una vez que se culmina la subida, "Sin rodeos" prácticamente se ahorra el segundo acto para desembocar en un descenso: divertido, desasosegante, con relativa mala baba y muy disfrutable. El guion tiene golpes verdaderamente buenos, y más dañinos de lo que realmente puedan aparentar, un texto que analiza bastante fidedignamente la sociedad que por desgracia nos rodea. Todo ello aderezado con un mensaje final absolutamente satisfactorio detonante de que "Sin rodeos" se cierre en un punto bastante alto.
A pesar de que en "Sin rodeos" Santiago Segura se ha suavizado bastante respecto de sus anteriores trabajos, sigue manteniendo cierto puntito canalla, aunque no negaré que para mi gusto, si la cinta hubiese tornado más en dramedia negra, me habría ganado definitivamente. El momento Candela Peña es magistral, y sobra decir que alrededor del personaje de Enrique San Francisco podría haber habido incluso un cameo del mismísimo Torrente. En su filmografía Segura siempre ha tenido facilidad para dibujar secundarios que se recuerden, y en "Sin rodeos" lo vuelve a lograr. Y decir que Maribel Verdú está absolutamente genial, te enamoras de ella.
En resumidas cuentas, "Sin rodeos" es una comedia sana y muy placentera. Seguramente se ve tan fácil y bien como se olvida, pero tampoco está mal olvidarla pronto ya que creo que es de esas películas que, en el segundo visionado, se disfrutan aún más que en el primero.
9 de abril de 2021
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con el debido reposo he comprobado que "Nomadland", además de hacer más buena aún a "The rider" (2017), vale como idónea representante de un convulso 2020 que, cinematográficamente hablando, ha estado lleno de películas correctas pero que, dentro de unos meses, ni recordaremos haber visto. Y ahí puedo meter, por ejemplo: la "Minari (Historia de mi familia)" de Lee Isaac Chung, la "Fragmentos de una mujer" de Kornél Mundruczó, esa "Una noche en Miami…" de Regina King o "La madre del blues" de George C. Wolfe. Y eso que estas dos últimas las defiendo bastante; pero es que, aunque me duela reconocerlo, forman parte del mismo saco. A día de hoy "El padre" de Florian Zeller es la única que está algún escalón por encima
En "Nomadland" Chloé Zhao recupera esa especie de documental ficcionado que tan buenos resultados le diera en su anterior film, solo que aquí elimina un componente de la fórmula. Se traiciona a sí misma, seguramente como peaje necesario para alcanzar cotas más altas. Dos actores profesionales, Frances McDormand y David Strathairn, entran en liza como elefante en cacharrería, poniendo patas arriba la personal ecuación del éxito de Zhao.
En "Nomadland" también me ha pasado que la poesía y el lirismo de la realizadora me han empapado menos, y si lo han hecho ha sido en frío. Pero vamos, que tampoco quiero hacer sangre, no creo que el producto lo merezca. Simplemente es que, después de arrasar en Venecia, Toronto o los Globos de Oro, pues esperas un petardazo. Y "Nomadland" no me lo ha parecido. Cinta correcta tirando a buena que dentro de unos meses habré olvidado.
En "Nomadland" Chloé Zhao recupera esa especie de documental ficcionado que tan buenos resultados le diera en su anterior film, solo que aquí elimina un componente de la fórmula. Se traiciona a sí misma, seguramente como peaje necesario para alcanzar cotas más altas. Dos actores profesionales, Frances McDormand y David Strathairn, entran en liza como elefante en cacharrería, poniendo patas arriba la personal ecuación del éxito de Zhao.
En "Nomadland" también me ha pasado que la poesía y el lirismo de la realizadora me han empapado menos, y si lo han hecho ha sido en frío. Pero vamos, que tampoco quiero hacer sangre, no creo que el producto lo merezca. Simplemente es que, después de arrasar en Venecia, Toronto o los Globos de Oro, pues esperas un petardazo. Y "Nomadland" no me lo ha parecido. Cinta correcta tirando a buena que dentro de unos meses habré olvidado.
31 de enero de 2022
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Guillermo del Toro. Amigo. Si "El callejón de las almas perdidas" es lo mejor que te puedes permitir con la carta blanca total que otorga para un outsider como tu ganar un Oscar, casi mejor no haberlo ganado. Y que conste que esto lo digo desde la admiración y el respeto que te tengo, pero es que tu último trabajo me ha decepcionado bastante. Lo digo ya y así me quito ese elefante de en medio: de las que menos me gustan de una filmografía en la que hasta "Mimic" (1997) me flipa.
Queda patente que esta temporada se llevan esas películas que, pasada la hora y media de metraje sigues sin saber de qué narices van. Lógico luego esas duraciones hiperbólicas y desmesuradas que se llevan hoy. Así cualquiera. Hace nada me quejé de lo anterior al hilo de "El poder del perro" (Jane Campion, 2021), otra cinta a la que le cuesta horrores llegar al quid de la cuestión. En aquel caso la Campion supo torear muy bien ese miura transformándolo en virtud, pero aquí Guillermo del Toro es arrollado sin compasión por él, haciéndolo defecto. Cuando al fin logras adivinar lo que quiere contarte realmente el realizador mexicano en "El callejón de las almas perdidas", no solo ya ha transcurrido más de media película sino que tu mente crea unas posibles veredas por las que podría transcurrir la historia, y esta sigue precisamente esas sendas. Y para eso, mejor no venir.
"El callejón de las almas perdidas" sigue un poco la senda del drama épico que sigue a un personaje a lo largo de varias etapas de su vida, un poco a lo David Fincher o Martin Scorsese. Al margen de que haya dos o tres películas muy diferenciadas dentro de ella, tenemos el inconveniente de que, si a la cinta que hoy nos ocupa la desnudas de su verdadera razón de ser, le queda entre poco y nada. Sin que por ello su razón de ser sea gran cosa. Desnuda nos queda el aspecto visual, su reparto —peligrosamente acumulado en una parte del metraje— y ya.
Fruto de la decepción también he llegado a pensar que hay cosas que quedan mejor en un libro, y puesto que "El callejón de las almas perdidas" adapta una novela de William Lindsay Gresham la idea me ha rondado la cabeza como posible excusa ante mi malestar. Pero al final me doy cuenta que son fútiles argucias para intentar encubrir a un cineasta que venero demasiado y que aquí ha errado. No es esta una mala película, pero dista mucho, no ya de ser buena, sino del nivel que demuestra siempre del Toro.
Queda patente que esta temporada se llevan esas películas que, pasada la hora y media de metraje sigues sin saber de qué narices van. Lógico luego esas duraciones hiperbólicas y desmesuradas que se llevan hoy. Así cualquiera. Hace nada me quejé de lo anterior al hilo de "El poder del perro" (Jane Campion, 2021), otra cinta a la que le cuesta horrores llegar al quid de la cuestión. En aquel caso la Campion supo torear muy bien ese miura transformándolo en virtud, pero aquí Guillermo del Toro es arrollado sin compasión por él, haciéndolo defecto. Cuando al fin logras adivinar lo que quiere contarte realmente el realizador mexicano en "El callejón de las almas perdidas", no solo ya ha transcurrido más de media película sino que tu mente crea unas posibles veredas por las que podría transcurrir la historia, y esta sigue precisamente esas sendas. Y para eso, mejor no venir.
"El callejón de las almas perdidas" sigue un poco la senda del drama épico que sigue a un personaje a lo largo de varias etapas de su vida, un poco a lo David Fincher o Martin Scorsese. Al margen de que haya dos o tres películas muy diferenciadas dentro de ella, tenemos el inconveniente de que, si a la cinta que hoy nos ocupa la desnudas de su verdadera razón de ser, le queda entre poco y nada. Sin que por ello su razón de ser sea gran cosa. Desnuda nos queda el aspecto visual, su reparto —peligrosamente acumulado en una parte del metraje— y ya.
Fruto de la decepción también he llegado a pensar que hay cosas que quedan mejor en un libro, y puesto que "El callejón de las almas perdidas" adapta una novela de William Lindsay Gresham la idea me ha rondado la cabeza como posible excusa ante mi malestar. Pero al final me doy cuenta que son fútiles argucias para intentar encubrir a un cineasta que venero demasiado y que aquí ha errado. No es esta una mala película, pero dista mucho, no ya de ser buena, sino del nivel que demuestra siempre del Toro.
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