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Críticas 214
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
15 de marzo de 2018
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia a la medida del gran Walter Matthau en uno de sus personajes característicos de gruñón sin escrúpulos, en una de las escasas incursiones de Elaine May en la dirección, que tras el batacazo de crítica y público de “Ishtar” dejó aparcada esa faceta.

La presencia de Matthau, como suele ser habitual, es magnética, con esa pose permanentemente socarrona de perdona vidas, que en manos de un genio como Billy Wilder dejó algunos personajes inolvidables en “Primera Plana” o “En bandeja de plata”.

La historia le viene como anillo al dedo, encarnando a un ricachón pedante y consentido que ignorando los consejos de su asesor financiero acaba quedándose en la ruina. Como no se le pasa por la cabeza buscar soluciones que le supongan demasiado esfuerzo, centra su interés en intentar casarse con alguna mujer bien posicionada y que no exija demasiado a cambio.

La hilarante premisa se apoya en los dos personajes principales, realmente atípicos y curiosos, y una terna de secundarios, casi todos caricaturizados, que a veces resultan excesivos pero que también aportan sus buenos golpes de humor.

El resultado es irregular, pero de lo que uno puede estar seguro es que no es una comedia al uso, alterna incluso algunos momentos surrealistas originales, la conversación entre el asesor y Henry acerca de su estado financiero es genial, y el momento en que Henry asume conciencia de su ruinosa situación termina por sacarte alguna carcajada, al verlo levitando de incredulidad despidiéndose melifluo de su pomposa vida todavía en trance.

Una pena que la narración se lastre por la exageración de algunas situaciones y sobre todo de algunos personajes, pero mejor pasarse que quedarse soso, pensarían. Esperpéntica para la bueno y para lo malo, consigue salir a flote gracias al carisma de Matthau, un cómico de los grandes.
Orson_
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7
27 de julio de 2011
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran western, nada típico.
Durante mucho tiempo lo tuve asociado por encima de todo a la presencia de nuestra Sarísima, tanta fue la importancia que se le dio en este país al hecho de que actuara junto a dos monstruos de la envergadura de Cooper y Lancaster, y fue completando la filmografía de Aldrich cuando la revisé y pude degustarla como se merece.

Colorista ambientación en la Revolución Mejicana, basada en una historia del gran Borden Chase, con un muestrario de personajes maleantes que producen desconfianza a simple vista, y mucha acción y entretenimiento. Aldrich no pierde el tiempo en cosas superfluas, según terminan los créditos iniciales ya aparece un jinete a la carrera, a los tres minutos ya se han encontrado Gary Cooper y Burt Lancaster, a los cinco ya se han engañado y disparado, por lo que es fácil imaginarse que nos lo vamos a pasar muy bien durante hora y media. Aquí todo el mundo engaña por sistema, hasta los de una propia banda se traicionan entre sí con alianzas improbables, trucos para despistar al oponente, cada uno jugando sus cartas, y solucionando las diferencias a tiro limpio.

La narración tiene brío y engancha, con planos muy bien enmarcados con elementos naturales, no da tregua a los personajes, aquí el que no corre vuela, hasta las damas te despluman a diferentes niveles, unas roban carteras y otras maquinan para quedarse con el tesoro, todos a la carrera para salir de una emboscada y verse sorprendidos por una treta del rival, ni los heridos tienen tiempo a quejarse, si les disparan se sacan la bala de la herida en el mismo lugar porque hay que perseguir al carromato en fuga. No hay tiempo para estudios psicológicos, aunque por lo menos algún ramalazo del pasado del personaje de Gary Cooper vamos conociendo, intuyendo que es el único que guarda unos motivos razonables alejados de la avaricia y el egoísmo predominantes.

Nos deja grandes escenas como la aparición del ejército juarista en la plaza, la cámara avanza lentamente en círculo dejando a los protagonistas en primer plano, y a la misma vez que ellos nos vamos percatando de que están rodeados. Otra delicia es toda la acción que se desarrolla en el castillo del emperador mejicano, suntuoso y llamativo, una maravilla de contrastes de actitudes culminada con la espontánea competición de tiro, magnífica.

Pero si algo brilla sobremanera en esta cinta son los dos personajes principales y sus intérpretes. Totalmente diferentes, compensados entre sí, el sobrio e individualista Cooper frente al descarado y exhibicionista Lancaster, se apoyan mutuamente con la misma facilidad que se engañan, estaba claro que era una sociedad compleja mantenida por las necesidades mutuas, sólo les une su habilidad con las armas, y serán ellas las que determinen la supremacía de uno sobre otro.

Entretenidísima, merece la pena recuperarla.
Orson_
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8
28 de junio de 2018
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia que aúna dos de los temas estandartes de la filmografía de su director por esos años, por un lado las conspiraciones o paranoias colectivas, y por otro, el desencanto del hombre maduro que asume con resignación el desvanecimiento de sus sueños de juventud.

Si en “I walk the line” el sheriff lacónico y meditabundo encontraba la redención en los brazos de una joven despreocupada, en “Seconds” el banquero atrapado en un trabajo monótono y un matrimonio sin pasión llega aún más lejos, la ruptura total con su vida actual: nuevo rostro, nueva voz, nueva identidad, otro lugar donde vivir y hasta nuevo trabajo que se adapte más a sus inquietudes.

El estilo de Frankenheimer se adapta excelentemente al discurrir del argumento, todo lo relacionado con esa extraña y secreta organización que planifica y ejecuta las nuevas identidades está salpicada por esos planos tan personales y peculiares que albergan conversaciones donde lo que se dice es tan importante como la reacción que causa en el que escucha, rostros normalmente enclaustrados en un primer plano que escudriña cualquier mínimo gesto, acompañado de posiciones de cámaras y ángulos agobiantes e irreales que realzan la sensación de desconcierto, de estar inmersos en un mal sueño. En cambio, las escenas íntimas están descritas con el mismo detallismo pero carente de efectismo, los silencios son devastadores y los planos fijos describen sentimientos reprimidos que dejan a uno sin respiración. Magistral resulta la escena inicial en el dormitorio del banquero con su esposa, en la que no pasan desapercibidas las camas separadas, o la crucial escena de la vuelta a la que fue su antigua casa para escuchar de su esposa que “Arthur llevaba muerto ya mucho tiempo antes de que lo encontraran en aquella habitación de hotel”, o “por lo que más lo recuerdo es por sus silencios…”. Una escena con diálogos frases rotundas y planos demoledores.

En ese punto ya tenemos claro cuál es el tema principal de esta historia camuflada de intriga psicológica: el significado de nuestra identidad. ¿Si cambiamos de aspecto, de casa, de trabajo, nos convertimos en otra persona o realmente nuestra identidad está tan arraigada en nuestro interior, nuestra mente y nuestros sentimientos, que nos acompaña allá a donde vayamos independientemente de los otros aspecto físicos?

Bastante mal recibida en su día por la crítica, ha llegado a nuestros días como una película de culto, afortunadamente reivindicada y revalorada, gracias a los muchos aciertos que contiene, desde la “paranoica” dirección de Frankenheimer a la atmosférica música de Jerry Goldsmith o la soberbia fotografía en blanco y negro de James Wong Howe. El argumento mantiene la tensión en todo momento, sirviéndose de varios giros y un final impactante. Gran trabajo de Rock Hudson, al que imagino que vio en su personaje del Sr. Wilson muchas similitudes con su doble vida, la del galán que triunfaba en el mundo del cine y alcanzaba la fama, pero ocultando su homosexualidad para no ver perjudicada su carrera y su imagen.

Peliculón, otro más, de John Frankenheimer.
Orson_
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4
7 de julio de 2012
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada más terminar se le queda a uno la sensación de que parece inconclusa, como si se quedara a medias en su propuesta.

Su rimo lento no es ningún problema, porque la premisa en la que se basa, la búsqueda por parte de un hombre del asesino de su esposa, es tan potente en su fondo que casi todos nos sentimos identificados y entendemos que ese desarrollo pausado favorece el entendimiento del personaje, y que los matices ya irán apareciendo cuando tengan que hacerlo. Pero cuando el argumento empieza a dejar puertas abiertas a la imaginación de cada uno, nos desconecta de la historia y pierde parte del magnetismo que había adquirido durante la primera hora. Hablo de sensaciones personales, por supuesto. Si alguien piensa lo contrario y se ha dormido a los diez minutos, tendrá toda la razón del mundo, así como el que diga que la última media hora justifica todo lo anterior. Sensaciones.

Además, el final resulta confuso, porque podemos entender la onírica secuencia de la bajada a los infiernos del protagonista, que en dos ocasiones anteriores ya ha advertido premonitoriamente que él no es un asesino, pero la forma abrupta en la que se zanja la historia, más que hacer reflexionar, aturde y nos hace dudar.

Me ha recordado al debut de los Coen, "Sangre fácil", en lo referente a que se nota que es una peli de pruebas, el comienzo de la plasmación de una idea, la búsqueda de un estilo por parte de un director, al que ya se le ve el gusto por los movimientos de cámara milimetrados, los planos fijos en silencio, la interpretación de las miradas y la música envolvente casi sin melodía. "Drive" tiene muchos de estos ingredientes, pero pulidos y mejorados.

Me alegro de haberla visto, las interpretaciones de Turturro y Remar son convicentes, y Kara Deborah Unger tiene magnetismo, pero en el fondo se le queda a uno la sensación de que puede resultar prescindible.
Orson_
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9
2 de julio de 2011
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que vi Perdición fue en un cine, afortunadamente, y al salir de la sala supe que tendría esta película metida dentro de mí para toda la vida.
Pocas veces he visto un guión tan perfecto, redondo, sin fisuras, repleto de diálogos ingeniosos, de doble sentido, y a la vez una exposición tan trágica de la atracción irresistible del deseo en las personas y sus consecuencias.

La historia era tremendamente atrevida para la época, ya que dejaba bien claro que la motivación del protagonista es siempre el deseo sexual, con el cual ella juega para beneficio propio pensando a su vez en utilizar a su amante en un asesinato. O sea, deseo, morbo, sexo, asesinato, infidelidad, toda una serie de inmoralidades que burló los códigos éticos del momento de verdadero milagro.
El guión tienen además varios elementos novedosos para la época: la narración comienza por el final, para contarnos en primera persona todo lo sucedido desde el principio, siempre desde el punto de vista subjetivo del culpable. Y otra curiosidad, siendo una obra imprescindible del cine negro, en cambio deshecha muchos de los elementos de ese género, ya que ningún personaje representa a la ley ni está ambientada en ambientes conflictivos: él es un vendedor de seguros y ella un ama de casa. Algo sorprendente para ser los protagonistas de una historia de asesinatos y estafas. Y algo más, no le persigue la ley, sino que su verdadero problema es que la empresa en la que trabaja no descubra el fraude, porque lo que realmente le preocupa es que descubran que ha traicionado la confianza y amistad de su jefe, el aquí fenomenal Edward G. Robinson.

Está basada en el libro de James M. Cain autor también de El cartero siempre llama dos veces, y en la adaptación colaboraron el propio Billy Wilder y Raymond Chandler, el creador de Philip Marlowe. Wilder y Chandler se llevaron fatal desde el primer día, pero eso no influyó para que construyeran un guión perfecto.
La historia era tan escandalosa para la época, que todos los actores a los que se les ofrecieron el papel lo rechazaron: Alan Ladd, Spencer Tracy, Gregory Peck, James Cagney…. hasta que llegó a Fred MacMurray y se lo quedó. En cambio para el personaje femenino se pensó desde el primer momento en Barbara Stanwyck, que tuvo que ser convencida por Wilder, ya que a pesar de gustarle no se atrevía a interpretar a una mujer fatal.

El resultado fue una obra maestra inmediata, que ya en su propia época fue considerada un ejemplo a seguir. Para el que no la ha visto, le recomiendo que lo haga cuanto antes, es de esas películas que han servido de ejemplo a otras posteriores durante décadas.

Yo aún tengo grabada a fuego en el recuerdo la voz de ese pobre vendedor de seguros, susurrándome, mientras se le escapaba la vida a borbotones, cómo arruinó su vida en cuanto vio a aquella mujer bajar las escaleras y apoderarse de su alma.
Orson_
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