Imagínate que pierdes a un buen e íntimo amigo.
Imagínate que es asesinado.
Imagínate que decides realizar una película documental acerca de él, en forma de tributo, para recordar vuestra vida juntos, su injusta y triste muerte, lo mucho que costará a toda la gente que le amaba superar el hueco que su pérdida ha dejado.
Ahora imagínate que, mientras realizas el documental, el destino toma formas inimaginables, la vida muestra su peor rostro, la de puta de burdel de puerto, sifilítica y alcohólica, desdentada y trágica.
Imagina que no hay giros de guión, sino que mientras pretendías realizar una cálida despedida a un ser amado, el impredecible destino continúa imparable, frenético, tomando sus propias decisiones sin nada que puedas hacer.

Así es "Dear Zachary". Kurt Kuenne, director y uno de los mejores amigos del fallecido doctor Andrew Bagby nos lleva, con ternura y su propio asombro, al desarrollo de unos hechos que escapan de toda lógica, justicia humana y entendimiento.

Quien vea este documental experimentará un decálogo de sensaciones inesperadas. Simpatía, lástima, horror, estupefacción, angustia y pérdida. Por que sí, tras su visión, tú también sentirás que has perdido a un buen amigo, y que te encantaría dar un fuerte abrazo a muchos de los protagonistas de esta historia, en particular a dos.

Recomendable, pero duro. No por el continente, sino por el terrible contenido. No recomiendo verlo antes de irse a dormir, salvo que uno desee quedarse contemplando el techo durante horas, hasta que se mitigue ese incómodo nudo del pecho. Mejor poder distraer la cabeza después, y olvidarse de que la vida, en ocasiones, resulta tan cruel que se hace intolerable.

... sí. Casi un año (o tal vez incluso lo supera), en encontrar "Heroes" de David Bowie. Y rebatirás: "hombre, pónsela a un poligonero fan de PitBull y a ver cuánto tarda en encontrarla. Primero tendrá que aprender a leer, claro, y a usar sus pulgares oponibles". ¡Peeero no! Hablamos de chavales cultos, con sensibilidad artística, que leen a los grandes de la literatura y escuchan The Smiths y se han montado una coreografía claramente ensayada de "Come On Aileen" de Save Ferris, o parpadean emocionados con The Beatles, pero al parecer cuando no reconocen una canción carecen de la capacidad de retener algunas frases y preguntar a sus hermanos mayores o padres, por si suenan las campanas. Eso sería el método que, oh vulgares mortales, usaríamos los adolescentes que no fuimos modernos, ni hipster (sí, existían en los 90). Película insípida y bastante aburrida, que mantiene cierto suspense alrededor del protagonista que finalmente queda en nada. No sucede nada, no cambia nada, o como diría Tancredi de "El Gatopardo": todo cambia para seguir igual.

Salvo de la quema a Ezra Miller. Sin él la película me habría resultado todavía más mediocre. Emma Watson está correcta, pero no me pega en ese papel de ser la última Coca Cola del desierto, a la que todos desean por su salvaje erotismo. (Insertar expresión ojiplática aquí).

Le doy un 3/10
Se deja ver, pero a tenor de las críticas expuestas, falté el día en que Stephen Chbosky invitó a cañas.

Muy fan de Joss Whedon, de Drew Goddard y del camello que les vendió todo lo que pudo y más para que naciera "The Cabin in the Woods".

Sigo en proceso de asimilación.

¿Sabéis eso que se suele decir de "es tan mala que hasta es buena"? Pues ésta crea un nuevo género. No sabes si es mala, buena o regular. Sólo dices: ¿¡pero qué narices acabo de ver!? y confías en llegar a tener alguna vez la respuesta.

Se deja ver. Cine europeo al 200%. No es tan tremenda como me la esperaba, (me refiero a ser gráfica o doliente), porque la realidad, tristemente, es muchísimo peor. La historia que narra esta película se me antoja bastante light y dentro de lo malo, afortunada para ambos, que se tienen entre sí, una buena pensión, a juzgar por lo que se ve, y una familia preocupada (de aquella manera, porque la hija es canela fina). Ya es mucho más de lo que he presenciado en demasiados casos reales.
Los planos largos y estáticos y yo no nos llevamos bien, porque no me aportan absolutamente nada, ni visual ni emocional ni argumental.

Las interpretaciones de ambos son muy buenas, no sólo ella, Jean-Louis Trintignant está muy bien, pero los diálogos lo encuentro engañosos, poco naturales y demasiado forzados. Esto podría estar relacionado con mi primera frase: cine europeo. Pretende ser tan intimista, tan intrínsecamente humano y profundo que me invade la misma sensación agobiante de entrar en un Ikea. No hay más alternativas que la de seguir el condenado pasillo y sus flechas hacia adelante, introduciéndote más y más en las tripas de la bestia, o morir en el intento de encontrar la salida sin ayuda. Toca dejarse llevar.

Y una última, (y esta sí quisquillosa) puntualización: si quiere hacer una película tan vívida, profunda y lacerante que parezca un documental, que no caiga en el maldito error de director de telefilm (explicaciones en spoiler).

No le reclamo calidad y detalles a una película de Antena 3 cuyo máximo objetivo es, con suerte, conseguir que no te eches la siesta. Pero si me viene de profundo, de visionario, de genio y con su megalomanía galopante, sí, quiero exactitud, y sí, quiero detalles. ¿Presume de realismo? Que me lo demuestre, y no meta la pata en las cosas más simples.

Me cuesta digerir y expresar la inesperada tristeza que me ha dejado ver este documental.
La muerte de Kitty Genovese marcó un antes y un después. Muchos conocemos su historia, muchos hemos leído su nombre incluso en nuestras asignaturas universitarias. El resumen es fácil: mujer muere apuñalada tras tres ataques en la calle y 40 minutos de agonía con docenas de vecinos de testigos que no movieron un dedo para ayudarla. Ese es el resumen. Eso dice la Wikipedia. Eso es lo que explotaron los medios de información. Eso es todo lo que sabía su familia.

El hermano más pequeño, que era un niño cuando sucedió, lleva 50 años aferrado a una obsesión: descubrir la verdad de aquella aciaga noche.

Este documental acaba transmitiendo un mensaje que no creo que fuese intencionado: la Verdad no siempre te hace libre, la Verdad tiene un apetito voraz, que nunca se conforma con nada a medias, la Verdad es un jugador implacable, inmoral, casi psicópata, al que le importa entre poco y nada cómo te sientes, cómo encajas cada nuevo golpe, si necesitas tomar un respiro. La Verdad es un enorme monstruo marino de infinitos tentáculos.

Por otro lado, dejando al margen el leit motiv de la reconciliación familiar con ese trágico suceso que ha marcado sus vidas, el documental extrae a la luz y reaviva la increíble manipulación, oportunismo, fraude, me atrevo a decir, al que nos someten los medios de comunicación y en quien aparentemente confiamos. Es francamente desesperanzador lo expuestos que estamos a creernos todo cuanto leemos, oímos, vemos e incluso vivimos.

No sé si decir que es un documental recomendable. No sé si quiero que tú, lector, que estás barajando darle una oportunidad, te quedes con la misma sensación amarga que me he quedado yo. Lo dejo a tu discreción.

Todo cambia, y todo sigue igual.