Causas y efectos del patronazgo en municipios
de Chile, 2008-2012
Causes and effects of patronage in municipalities
of Chile, 2008-2012
Nicolás Mimica,* Patricio Navia**
Perfiles Latinoamericanos, 27(54) | 2019
doi: 10.18504/pl2754-004-2019
Recibido: 1 de agosto de 2017
Aceptado: 23 de julio de 2018
Resumen
En este artículo se analiza la presencia de vínculos clientelares y patronazgo en Chile como método de movilización electoral. Para ello se han estudiado las 345 comunas de dicho país entre
2008 y 2012. Con datos de gasto en personal y de empleo municipal, se han evaluado las causas
del patronazgo y sus efectos en la participación y desempeño electoral. De ese modo se ha concluido que los alcaldes de la Unión Demócrata Independiente (udi) tienen una mayor tasa de
gasto en personal municipal, que los municipios controlados por el Partido Por la Democracia
(ppd) tienen las mayores tasas de empleo municipal y que el empleo municipal se utiliza como
estrategia de movilización electoral.
Palabras clave: Chile, clientelismo, patronazgo, gasto en personal, empleo municipal, alcaldes,
movilización electoral.
Abstract
We investigated the presence of clientelistic linkages and patronage in Chile as a method of electoral mobilization. We analyze the 345 municipalities between 2008 and 2012. With spending
data on personnel and municipal employees, we assess the causes of patronage and the effects
that these practices on turnout and electoral performance of mayors. Mayors from the Unión
Demócrata Independiente (udi) spend more on personnel. However, municipalities controlled
by the Partido Por la Democracia (ppd) have the highest rates of municipal employment. We
also found evidence about the use of municipal employment as an electoral mobilization strategy.
Keywords: Chile, clientelism, patronage, spending on personnel, municipal employment, mayors,
electoral mobilization.
* Cientista político por la Universidad Diego Portales (Chile) |
[email protected]
** Profesor titular de la Escuela de Ciencia Política, Universidad Diego Portales (Chile), Clinical Professor
of Liberal Studies en New York University |
[email protected]
[ 83 ]
1. Introducción1
A
unque el clientelismo y el patronazgo, como estrategias de campaña por parte de los partidos políticos, han sido ampliamente estudiados en América Latina,
su abordaje en Chile ha sido escaso. En medio de un contexto de creciente desafección ciudadana con el sistema de partidos chileno, cabe preguntarse cuáles
son los incentivos que tienen los electores para acudir a las urnas. Resulta importante entender qué tipo de estrategias desarrollan los partidos para convencer
a los votantes de sufragar. Aquí se estudian los vínculos clientelares, en especial el
patronazgo, mediante dos perspectivas. En primer lugar, se identifican las causas que explican el uso del patronazgo en el periodo municipal 2008-2012. En
segundo, se indaga cuánto del desempeño y de la participación electorales en las
elecciones municipales de 2012 se explica por una vinculación de tipo clientelar.
¿Qué variables explican la presencia de vínculos clientelares en el periodo
2008-2012 en las 345 comunas de Chile? ¿De qué manera los vínculos clientelares
influyeron en la participación y desempeño electoral de los candidatos a alcaldes
en 2012? En este sentido es que se ha evaluado si las estrategias de campaña son
distintas según el nivel socioeconómico de las comunas, si hay candidato incumbente en la elección, y si varían según la militancia política del alcalde.
El artículo comienza describiendo las características generales del clientelismo y del patronazgo. Posteriormente se resume a los principales estudiosos del
clientelismo en Chile, y cómo el actual escenario de desafección respecto de los
partidos políticos podría incentivar la vinculación clientelar. Luego se pasa a la
exposición de la metodología de la investigación, donde se argumenta por qué
los indicadores seleccionados son aptos para operacionalizar el concepto de patronazgo, antes de pasar al análisis de datos. Se concluye con una exposición de
los resultados obtenidos.
Características generales del clientelismo y del patronazgo
De los múltiples tipos de vinculación entre partidos y electores, Kitschelt (2000)
identifica los programáticos y los clientelares o carismáticos. El clientelar se refiere al intercambio político de votos por servicios, bienes o trabajo (Kitschelt
1
84 •
Agradecemos las sugerencias y comentarios de los dos revisores anónimos y de Gonzalo Contreras, lo mismo que el financiamiento del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico
fondecyt #1171051 y de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (coes)
conicyt/fondap/15130009.
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& Wilkinson, 2012). A modo de definición, se trataría del “intercambio personalizado de favores, bienes y servicios por apoyo político y votos entre masas
y élites” (Auyero, 2001, p. 35). Por su parte, el patronazgo corresponde a un
subtipo de clientelismo que se enfoca en el uso de recursos públicos (Schröter,
2010) con la característica principal de ser el “intercambio en el que los votantes
obtienen un cargo público a cambio de sus servicios al candidato” (Kitschelt
& Wilkinson, 2012, p. 13).
Es posible entender el clientelismo como un subtipo de distribución no
programática, en la que predomina un criterio focalizado en la repartición de
bienes y recursos (Stokes, Dunning, Nazareno & Brusco, 2013). Los partidos
que fomentan una distribución excluyente tienen dos alternativas: beneficiar
a sus propios electores o beneficiar al voto oscilante, el cual es clave para ganar
elecciones (Dixit & Londregan, 1996). En el caso del clientelismo, la distribución no solo es focalizada, además se condiciona a cambio de apoyo electoral.
Este es el elemento diferenciador del clientelismo respecto a otras formas de
distribución de recursos (Stokes, Dunning, Nazareno & Brusco, 2013).
Los vínculos clientelares han sido estudiados con frecuencia como un fenómeno propio de las sociedades preindustriales con altas tasas de pobreza y desigualdad económica (Alesina, Danninger & Rostagno, 2001; Roniger, 2004;
Stokes, 2007; Kitschelt & Wilkinson, 2012). En algunos países en vías de desarrollo, un empleo en el sector público es la única fuente de trabajo en el sector
formal para trabajadores no cualificados, lo que facilita las prácticas de patronazgo
(Szwarcberg, 2015). No obstante, se ha reconocido la persistencia del clientelismo en democracias avanzadas e industriales (Alesina, Danninger & Rostagno,
2001; Roniger, 2004; Kitschelt & Wilkinson, 2012). La consolidación de las
máquinas electorales en democracias avanzadas se debe a que los partidos tienen
fuertes incentivos para seguir promocionando ese tipo de vínculo entre candidato
y elector una vez que llegan al gobierno (Szwarcberg, 2015).
La teoría de la distribución explica la permanencia de prácticas de patronazgo
en economías avanzadas. Por ejemplo, Alesina, Danninger & Rostagno (2001)
afirman que el empleo público en Italia funciona como un método de redistribución geográfica entre el norte industrializado y el sur rural. El gran tamaño del
sector público en el sur, junto a un alza de los salarios reales, genera un círculo
vicioso, produciendo falta de demanda de trabajo en el sector privado (Alesina,
Danninger & Rostagno, 2001). En estudios similares se ha observado que el
empleo público en Estados Unidos aumenta en ciudades altamente desiguales y
étnicamente heterogéneas (Alesina, Danninger & Rostagno, 2001). Asimismo,
los partidos clientelares pueden fomentar la pobreza como estrategia política, al
desarrollar un interés en la contención del crecimiento de los ingresos para no
perder su clientela (Stokes, 2007).
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Respecto al patronazgo, Robinson & Verdier (2013) explican que la redistribución de bienes en forma de empleo público tiene su explicación en que es
una forma de intercambio creíble, selectivo y reversible. Creíble, porque reduce el riesgo del elector, dado que este se encuentra sujeto a un contrato de trabajo. Selectivo, porque solo se entregará a quienes se comprometan a votar. Y
reversible, porque en caso de que el cliente no acuda a las urnas, se le castigará
quitando el beneficio. De esta manera, los partidos ofrecen a los electores un
intercambio ex-post a la elección, condicionando su entrega, y modificando así
el comportamiento electoral del votante (Robinson & Verdier, 2013).
Calvo & Murillo (2008) observan el patronazgo como una estrategia de
redistribución de ingresos orientada a electores de menos recursos. El crecimiento del empleo público funciona como una política redistributiva, al ser
menos costoso que otros tipos de políticas, como las transferencias por impuestos (Alesina, Baqir & Easterly, 2000). Además, los políticos reaccionan incentivados por las preferencias distributivas de los electores. Por ejemplo, Meltzer
& Richard (1981) advierten del incentivo racional de los votantes de ingresos
medios hacia la redistribución, lo que lleva a la expansión del sector público. La
oferta de empleo burocrático es más rentable que la provisión de bienes públicos
(Gatica & Soto, 2012). Esto se debe a que la provisión de bienes públicos no
tiene exclusión ni rivalidad, por lo que afectan a toda la población, incluidos
los opositores. El patronazgo, en cambio, al ser un beneficio selectivo, se ofrece
discrecionalmente a aquellos susceptibles de apoyar al partido en el gobierno
(Gatica & Soto, 2012).
Los vínculos clientelares también pueden ser consecuencia de diseños institucionales. Stokes, Dunning, Nazareno & Brusco (2013) relacionan el surgimiento
de máquinas clientelares con sistemas centralizados y presidencialistas, donde
el control de la transferencia de recursos es menor y la decisión de distribuir es
unipersonal y vertical. Por otro lado, tanto Carey & Shugart (1995) como Kitschelt (2000) afirman que los sistemas electorales de lista abierta, como el chileno, favorecen la personalización del sufragio y en consecuencia incentivan las
prácticas clientelares. Los candidatos buscan diferenciarse entre sí y apelan a
la personalización de las campañas, buscando vínculos no programáticos con
sus electores en distritos plurinominales (Kitschelt, 2000).
Algunos estudios relacionan incumbencia y vínculos no programáticos.
Además de las ventajas usuales del incumbente (Erikson, 1971), se puede sumar el uso de su cargo para generar vínculos clientelares con los votantes. Esto
es lo que Gardner (1991) llama “abusos de la incumbencia”. En estos casos, el
candidato incumbente dispone de recursos públicos para desarrollar vínculos
clientelares en época de elecciones (Gardner, 1991; Remmer, 2007; Szwarcberg,
2015). Por ello, algunos estudios subrayan la importancia del ciclo electoral
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como variable explicativa del patronazgo (Gordin, 2006; Remmer, 2007). Por
ejemplo, Ames (1977) muestra con datos de los años cincuenta y sesenta que
en Brasil y Venezuela el gasto público aumentaba en años electorales o en el año
inmediatamente posterior a una elección. Lo anterior explicaría por qué el clientelismo se asocia a bajos niveles de volatilidad electoral (Szwarcberg, 2015). A
su vez, Remmer (2007) identifica la corrupción, las burocracias politizadas, la
manipulación electoral, la fragilidad de las instituciones políticas y la consolidación de la incumbencia como consecuencias del patronazgo.
Los votantes también pueden reaccionar al vínculo clientelar por razones
ajenas o complementarias a las preferencias distributivas. Para Stokes (2005), la
compra de votos a cambio de beneficios es más probable cuando los electores
perciben a los partidos como ideológicamente cercanos entre sí (Stokes, 2005).
Ante la disyuntiva de votar por una preferencia programática o a cambio de una
recompensa, el elector probablemente elija la recompensa a medida que menor
sea su ingreso (Stokes, 2005; Stokes, Dunning, Nazareno & Brusco, 2013). En
un modelo alternativo, Dixit & Londregan (1996) afirman que la política redistributiva de beneficios será más exitosa en grupos sin afinidades ideológicas
claras y con partidos compitiendo por el voto oscilante. Los ciudadanos que
son objetivo del patronazgo político son aquellos cercanos al partidario marginal, cercanos al votante mediano dentro del espectro de electores del partido
de oposición, con el fin de cooptarlos y atraerlos a la posición del partido de
gobierno (Gatica & Soto, 2012).
El éxito de la maquinaria clientelar radica en su capacidad de monitorear a
los votantes el día de la elección (Stokes, Dunning, Nazareno & Brusco, 2013).
Pero en un contexto de voto secreto es difícil que los partidos puedan determinar
si los beneficiarios de esa distribución están votando por la máquina clientelar.
Para asegurarse que los clientes cumplen su parte del trato, el partido puede inmiscuirse en las redes sociales de los clientes, empleando toda la información
recabada para premiar al que cooperó y castigar al desertor (Stokes, 2005; Szwarcberg, 2015). A esto Stokes (2005) lo llama accountability perverso.
Sin embargo, es probable que los partidos no apliquen la coerción para
asegurar la movilización de su clientela. A partir del modelo de Stokes (2005),
Nichter (2008) sugiere que los partidos políticos compran la participación electoral de los clientes (turnout buying), monitoreando su asistencia a las urnas el
día de la elección. Así, las máquinas clientelares reparten beneficios entre los
partidarios desmovilizados, es decir, aquellos votantes que favorecen al partido,
pero que están inclinados a no votar en la elección (Nichter, 2008).
Debido a lo anterior, las consecuencias electorales del clientelismo y el patronazgo no son evidentes, si bien algunas investigaciones intentan estudiar el
éxito electoral de las maquinarias clientelares. Por ejemplo, Stokes, Nazareno &
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Brusco (2006) miden los efectos del gasto en personal en los municipios argentinos sobre el desempeño electoral de las autoridades locales, y concluyen que
un mayor gasto impacta nula o negativamente sobre el desempeño electoral.
Calvo & Murillo (2008) han hallado que el aumento del empleo público en
las provincias argentinas tiene efectos disímiles dependiendo de la militancia
política del gobernador provincial. En definitiva, la vinculación clientelar no
siempre logra su cometido de promocionar el éxito del partido gobernante. Es
posible que, amparándose en el voto secreto, los votantes acepten los favores
políticos, pero al momento de sufragar, no lo hagan por la máquina clientelar.
De este modo, es posible que la vinculación clientelar tenga efectos como estrategia de movilización electoral.
El caso chileno
Algunos autores sitúan las primeras décadas del siglo xx como el punto de partida de las relaciones clientelares a gran escala en Chile, con la entrada en la
escena política de los sectores medios populares (Rehren, 2000; Barozet, 2005).
Según Moriconi (2011a), hasta 1925 existía un clientelismo selectivo en la administración pública que favorecía preferentemente a las clases altas y medias.
A partir de la década de 1930, los partidos integraron las clases populares a su
electorado, lo que coincide con la ampliación del sector público y la formación
de un incipiente Estado benefactor (Rehren, 2000; Moriconi, 2011a).
Valenzuela (1977), por su parte, estudia el clientelismo de antes de 1973
enfocándose en el rol de los intermediarios o political brokers. Ese rol era fundamental ya que generaba un complejo entramado en el que participaban
votantes, alcaldes y congresistas (Valenzuela, 1977). Mientras los alcaldes ayudaban a los diputados y senadores en sus campañas como intermediarios ante
los votantes, los legisladores buscaban solucionar las demandas locales a nivel
central (Valenzuela, 1977).
Con el advenimiento del régimen autoritario, los militares buscaron restar
poder a los partidos políticos (Rehren, 1991). Con ese fin implementaron un
proceso de regionalización y municipalización “para desarticular un sistema
clientelístico de intermediación de intereses (brokerage networks) que caracterizaba la política local” (Rehren, 1991, p. 210). Con todo, los partidos lograron
sobrevivir a nivel local (Rehren, 1991), lo que haría presumir que también sobrevivieron las prácticas clientelares.
Desde el retorno a la democracia en 1990, el sistema de partidos se ha estructurado en dos coaliciones. Por un lado, la centroizquierdista Concertación
agrupa a los partidos políticos que se opusieron a la dictadura militar, como el
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Partido Demócrata Cristiano (pdc), el Partido Socialista (PS), el Partido Por
la Democracia (ppd) y el Partido Radical Socialdemócrata (prsd). Por otro, la
coalición de derecha que agrupa preferentemente a la Unión Demócrata Independiente (udi) y a Renovación Nacional (RN). Las fuerzas políticas fuera
de estas dos coaliciones han enfrentado muchas dificultades para posicionarse
como actores de relevancia en el sistema de partidos chileno.
Después del regreso de la democracia, se ha clasificado al sistema de partidos chileno como altamente institucionalizado debido a su baja volatilidad
electoral (Mainwaring & Scully, 1995). Los partidos chilenos son fácilmente
ubicables en el espectro izquierda-derecha y demuestran una organización y
redes partidarias de similar envergadura (Calvo & Murillo, 2013). En tanto
que la consolidación del nuevo sistema de partidos se situó en un contexto de
transición pactada con la dictadura saliente (Godoy, 1999). En este escenario,
la nueva élite democrática utilizó el factor discursivo del combate a la pobreza
y la eficiencia como recursos de cohesión y legitimación (Moriconi, 2009). En
este contexto, el electorado permaneció fiel a las etiquetas de izquierda, centro
y derecha, al menos durante los primeros años de democracia (Scully & Valenzuela, 1993; Valenzuela, 1999).
Con el tiempo, la identificación con los partidos tradicionales ha caído paulatinamente (Luna, 2008a, 2008b; Altman & Luna, 2011; Luna & Rosenblatt,
2012; Morales, 2014). Altman & Luna (2011) señalan que, si bien la estabilidad es un rasgo presente en Chile, no hay altos niveles en los otros tres factores
de institucionalización del sistema de partidos. De hecho, no parece haber una
relación lineal entre identificación e institucionalización (Morales, 2014; Altman & Luna, 2011). En tanto que Morales (2014) argumenta que el éxito
de partidos con desarraigo social se debe a la inversión de recursos y estrategias de campaña para fortalecer los atributos personales de los candidatos. Así,
al desarraigo social de los partidos (Luna, 2008b; Luna & Rosenblatt, 2012) se
ha añadido a la desconfianza en las instituciones (Mardones, 2014), la caída
de la satisfacción con la democracia (Luna, 2008b), la baja congruencia programática entre algunos partidos y sus votantes (Morales, 2014) y la caída en
la participación electoral, agravada esta por el nuevo régimen de inscripción
automática y voto voluntario que se aplicó a partir de 2012 (Contreras & Navia, 2013; Contreras & Morales, 2014).
Si el sistema de partidos chileno tiene baja volatilidad y bajo arraigo social,
el éxito electoral puede no depender necesariamente de vínculos programáticos. Varios estudios reportan prácticas clientelistas en el Chile posautoritario.
Durston (2005a) observa entrega de recursos materiales y monetarios, empleos,
beneficios sociales y lobby. Barozet (2003) indica alimentos, trabajo, medicamentos, vivienda y agilización de trámites. Luna, Zechmeister & Seligson (2010)
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señalan que los regalos en campaña corresponden principalmente a merchandising de campaña como llaveros y bolsas, y, en menor porcentaje, a dinero en
efectivo y pago de cuentas.
Se destaca el uso del clientelismo por parte de la udi, un partido de derecha
fundado por funcionarios e ideólogos de la dictadura militar, para competir en
sectores populares (Huneeus, 2001; Morales & Bugueño, 2001; Klein, 2004;
Arriagada, 2005; Luna, 2010; Luna, Zechmeister & Seligson, 2010; Luna
& Rovira, 2011; Calvo & Murillo, 2013). La presencia popular de la udi se
remonta a su trabajo en las poblaciones desde los años ochenta (Huneeus, 2001;
Barozet, 2003; Arriagada, 2005). Siguiendo el modelo de Kitschelt (2000), Luna
(2010) explica el ascenso electoral de la udi desde 1990, a partir de sus vínculos
programáticos en las comunas de altos ingresos y de clientelismo en comunas
populares (Luna, 2010). Esto explicaría por qué la udi obtiene buenos resultados en las comunas con valores extremos en el índice de desarrollo humano
(Altman, 2004).
El “doble vínculo” de la udi con sus electores funcionaría debido a la imposibilidad de un partido conservador clásico de llegar a una mayoría de electores (Luna, 2010). El electorado tradicional de derecha (core constituency) le
asegura a la udi coherencia ideológica y financiamiento para las campañas,
pero no una mayoría de los votos (Luna, 2010). Luego, la udi se ve obligada a
buscar otro tipo de votantes (non-core constituencies), y, por lo tanto, el uso de
vínculos no programáticos se vuelve indispensable (Luna, 2010). El argumento
de Luna (2010) encuentra consonancia con los hallazgos de Calvo & Murillo
(2013) acerca de que la udi distribuye beneficios a los electores alejados ideológicamente. Esto explicaría por qué la udi, a pesar de ser el partido con mayor
incongruencia programática respecto a los electores, sea el que más ha crecido
electoralmente en los últimos veinte años (Morales, 2014).
En una descripción distinta, Morales (2014) sugiere que el ascenso de la
udi se explica por su mayor gasto electoral y por un aumento de la desafección
política. Por otro lado, aunque la udi es el partido con menor congruencia
programática con los electores, es el que ha mostrado un mayor crecimiento
electoral en los últimos veinte años (Morales, 2014), lo que hace pensar que la
relación entre votantes y partidos no es necesariamente programática. Consecuentemente, esto pudiese llevar a los candidatos a formular otras estrategias
para llegar a los electores. De ahí que los vínculos no programáticos, en especial
los clientelares, serían decisivos.
Aun cuando buena parte de la literatura coincide en que la udi es el partido que más recurre a vínculos clientelares, posiblemente esta sea una práctica
extendida entre otros. Por ejemplo, Barozet (2005) afirma que “pudimos comprobar que es común que los partidos políticos recurran al clientelismo, cual-
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quiera sea su tendencia política” (Barozet, 2005, p. 12). Luna, Zechmeister &
Seligson (2010) comprobaron que, aunque la udi es el partido que más regala a
electores durante las campañas, otros como RN y el PS también han registrado
un crecimiento en estas prácticas.
Otro grupo de autores enfatiza en el uso del clientelismo a nivel municipal.
Barozet (2003, 2004), que estudia la emergencia de caudillos neopopulistas, se
concentra en las experiencias de los alcaldes Jorge Soria en Iquique y Joaquín
Lavín en Santiago. Durston (2005a, 2005b), que estudia el clientelismo en la
región de la Araucanía, señala que el votante rural se inclina por candidatos que
solucionen sus problemas inmediatos más que por motivos ideológicos (Durston, 2005a). En este caso, se habría sustituido la vinculación programática por
una de naturaleza clientelar, lo que habría contribuido al alza de los partidos
de derecha en la zona (Durston, 2005a).
En su estudio de la región de los Lagos, Montecinos (2008) advierte que
el proceso democratizador en los municipios chilenos iniciado con la primera
elección municipal de 1992 no ha traído mejoras en la participación y gestión
en los gobiernos locales. Los alcaldes le dan un alto valor al lobby político y a las
redes clientelares con autoridades del gobierno regional y nacional (Montecinos,
2008). Análisis posteriores han confirmado que la relación entre legisladores y
representantes comunales sigue siendo parte importante del proceso de intermediación, pues facilita los vínculos clientelares (Contreras, 2011). Arriagada
(2013) coincide en otorgar un mayor papel a los dirigentes sociales en las actuales redes de intermediación. La creciente complejidad de estas redes es ratificada por Barozet (2005) señalando que en ella participan alcaldes, diputados,
concejales y dirigentes vecinales. En definitiva, se observa una doble verticalidad
en la relación clientelar comunal: hacia arriba, de los alcaldes hacia autoridades
del gobierno regional y central, y hacia abajo, con la sociedad civil por medio
de lazos de asistencialismo y paternalismo (Montecinos, 2008).
A pesar de lo anterior, la percepción de clientelismo en el país es baja y se
centra en pequeños regalos en épocas de campaña (Luna, Zechmeister & Seligson, 2010). No obstante, Ferraro (2008) advierte sobre redes de patronazgo
promovidas por legisladores. Mediante este mecanismo, el Congreso intenta
influir en el debate político desarrollando redes de contacto con funcionarios
públicos, y recomendando funcionarios en el gobierno central y en sus distritos (Ferraro, 2008). Abonando a esta evidencia, Moriconi (2011b) observa el
constante incumplimiento de las normas legales que controlan el desempeño
de la administración pública, así como el uso de la recomendación política
como método para alcanzar puestos públicos. Aun así, no todos los efectos
del patronazgo pueden ser perversos. Ferraro (2008) destaca que, en el caso
chileno, las recomendaciones de legisladores para puestos públicos pueden
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promover la especialización en las distintas áreas de las políticas públicas y un
mayor consenso y equilibrio institucional. De hecho, la burocracia chilena es
considerada entre las más especializadas y de mejor rendimiento de América
Latina (Moriconi, 2011b).
Complementando lo anterior, diversas fuentes noticiosas han mostrado
el uso ineficiente de los recursos por parte de municipios. Por ejemplo, entre
2006 y 2016 el número de trabajadores por honorarios en la administración
pública subió 23%, no obstante, en el mismo periodo, los honorarios en el sector municipal aumentaron 97.7% (Guarda, 2017). De igual modo, se advierte
acerca de las irregularidades en el contrato de personal municipal, las contrataciones irregulares y la poca fiscalización a los municipios (BioBioChile, 2017).
Y se ha identificado que en aquellas comunas que se vieron beneficiadas por
un crecimiento de recursos resultado de la producción minera, se registró un
aumento pronunciado del gasto en personal en comparación con otros tipos
de gasto (Andrade, 2018). Estas fuentes subrayan el potencial uso de redes de
patronazgo en las municipalidades chilenas.
Justificación de los indicadores de patronazgo
Dada la naturaleza informal del clientelismo, es difícil encontrar un buen indicador para investigar el fenómeno, más aún cuando se quiere abordar un
gran número de casos. Al respecto, Muno (2010) señala tres posibles formas
de abordar la medición del clientelismo. En primer lugar, están los estudios
etnográficos de carácter cualitativo; en segundo, la elaboración de proxies de
carácter cuantitativo; y en tercero, el uso de encuestas.
Considerando la imposibilidad de realizar una encuesta que mida el fenómeno en Chile y que un estudio etnográfico nos limitaría a un número pequeño
de comunas, utilizaremos dos proxies cuantitativos. Existen algunas investigaciones que utilizan el gasto en personal como indicador de patronazgo. Gordin
(2006) lo hace con el gasto en personal ministerial para comparar las causas del
patronazgo en Argentina y Perú. Stokes, Nazareno & Brusco (2006) estudian
el gasto en patronazgo en Argentina enfocándose en las causas y efectos en la
varianza del gasto en personal de los gobiernos locales en proporción al gasto
total anual. Y Remmer (2007) investiga el clientelismo en las provincias argentinas, usando el gasto en personal como variable dependiente.
Ahora bien, al dirigir una municipalidad, los alcaldes disponen del presupuesto de su comuna, lo que les genera clientelas a cambio de puestos de trabajo.
Siguiendo esta lógica, nuestro primer indicador para medir el patronazgo ha
sido el porcentaje de los ingresos municipales anuales ocupados en gasto para
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personal durante el periodo municipal 2008-2012. Llamaremos a este proxy
“tasa de gasto en personal”, cuyos datos se obtuvieron del sitio web del Sistema
Nacional de Información Municipal (sinim), dependiente de la Subsecretaría
de Desarrollo Regional, Ministerio del Interior.
Siguiendo a Gordin (2006), se espera que dicho indicador de gasto en personal muestre alzas significativas antes o durante un ciclo electoral, lo que para el
caso que aborda este artículo debería suceder durante 2012, dado que en octubre
de ese año se celebraron elecciones municipales. En la tabla 1 se puede observar el promedio nacional del porcentaje del ingreso comunal ocupado en gasto
en personal, entre 2008 y 2012. Las diferencias en N se explican por la falta de
información del indicador en algunas comunas. Al contrario de nuestras expectativas, la media de la tasa de gasto en personal va a la baja, variando de 28.1 en
2009 a 26.1 en 2012, sin aumentar en el último año de periodo municipal. No
obstante, el rango de varianza entre comunas es suficiente para usar el indicador
en un análisis inferencial. Durante 2012, por ejemplo, la tasa de gasto en personal máxima (44.9) es más de ocho veces superior a la mínima (5.4).
Tabla 1. Evolución de la tasa de gasto en personal, periodo 2008-2012
Tasa gasto en personal
N
Mínimo
Máximo
Media
Desviación estándar
2008
340
7.1
64.2
28.5
7.1
2009
340
8.3
52.3
28.1
7.0
2010
345
8.0
61.8
28.1
7.1
2011
345
5.6
77.0
26.1
7.4
2012
343
5.4
44.9
26.1
7.0
Fuente: Elaboración propia con datos del SINIM (2018).
El gasto en personal municipal está regulado legalmente. La Ley 18.294
establece en su artículo 1° que el total de gasto en personal para las municipalidades de la Región Metropolitana no puede superar el 35% de los ingresos totales. Posteriormente, el artículo 67 de la Ley 18.382 extendió esta normativa a
todas las municipalidades del país. No obstante, se puede observar en la tabla 1
que hay comunas que superan largamente el porcentaje máximo establecido
por ley, llegando a un valor máximo de 77% en 2011.
Se utilizarán dos indicadores para nuestro proxy de tasa de gasto en personal
municipal: i) el promedio del gasto entre 2009 y 2012, de forma que se abarque
toda la varianza presupuestaria comunal durante el periodo municipal iniciado el
6 de diciembre de 2008, y ii) un indicador que mostrará la tasa de gasto en personal en 2012, que fue el último año de gestión del periodo municipal, coincidente
además con las elecciones municipales celebradas el 28 de octubre de ese año.
N. Mimica, P. Navia | Causas y efectos del patronazgo en municipios de Chile, 2008-2012 | Perfiles Latinoamericanos,
27(54) | Flacso México | doi: 10.18504/pl2754-004-2019
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Junto a lo anterior, se habrá de utilizar un segundo proxy que medirá el
número de personal municipal por comuna. Calvo & Murillo (2008) echan
mano de un indicador similar respecto del número de funcionarios públicos
provinciales por cada mil habitantes como variable explicativa de desempeño
electoral. Siguiendo este ejemplo, aquí servirá como indicador la proporción
de empleados municipales por mil habitantes en el periodo 2008-2012. Llamaremos a este proxy “tasa de empleo municipal”.
Se ha construido este indicador con datos del total de funcionarios municipales en cada año, incluyendo personal de planta, por contrato y por honorarios. Luego se han cruzado esos datos con la población comunal de cada año
estimada por el Instituto Nacional de Estadísticas (ine). Las cifras de personal
municipal y población estimada se han obtenido del sinim.
En la tabla 2 se puede observar el promedio de la tasa de empleo municipal
a nivel nacional en el periodo 2008-2012. A diferencia del gasto en personal,
la tasa de empleo municipal va al alza, registrándose variaciones positivas en
2009-2010 y 2011-2012. Es justamente en 2012 cuando se alcanza la media
más alta del periodo, correspondiente a 7.8 funcionarios municipales por cada
mil habitantes. Además hay una gran varianza intercomunal en el empleo municipal. La tendencia al alza del número de funcionarios municipales por mil
habitantes en el año previo a la elección de alcaldes y concejales es un indicador
del potencial uso de esta herramienta como método para persuadir electores a
votar a cambio de un empleo municipal.
Tabla 2. Evolución de la tasa de empleo municipal, periodo 2008-2012
Tasa empleo municipal
N
Mínimo
Máximo
Media
Desviación estándar
2008
336
0.6
83.3
6.3
7.6
2009
315
0.4
55.0
6.2
6.4
2010
338
0.8
75.0
6.9
7.4
2011
338
1.3
75.0
6.9
7.4
2012
340
1.0
85.0
7.8
8.9
Fuente: Elaboración propia con datos del SINIM (2018).
En cuanto a la tasa de empleo municipal, se ha ocupado la misma serie
de indicadores, es decir, el promedio 2009-2012 y el último año del periodo
municipal. Resumiendo, se han utilizado cuatro indicadores para dos proxies
diferentes. Guiándonos por Ames (1977), Gordin (2006) y Remmer (2007),
el término del periodo municipal debería ser especialmente significativo, ya
que mide la varianza intercomunal de nuestros proxies de patronazgo durante
el ciclo electoral municipal de 2012.
94 •
N. Mimica, P. Navia | Causas y efectos del patronazgo en municipios de Chile, 2008-2012 | Perfiles Latinoamericanos,
27(54) | Flacso México | doi: 10.18504/pl2754-004-2019
Sin embargo, es importante señalar que el clientelismo y el patronazgo son
fenómenos más amplios y multidimensionales que el gasto en personal o el número de funcionarios municipales. Así, los indicadores seleccionados solo abarcan una dimensión del caso, es decir, que en este artículo no se abordan todas las
formas del clientelismo.. Sobre las limitantes del indicador de gasto en personal,
Gordin (2006) afirma que las varianzas en el gasto en personal podrían indicar
mejoras salariales y no mayores contrataciones. Esto sería apenas un ejemplo
de los problemas metodológicos que aparecen al usar los proxies seleccionados.
Pese a sus limitaciones, nuestros indicadores resultan una buena aproximación
al fenómeno por las características ya mencionadas. Además, permite abarcar
las 345 comunas de Chile.
Hipótesis
En este artículo se analiza la vinculación clientelar, en forma de patronazgo,
como variable dependiente e independiente. Para ello se discuten las variables
que explican la presencia de vínculos clientelares entre 2008 y 2012 en las 345
comunas de Chile, y luego se evalúa de qué manera los vínculos de patronazgo
influyeron en la asistencia a las urnas y el desempeño de los alcaldes incumbentes en las elecciones municipales de 2012. Para testear estas hipótesis, se
ha recurrido a las regresiones lineales.
En la pregunta inicial, que se orienta al patronazgo como variable dependiente, se han considerado tres hipótesis: i) que el patronazgo se expande a
medida que la tasa de pobreza comunal es mayor, hipótesis que se respalda en
autores que relacionan el clientelismo en general con el subdesarrollo económico (Auyero, 2001; Roniger, 2004); ii) la segunda hipótesis, respaldada por
la evidencia comparada (Alesina, Danninger & Rostagno, 2001) y nacional
(Durston, 2005a, 2005b), es que el patronazgo es mayor en comunas rurales,
y iii) la tercera hipótesis, que el patronazgo es mayor en comunas con alcalde
perteneciente a la udi, lo que se apoya en la literatura del tema (Huneeus, 2001;
Klein, 2004; Arriagada, 2005; Luna, 2010).
Se proponen dos hipótesis para la segunda pregunta de investigación:
i) a mayor patronazgo en el periodo 2008-2012, mejor será el desempeño de
los candidatos incumbentes en las elecciones 2012, y ii) a mayor patronazgo,
mayor será la participación en las elecciones de 2012. De esta forma, se evaluará el efecto de las redes clientelares comunales con base en el debate de Stokes
(2005) y Nichter (2008) sobre las nociones de vote buying y turnout buying.
Los datos de desempeño y participación electoral se han recolectado en el sitio
web del Servicio Electoral de Chile (Servel).
N. Mimica, P. Navia | Causas y efectos del patronazgo en municipios de Chile, 2008-2012 | Perfiles Latinoamericanos,
27(54) | Flacso México | doi: 10.18504/pl2754-004-2019
• 95
Presentación del caso
Las municipalidades en Chile son un órgano de la administración pública. Gobiernan las comunas, que son la unidad más pequeña de la organización territorial del país. La Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades establece
las atribuciones de los municipios en el gobierno local, el cual está conformado
por el alcalde y el concejo municipal. Este último puede estar conformado por
seis, ocho o diez concejales, dependiendo de la población comunal (Ley 19.130,
1992). Desde 2004, los concejales y alcaldes son elegidos en votaciones separadas y concurrentes, los primeros son elegidos por representación proporcional
en tanto que los segundos por mayoría simple. En materia de presupuesto comunal, el alcalde necesitará la aprobación de la mayoría de los concejales, los
cuales pueden disminuir el presupuesto de gastos y modificar su distribución
(Ley 19.130, 1992), un ejemplo de cómo la legislación se ha diseñado para
contrarrestar el poder del alcalde a través del concejo municipal. A pesar de
estas reglas formales, el concejo comunal no actúa como adecuado contrapeso
para la figura del alcalde, ya que este tiene amplios poderes en materias administrativas y de recursos (Bunker & Navia, 2010).
Si bien los alcaldes necesitan del concejo municipal para aprobar su presupuesto, son los jefes comunales los que lo diseñan y lo ejecutan. Por lo tanto,
es plausible pensar que los municipios utilizan los recursos presupuestarios para
contratar más personal y promocionar redes de patronazgo. Con el objetivo
de medir si las variaciones en gasto y contrataciones están determinadas por
la militancia política de los concejales, se ha añadido una variable de control
relativa a los modelos estadísticos de análisis inferencial.
La tabla 3 muestra la militancia política de los alcaldes en Chile entre 2008
y 2012. Los cinco partidos con más alcaldes a nivel nacional son la udi, RN,
pdc, ppd y PS. Además, se puede observar el número de alcaldes que cuenta
con mayoría en el concejo municipal en el periodo estudiado. Se ha considerado como “mayoría en el concejo municipal” cuando al menos la mitad de los
concejales elegidos son de la misma coalición de los alcaldes. Como se observa,
la mayoría de estos contó con un concejo favorable.
La tabla 4, a su vez, muestra los estadísticos descriptivos de las demás variables independientes que se incluirán en los modelos de regresión. Además de
las variables involucradas que ayudarán a testear las hipótesis, como pobreza,
ruralidad, desempeño electoral y participación electoral, se han agregado como
variables de control la población de cada comuna y el promedio de ingresos
municipales anuales entre 2009 y 2012.
Se identifica una gran diferencia respecto a los ingresos anuales percibidos
por cada municipio. Por lo tanto, es necesario incluir los ingresos como varia-
96 •
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ble de control en los modelos de regresión, para evitar cualquier sesgo en los
resultados producto de estas diferencias. No sería extraño observar que las comunas de mayores ingresos tengan mayores tasas de gasto en personal y empleo
municipal. Asimismo, la población comunal es otra variable que puede influir
en nuestros indicadores de patronazgo, ya que el uso discrecional de recursos
públicos podría tener mayores efectos en comunas poco pobladas.
Tabla 3. Militancia política de alcaldes en Chile, 2008-2012
N° de alcaldes, 2008-2012
Nº de alcaldes con mayoría en el
concejo municipal, 2008-2012
UDI
58
41
RN
55
40
Independientes Alianza
31
16
Total Alianza
144
97
PDC
59
50
PRSD
10
8
PPD
35
34
Partido/coalición del alcalde
PS
30
24
Independientes Concertación
13
12
Total Concertación
147
128
Otros partidos
16
0
Independientes fuera de lista
38
0
Total
345
225
Fuente: Elaboración propia con datos del Servel (2018).
Tabla 4. Estadísticos descriptivos de las variables usadas en los modelos de regresión
Variable
N
Mínimo
Máximo
Media
Desviación estándar
345
0.2
888.4
50.4
89.1
Ingresos municipales 2009-2012
(en miles de millones)
345
0.8
132.7
6,9
12.7
Ruralidad comunal 2012 (%)
345
0
100
37.5
30.1
Pobreza comunal 2012 (%)
345
0.2
44.6
17.0
8.0
Desempeño electoral 2008 (%)
345
21.4
100
51.3
11.1
Participación electoral 2008 (%)
344
43.9
94.6
84.9
7.5
Desempeño electoral 2012 (%)
289
0.9
100
48.5
13.8
Participación electoral 2012 (%)
345
26.8
79.9
53.6
10.8
Población comunal 2012 (en miles)
Fuente: Elaboración propia con datos del SINIM (2018) y del Servel (2018).
Análisis inferencial sobre el patronazgo como variable dependiente
La tabla 5 muestra los resultados de los primeros seis modelos de regresión
lineal que estudian el patronazgo como variable dependiente. Las variables
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independientes son el porcentaje de pobreza comunal, el porcentaje de ruralidad
comunal, y la militancia política del alcalde en los casos de los cinco partidos
políticos con más alcaldes (udi, RN, pdc, ppd y PS). Añadimos como variables
de control la población a nivel comunal, el ingreso municipal promedio entre
2009-2012, el desempeño electoral del alcalde en 2008, la participación electoral comunal en 2008 y la variable dummy concejo municipal (cuyo valor es 1
cuando el alcalde tiene mayoría de concejales de su misma coalición).
Los resultados varían según el indicador que se usa como variable dependiente. Por ejemplo, mientras la tasa de gasto en personal se acrecienta en comunas
más pobres, la tasa de empleo municipal disminuye. Al parecer, y contra toda
lógica, los alcaldes de comunas de pocos recursos contratan menos personal,
pero pagan mejores sueldos.
La tasa de gasto en personal se eleva en comunas de menor población. Esta
variable no es significativa en el caso de la tasa de empleo municipal, aunque hay
que recordar que dicho proxy está construido con datos de población. Las contrataciones a nivel municipal son mayores a medida que crece el índice de ruralidad.
Frente a estos resultados, podríamos deducir que, en los sectores urbanizados de
alta población, como las grandes ciudades, hay menos uso de patronazgo por
parte de los municipios. El ingreso promedio de la comuna no es relevante estadísticamente, aunque esto puede deberse a que el indicador de tasa de gasto en
personal está construido con datos de ingresos municipales.
La variable de desempeño electoral del alcalde en las elecciones municipales
de 2008 no es significativa en ninguno de los modelos de regresión. No obstante,
sí lo es la participación electoral en los mismos comicios. En todos los indicadores en la tabla 5, un menor índice de participación electoral comunal en 2008 se
correlaciona con mayores índices de gasto en personal y empleos municipales en
el periodo 2008-2012. Una mayoría favorable al alcalde en el concejo municipal
se relaciona con una mayor tasa de empleo municipal en el último año del periodo (2012), justo en medio del ciclo electoral. Este dato podría indicar el uso de
contrataciones en municipios para vinculación clientelar en aquellas comunas en
donde el concejo municipal está alineado políticamente con el alcalde.
La militancia política del alcalde es significativa en los casos de la udi, el pdc
y el ppd. Los modelos indican que la presencia de un alcalde de la udi se relaciona con una mayor tasa de gasto en personal municipal, lo que coincide con
lo expuesto en el marco teórico. También las comunas con un alcalde del pdc
tienen un mayor gasto en personal, aunque la significancia es menor en comparación con el caso de los alcaldes de la udi. Sorprendentemente, la presencia de
un alcalde ppd es un fuerte predictor de una mayor tasa de empleo municipal.
Sin embargo, usando ese último proxy, la presencia de un alcalde de la udi no
muestra resultados significativos, contrariando nuestra hipótesis.
98 •
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Tabla 5. Regresión lineal sobre la tasa de gasto en personal y tasa de empleo municipal
Tasa de gasto en personal
Tasa de empleo municipal
Promedio 2009-2012
2012
Promedio 2009-2012
2012
Constante
38.214***
(4.425)
38.376***
(4.647)
50.879***
(4.296)
55.998***
(5.381)
Pobreza comunal
0.134***
(.044)
0.104**
(.046)
-0.146**
(.041)
-0.150***
(.051)
Ruralidad comunal
-0.009
(.013)
-0.013
(.014)
0.056***
(.012)
0.063***
(.015)
Desempeño electoral
alcalde 2008
-0.034
(.032)
-0.052
(.034)
0.011
(.031)
0.026
(.038)
Participación electoral
2008
-0.130***
(.046)
-0.126***
(.048)
-0.524***
(.044)
-0.590***
(.056)
Población comunal
-0.012**
(.006)
-0.016***
(.006)
-0.003
(.005)
-0.008
(.007)
Ingresos municipales
promedio 2009-2012
-0.052
(.040)
-0.052
(.042)
-0.036
(.042)
-0.011
(.046)
Mayoría del alcalde en
el concejo municipal
-0.249
(.827)
0.229
(.865)
1.130
(.766)
1.988**
(.955)
Alcalde UDI
3.077***
(1.075)
3.360***
(1.132)
-0.032
(1.006)
-0.362
(1.263)
Alcalde RN
-1.090
(1.104)
-0.975
(1.147)
0.332
(1.026)
0.665
(1.270)
Alcalde PDC
2.030*
(1.107)
2.162*
(1.166)
-0.445
(1.029)
-0.915
(1.301)
Alcalde PPD
-0.087
(1.315)
0.294
(1.384)
2.617**
(1.231)
3.071**
(1.537)
Alcalde PS
0.888
(1.396)
1.004
(1.432)
-1.794
(1.326)
-2.348
(1.583)
N
337
342
302
339
R2
.169
.166
.452
.375
R2 ajustado
.139
.136
.429
.352
Durbin Watson
2.003
1.980
1.997
1.925
* Significancia al 0.1 ** Significancia al 0.05 *** Significancia al 0.01. Errores estándar entre paréntesis.
Fuente: Elaboración propia con datos del SINIM (2018) y del Servel (2018).
Análisis inferencial sobre el patronazgo como variable independiente
También evaluamos el patronazgo como variable independiente para identificar
el efecto sobre la participación electoral y el desempeño de los alcaldes incumbentes en 2012. La tabla 6 muestra los modelos de regresión correspondientes. En los
primeros dos, la variable dependiente es el desempeño electoral de los alcaldes
candidatos. En los dos últimos, la variable dependiente es la participación electoral
comunal en 2012. Las variables independientes de interés son los indicadores de
gasto en personal y de empleo municipal ya usados anteriormente. Además incluimos como variables de control las variables dependientes usadas en la tabla 5.
En los primeros dos modelos, ninguno de los indicadores de patronazgo
municipal es significativo. A pesar de la evidencia de la tabla 4, que muestra las
N. Mimica, P. Navia | Causas y efectos del patronazgo en municipios de Chile, 2008-2012 | Perfiles Latinoamericanos,
27(54) | Flacso México | doi: 10.18504/pl2754-004-2019
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variables explicativas de la varianza en las tasas de gasto en personal y de empleo
municipal, dicha varianza no parece tener réditos en el desempeño electoral
de los alcaldes. Como era de esperar, el mayor predictor del desempeño de los
alcaldes en 2012 parece ser su performance en la elección anterior. A partir de
la evidencia, rechazamos la hipótesis de que a mayor patronazgo en el periodo
2008-2012, mejor será el desempeño de los candidatos incumbentes.
Tabla 6. Regresión lineal sobre el desempeño de los alcaldes incumbentes y la participación electoral en las elecciones municipales de 2012
Desempeño electoral de los
incumbentes en 2012
Participación electoral comunal
en 2012
Constante
1.771
(16.642)
10.455
(14.385)
-3.975
(7.335)
-5.290
(6.815)
Pobreza comunal
-0.194*
(.115)
-0.209**
(.104)
0.191***
(.053)
0.206***
(.052)
Ruralidad comunal
-0.008
(.036)
-0.014
(.032)
0.150***
(.016)
0.144***
(.015)
0.407***
(.086)
0.403***
(.075)
0.044
(.039)
0.028
(.037)
Participación electoral 2008
0.275*
(.160)
0.194
(.141)
0.589***
(.069)
0.602***
(.066)
Población comunal
0.046**
(.022)
0.043*
(.020)
0.047***
(.007)
-0.047***
(.007)
Ingresos municipales promedio 2009-2012
-0.152
(.113)
-0.152
(.091)
0.018
(.053)
-0.002
(.046)
Mayoría del alcalde en el concejo municipal
-0.116
(2.100)
0.180
(1.910)
-0.585
(.975)
-0.332
(.955)
Tasa gasto en personal promedio 2009-2012
0.170
(.152)
---
-0.040
(.068)
---
Tasa empleo municipal promedio 2009-2012
0.157
(.154)
---
0.173**
(.074)
---
Tasa gasto en personal 2012
---
0.166
(.127)
---
-0.018
(.061)
Tasa empleo municipal 2012
---
0.040
(.106)
---
0.161***
(.055)
Alcalde UDI
-2.108
(2.722)
-1.627
(2.524)
-2.361*
(1.270)
-1.735
(1.261)
Alcalde RN
-2.044
(2.763)
-2.759
(2.490)
-1.164
(1.306)
-1.399
(1.266)
Alcalde PDC
-1,559
(2.933)
-1.034
(2.705)
-1.640
(1.296)
-0.952
(1.290)
Alcalde PPD
1.287
(3.365)
1.762
(3.062)
-3.842**
(1.556)
-2.511
(1.526)
Alcalde PS
1.623
(3.911)
-0.207
(3.259)
1.568
(1.728)
-0.005
(1.589)
Desempeño electoral alcalde 2008
N
245
283
298
337
R2
.149
.156
.613
.590
R2 ajustado
.097
.111
.594
.572
Durbin Watson
1.766
1.766
1.931
1.993
* Significancia al 0.1 ** Significancia al 0.05 *** Significancia al 0.01. Errores estándar entre paréntesis.
Fuente: Elaboración propia con datos del SINIM (2018) y del Servel (2018).
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N. Mimica, P. Navia | Causas y efectos del patronazgo en municipios de Chile, 2008-2012 | Perfiles Latinoamericanos,
27(54) | Flacso México | doi: 10.18504/pl2754-004-2019
Los últimos dos modelos muestran que la participación electoral en 2012
estuvo condicionada por variables de población, ruralidad, pobreza y la participación electoral en 2008. No obstante, dos de los indicadores de patronazgo
muestran efectos significativos. Una mayor tasa de empleo municipal está relacionada con una mayor participación electoral en las elecciones de 2012. La relación
es en especial robusta en el caso del empleo municipal en 2012, el año electoral.
Si bien el empleo municipal no tiene efectos sobre el desempeño electoral
de los alcaldes, sí los tiene sobre la participación electoral. Estos resultados tienen particular relevancia si se considera que en las elecciones municipales de
2012 se aplicó el nuevo régimen de inscripción automática y voto voluntario,
lo que provocó una fuerte caída en la participación electoral. La evidencia muestra que los alcaldes utilizan redes de patronazgo para promover la concurrencia
a las urnas, lo que está en línea con la estrategia de turnout buying presentada
por Nichter (2008) en el caso argentino más que con los argumentos de Stokes
(2005) en su discusión sobre el mismo país.
En relación con el desempeño electoral de los incumbentes, en muchos
casos los alcaldes necesitan mejorar su votación respecto a la elección anterior.
Pero en otros bien pudieran ser reelegidos aun con menos votación que en la
elección anterior. De igual forma, ya que su probabilidad de victoria depende
también de cuántos rivales hay, algunos alcaldes que mejoran su votación en la
elección pudieran perderla de todos modos. De ahí que, si bien es un indicador
útil, el desempeño electoral en 2012 no puede ser considerado como sinónimo
del éxito en la búsqueda de la reelección.
Aunque no se reporta aquí, estimamos los mismos modelos con una regresión
binaria logística, usando como variable dependiente si el alcalde titular que se
presentaba a reelección tenía éxito. Los resultados son similares a los reportados
en la tabla 6. Únicamente las variables de pobreza y el resultado obtenido por
el alcalde en su elección anterior tienen efecto significativo.
Conclusiones
En este artículo se ha discutido la presencia de vínculos clientelares en Chile
mediante dos indicadores de patronazgo y analizando las 345 comunas del país
entre 2008 y 2012. Se han abordado los vínculos entre electores y partidos,
así como las formas de movilización de votantes en una época de creciente
desafección con los partidos tradicionales en Chile.
Los resultados han sido contradictorios entre los dos indicadores de patronazgo. La hipótesis de que el patronazgo aumenta a medida que la tasa de pobreza comunal es mayor encontró sustento al usar el indicador de tasa de gasto
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en personal. No obstante, si bien las comunas más pobres tienen un mayor
gasto en personal, la tasa de empleo municipal tiende a caer mientras mayor es
la pobreza comunal. Aunque parezca contraintuitivo, las comunas más pobres
gastan más, pero contratan menos personal que las más pudientes.
El gasto en personal aumenta en comunas poco pobladas. Asimismo, la
tasa de empleo municipal se expande en comunas rurales, lo que coincide con
la hipótesis desprendida de nuestra discusión teórica. Con base en estos resultados, se concluye que el patronazgo a nivel municipal es menor en comunas
urbanas altamente pobladas.
Las comunas administradas por un alcalde de la udi tienen una mayor tasa
de gasto en personal, lo que confirma lo expuesto en el marco teórico acerca de
los vínculos clientelares de la udi. Las comunas con un alcalde del pdc muestran igual tendencia, aunque la significancia es menos robusta. Sin embargo,
son los alcaldes del ppd los que presentan una mayor tasa de personal municipal por cada mil habitantes.
Una explicación lógica a este fenómeno sería que los alcaldes de la udi —y
en menor medida, los del pdc— no contratan más personal que el resto de los
jefes comunales, pero pagan mejores sueldos a sus empleados, presumiblemente
porque gobiernan en municipios de mayores ingresos. Por otra parte, los alcaldes del ppd no disponen de tantos recursos como los alcaldes de la udi, aunque
contratan más funcionarios con sueldos más bajos. Ambos resultados indicarían
distintas estrategias de distribución de recursos entre votantes, dependiendo de
las características específicas de la comuna.
La variable de mayoría en el concejo municipal mostró efecto significativo
sobre la tasa de empleo municipal en 2012. Esto significa que, en el último
año previo a la elección de 2012, aquellas municipalidades en donde había
mayoría de concejales favorable al alcalde mostraron una mayor dotación en
contrataciones. Esto evidenciaría la acción coordinada de alcaldes y concejales
de una misma coalición para buscar beneficios electorales del empleo municipal. Si fuera así, los concejales también ocuparían redes clientelares a través de
cargos en el municipio.
Un menor porcentaje de participación electoral en las elecciones municipales
de 2008 está relacionado con mayores tasas de gasto en personal y de empleo
municipal en el periodo 2008-2012. Asimismo, una mayor tasa de empleo municipal en 2012 tiene un efecto positivo sobre la participación electoral en las
elecciones municipales de ese año. La evidencia mostrada permite establecer
conclusiones similares a las sugeridas por Nichter (2008) acerca de la estrategia
de turnout buying. Los resultados de los modelos de regresión permiten hipotetizar sobre el uso del empleo municipal con el fin de promover la movilización
de votantes en el año electoral de 2012.
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Aunque la evidencia es fuerte, se debe ser cauto en las conclusiones debido
al poco sustento teórico hallado en Chile en relación con las estrategias de movilización electoral a través del empleo municipal. Serán necesarias nuevas investigaciones para develar de mejor manera el uso del empleo municipal como
estrategia de movilización electoral. Lo anterior es de suma importancia en el
caso chileno, ya que desde las elecciones municipales de 2012 existe un régimen
electoral de inscripción automática y voto voluntario.
A pesar de lo anterior, no se encontraron resultados estadísticamente significativos que indiquen un efecto de nuestros indicadores de patronazgo en el
desempeño electoral de alcaldes que buscan la reelección en 2012. Si el empleo
municipal no genera réditos directos en el desempeño electoral de los alcaldes
incumbentes, cabe preguntarse por qué los partidos recurren a esa estrategia. Observando la relación entre empleo municipal y participación electoral, es posible
teorizar que los municipios distribuyen empleos únicamente entre personas leales
al partido o al alcalde, a fin de incentivar la asistencia a las urnas.
Una explicación complementaria es que los alcaldes ocupan prácticas de
patronazgo independientemente de sus efectos electorales. Si se considera que
los empleos municipales son un botín que reparte el ganador de una elección,
ello será independientemente del rédito electoral que genere. De ahí que parezca razonable encontrar prácticas de patronazgo en los gobiernos municipales
chilenos posibles de asociar a la militancia política de los alcaldes, aunque no
se haya encontrado que esas prácticas tengan efectos en el desempeño electoral
de los alcaldes que buscan la reelección.
Los resultados expuestos en esta investigación siembran dudas respecto a
la transparencia y probidad en el uso de recursos por parte de los municipios
chilenos. Aunque la burocracia chilena muestra en general buenos índices de
rendimiento comparados según la teoría (Ferraro, 2008; Moriconi, 2011b), es
posible que la eficiencia pública chilena tenga sustento en el gobierno central,
pero no en los gobiernos subnacionales. Comprender las dinámicas de la burocracia municipal se vuelve relevante ante los renovados esfuerzos descentralizadores en la administración pública chilena en los últimos años.
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