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Memorias públicas y transformadoras

2014, Ponencia

En una época marcada para el país por la novedad de las políticas de la memoria, por la reconstrucción, conmemoración, musealización 2 y pedagogización de las memorias cobra cada vez más importancia y urgencia la discusión académica y política sobre el sentido de las memorias públicas y transformadoras sobre el conflicto colombiano y sobre la paz. Los centros y museos de la memoria son un eje articulador de esta discusión. En el marco de este Seminario las reflexiones que queremos compartir con ustedes esperamos respondan a los siguientes interrogantes: ¿Qué entendemos por construcción de memorias públicas y transformadoras?; b. ¿Cómo se entienden los centros y museos en esta perspectiva? c. ¿Cuáles serían algunos de los alcances y desafíos de los centros y museos de la memoria en Colombia en medio del conflicto y en perspectiva de construcción de escenarios de paz? Esta ponencia tiene como antesala un proyecto de investigación titulado: "Las memorias públicas sobre el conflicto armado colombiano: Una mirada desde los centros de memoria" 3 que adelantamos en la actualidad en conjunto con la estudiante de sociología de la Universidad del Rosario Johanna Torres Pedraza, quien es coautora de estas reflexiones.

La construcción de memorias públicas y transformadoras sobre el conflicto colombiano: alcances y desafíos de los centros y museos de la memoria1. Jefferson Jaramillo Pontificia Universidad Javeriana Johanna Torres Universidad del Rosario Introducción En una época marcada para el país por la novedad de las políticas de la memoria, por la reconstrucción, conmemoración, musealización2 y pedagogización de las memorias cobra cada vez más importancia y urgencia la discusión académica y política sobre el sentido de las memorias públicas y transformadoras sobre el conflicto colombiano y sobre la paz. Los centros y museos de la memoria son un eje articulador de esta discusión. En el marco de este Seminario las reflexiones que queremos compartir con ustedes esperamos respondan a los siguientes interrogantes: ¿Qué entendemos por construcción de memorias públicas y transformadoras?; b. ¿Cómo se entienden los centros y museos en esta perspectiva? c. ¿Cuáles serían algunos de los alcances y desafíos de los centros y museos de la memoria en Colombia en medio del conflicto y en perspectiva de construcción de escenarios de paz? Esta ponencia tiene como antesala un proyecto de investigación titulado: “Las memorias públicas sobre el conflicto armado colombiano: Una mirada desde los centros de memoria” 3 que adelantamos en la actualidad en conjunto con la estudiante de sociología de la Universidad del Rosario Johanna Torres Pedraza, quien es coautora de estas reflexiones. 1. ¿Que entendemos por construcción de memorias públicas y transformadoras? Antes de responder a estas dos preguntas, comenzaremos esta disertación lanzando algunas provocaciones para el debate sobre la noción de memoria. La primera provocación es que la memoria no es una dimensión excepcional de la sociedad, de nuestra sociedad o de cualquier sociedad. Se nos ha vendido esta idea; los académicos, expertos y gobiernos de todo cuño, hemos ayudado a posicionar mucho este lugar común. El lugar común, quizá es parte de eso 1 Ponencia presentada en el III Seminario Internacional de Museos: Patrimonio, museos y memoria social, en la ciudad de Cartagena de Indias, 2014. Agradecemos la invitación de los organizadores. 2 Ejemplos de musealización de la memoria de la guerra puede evidenciarse en Europa. Por ejemplo, los primeros museos de la memoria estuvieron relacionados con el holocausto -en Alemania “Museo Judío” de Berlín (2001), en Polonia el “Museo estatal de Auschwitz-Birkenau” (1947) y el “Museo de la historia de los judíos polacos”, en Austria se encuentra el “Museo del Holocausto de Viena” 2también estuvieron relacionados con el Gulag en Rusia -el “Gulag Museum at Perm-36” y el “Museo de Gulag en Moscú”- o sobre la Guerra Civil en España -el “Refugio-Museo”. En Latinoamérica, los museos tienen que ver con los pasados violentos de las dictaduras militares del cono sur: en Argentina existen los museos de “Museo de la memoria Rosario”, y los “Museo de Arte y Memoria” (2002) y “Museo de la memoria” (ex - ESMA) de Buenos Aires y “Casa de la memoria y la vida” (2000) en el municipio de Morón; en Uruguay está el “Museo de la memoria2” (2006) de Montevideo y en Chile se encuentran los museos de “Museo de la memoria y los derechos humanos” (2010) y “Londres 38” ubicados en Santiago de Chile-; igualmente los museos de la memoria en este continente tienen que ver con las “guerras libradas” contra la insurgencia en países de Centro América –“Museo de la palabra y la imagen, tejiendo memoria” en el Salvador y en Perú se encuentra el museo “Lugar de la memoria” (2014). Finalmente, en el continente africano, la creación de los museos de la memoria está atravesada, por ejemplo, aunque no únicamente, con la conmemoración del apartheid en Sudáfrica donde están los museos de “Robben Island” en ciudad del Cabo y “Museo del apartheid” en Johannesburgo. 3 Específicamente el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación (Distrito Capital) y el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). que se ha denominado “Boom de memoria”4, por el que han atravesado muchos países, incluyendo el nuestro en la actualidad. No. La memoria es una parte de las extensas y complejas maneras como la sociedad funciona, como ha funcionado desde hace mucho. La memoria permite entender cómo una sociedad se cohesiona, pero también cómo se tensiona, cómo los individuos y grupos sociales se vinculan, pero también cómo entran en contradicción. La segunda provocación es que la categoría de memoria tiene -además de un significado muy amplio- muchos epítetos complejos (memoria social, colectiva, biográfica, histórica, institucional, democrática, pública, transformadora, etc) y diversas formas de instrumentación y manufacturación política, jurídica y académica (pensemos solo para el caso colombiano lo que ha sido, por ejemplo, toda la narrativa de justicia transicional que ha terminado colonizando el espacio del debate sobre la(s) memoria(s) en el país). En relación con lo anterior, es importante en un evento como estos, considerar la categoría a manera de “borradura”, para utilizar la expresión de Stuart Hall. La tercera provocación es que la memoria siempre es un acto, no una propiedad. Es un acto íntimo, pero fundamentalmente público. Si bien los individuos poseen memoria, lo que nos interesa es lo que los individuos hacen con ella en la esfera pública. En ese orden de cosas, “hacemos memoria” o “tejemos memoria”. Además, el hacer y el tejer es, o debería ser siempre en el horizonte, un “acto ética y políticamente solidario”, no “solitario”, por tanto “público”. La cuarta provocación es que siempre se ha dicho que la memoria está conectada con el pasado, con unos hechos que se sitúan en un tiempo y un espacio, más o menos lejanos, más o menos cercanos, hechos y pasados que son significativos para alguien desde el presente. El pasado parece siempre como un país extraño al que queremos retornar (Lowenthal) y la memoria sería una especie de boleto de ida y regreso de primera categoría o de categoría económica, según el paciente. Sin embargo, la pregunta aquí es si ¿la memoria puede decirnos algo sobre el futuro, o solo nos habla sobre el pasado? Frente a esta pregunta diremos lo siguiente: la memoria es un ámbito de lo cotidiano donde se conecta la dimensión de la experiencia (aquello que ha sucedido a alguien y de lo que es posible dar cuenta – por ejemplo – narrativamente) con la dimensión de la expectativa (lo que aún no es, pero que se presenta como guía de acción). La experiencia tiene un espacio y la expectativa un horizonte (Reinhard Koselleck). Tienen espacio porque son acumuladas, recordadas. 5Las expectativas tienen horizonte porque son objeto de espera, construcción y guía6. Siguiendo a la investigadora argentina Rosa Belvedresi, diremos aquí que “la memoria dice mucho sobre el 4 El boom memorístico no sólo ha estado acompañado de la creación de museos de la memoria, también se han impulsado iniciativas como los memoriales, parques o plazas, placas conmemorativas o monumentos, que han permitido conmemorar los pasados traumáticos de manera pública. Estas iniciativas y esfuerzos por preservar la memoria de las víctimas han surgido desde instancias locales y nacionales, algunas desde políticas o marcos jurídicos; otras desde el ámbito privado, ya sea desde alguna institución o desde las comunidades mismas, que quieren recordar a sus víctimas y no permitir el olvido de lo sucedido, un claro ejemplo es el museo-bus creado en Medellín o el Museo de la batalla de Jarama, que se encuentra cerca de Madrid en España. De igual manera, muchas de las iniciativas que surgen –en un principio- como una demanda social o como un proyecto de las organizaciones de víctimas o de derechos humanos –posteriormente- es apoyada gobiernos locales o nacionales que permiten su construcción como es el caso del Parque de la memoria de Sartaguda en España o el Parque de la memoria-monumento a las víctimas de estado en Buenos Aires. 5 Estas dos dimensiones son individuales y colectivas. Lo cual nos permite entender que las comunidades tienen espacios de experiencia, que son los saberes sociales con los que cuentan y horizontes de expectativas, que les permiten orientar sus acciones actuales hacia el futuro. 6 El que las experiencias sean acumuladas y recordadas supone también que hay distintas formas de tratar con eso que es objeto de acumulación y recuerdo. Hay distintas modalidades del pasado (un pasado vinculado a la herencia genética, un pasado vinculado a la herencia familiar, un pasado registrado – el de los historiadores-, un pasado exhibido -el de los museos-; un pasado manufacturado públicamente – el de los centros-; un pasado vinculado a eventos traumáticos). El que las expectativas sean guías y esperables, supone también que hay distintas formas de tratar con eso que es objeto de espera y guía. Hay distintas modalidades de futuro (el futuro utópico- el de las ideologías; el futuro cotidiano – el de las comunidades; etc). pasado que pretende recobrar, pero más especialmente sobre el futuro que permite pensar” (Belvedresi, 2013). Se debe tener presente esto para los museos y centros de memoria. Aquí, el futuro no aparece por fuera de la memoria, más bien introduce en ella la dimensión de la esperanza, involucra una novedad, involucra anhelo e imaginación. Realizadas estas provocaciones pasemos entonces ahora a responder a la pregunta formulada con anterioridad: ¿Que entendemos por construcción de memorias públicas y transformadoras? Por construcción de memorias públicas, concebimos, siguiendo al investigador argentino Mario Rufer, los procesos de producción de versiones y artefactos sobre el pasado –presente y el pasado - pasado, algunos de los cuales, no todos, tienen voz o autorización en la esfera pública (Rufer 2012: 35). Al asumir esto último, se entiende que las memorias públicas generan pugnas, tensiones o fricciones por regular o administrar los pasados, con el fin de legitimar determinadas narrativas en el presente y en el futuro de una sociedad o nación. En general, la memoria pública es la imagen y representación del o de los pasados, que es públicamente discutida en el espacio público construyéndose en relación con los sectores político, cultural y social (Vinyes, 2009)7. La producción de memorias públicas es un acto esencialmente político y simbólico y está soportado en luchas por mantener, tramitar, subvertir recuerdos y personalidades célebres, pero también eventos traumáticos, silencios y olvidos.8 Por su parte, por construcción de memorias transformadoras entendemos procesos no solo reconstructivos del pasado -procesos memoriales que se dedican a registrar, archivar y exhibir el dolor- sino procesos tejedores de experiencias y expectativas cotidianas e históricas de sujetos, comunidades y organizaciones. De nuevo una provocación9. Esta noción permite un desplazamiento de la discusión actual en el país, de unas memorias centradas en hechos, contextos y lógicas de victimización a unas memorias centradas en tejidos de vida. Es también una manera de discutir críticamente con el concepto de memoria histórica que se ha posicionado con fuerza a partir del trabajo importante y necesario del Grupo de Memoria Histórica. La noción de memoria transformadora permite entender el acto de recuerdo como un acto experiencial y de transformación. Esta noción de memoria transformadora permite reconocer que una excesiva pasión política y académica por la reconstrucción del pasado (el pasado moviliza más que el presente y obviamente que el futuro) puede contribuir a obturar las perspectivas y expectativas de futuro. Finalmente, con la noción de memorias públicas se reconoce que la memoria administra y gestiona institucionalmente el pasado y con la noción de memorias transformadoras, se apuesta a integrar el futuro como dimensión de dialogo entre lo institucional y lo comunitario. Ambas nociones, ayudarían a una evaluación política 7 Intervención de Ricard Vinyes, en la Cátedra Internacional por la Memoria Marc Bloch; en el panel “Iniciativas y proyectos nacionales de Museos de Memoria”, de la conferencia internacional “Experiencias nacionales e internacionales de Museos de la Memoria” realizada en FLACSO Chile, los días 5 y 6 de noviembre de 2009. 8 El tema de las luchas, usos y abusos de las memroias públicas se puede rastrear en los trabajos de Mario Rufer (2013), Lucia Brienza (2010) y Martina Garategaray (2012) para el caso de Argentina y Sudáfrica -en el Apartheid - (Rufer). Estos analistas, evidencian que las memorias pronunciadas en el espacio público, tiene usos de carácter político y social y sirven como estrategias tanto a los gobiernos de turno como a los medios de comunicación, pero también a los museos o monumentos para pronunciar sus propias narrativas de la memoria que dan cuenta en el presente de unos discursos específicos de nación, identidad y otredad. 9 El concepto de memoria transformadora surge de varias discusiones sostenidas desde la Pontificia Universidad Javeriana con organizaciones como Redepaz, entidades como la Unidad de Atención y Reparación Integral a las Victimas y colectivos de trabajo como el Cesycme – Centro de Estudios Sociales y Culturales de la Memoria. crítica de las prácticas memoriales10 y sobre todo de nuestros relatos nacionales, democráticos. Pasemos ahora a la segunda pregunta 2. ¿Cómo se entienden los centros y museos en esta perspectiva? A partir de lo anterior, podemos asumir que para nosotros los museos y centros son vehículos de memorias públicas que administran relatos nacionales, tienen gran posibilidad de voz en la esfera pública y alrededor de ellos se construyen consensos, disputas y tensiones. También los museos y centros son espacios para tejer las memorias transformadoras, en la medida que a ellos se enlazan comunidades y sujetos con múltiples repertorios de acciones de resistencia y no solo dolores en un país en conflicto. Estos repertorios son aprendizajes, pedagogías, simbologías. Los centros y museos de la memoria en un país como Colombia deben integrar la memoria histórica del dolor de comunidades y sujetos, a una comprensión más amplia del tejido vital resistente, donde se den cuenta de las perdidas, las melancolías, las nostalgias, las remembranzas, pero también las alegrías, los saberes y los afectos. Ahora bien, siguiendo al filósofo español Xavier Etxeberria, los centros y museos se entienden también como una forma de expresión del manido “deber de memoria”, pero no solo como esto. Estos son capaces de institucionalizar la presencia viva del pasado sufrido por las víctimas y de expresar que lo público sintetiza todas las dinámicas sociales en la búsqueda del reconocimiento de las memorias de las víctimas (Etxeberria 2010; 3). Por esta razón deben tener un carácter integrador, es decir, procurar por cobijar múltiples memorias y dinamizar lo que está “llamado a permanecer”. Deben ser espacios vivos, de tránsito, espacios para ser tomados, alejándose del riesgo de la museificación11. Una pequeña digresión al respecto. Se podría hacer analíticamente una diferenciación entre el centro y el museo. El centro, por concepción debería ser un espacio interactivo e integrador, de circulación de muchas cosas: ejercicios de investigación, estrategias de pedagogización, ámbito para circulación de víctimas y ciudadanía en general, espacio para tejer solidaridades entre redes, ámbito para tejer acuerdos de la verdad. Por ejemplo, es la imagen que tenemos de un centro Mudrovcic, María Inés y Nora Rabotnikof. 2013. “Introducción”. En: Mudrovcic, María Inés y Nora Rabotnikof (coords) 2013. En busca del pasado perdido. Temporalidad, historia y memoria. México: Siglo XXI editores/UNAM (pp. 9-25). 11 Diferenciamos aquí musealización y museificación. La primera tiene que ver con las transformaciones simbólicas de un objeto en una realidad específica la cual sólo tiene sentido en el marco de las lógicas del museo, de tal manera que se entiende como una actividad que le es inherente al museo. De esta forma la musealización es el valor que documenta la realidad, pero no constituye en ningún momento la realidad misma (Desvallées 2009; 51). Esta perspectiva permite analizar los procesos de exhibición y trámite de la memoria en la esfera pública –que realizan los Centros de la Memoria- como formas en las que se transforman los testimonios de las víctimas en objetos museales, de tal manera que adquieren realidades culturales específicas. La musealización permite entender a los objetos más allá de la colección para inscribirse en una gestión racional que entiende al objeto como portador de información (objeto-documento). Los artefactos de la memoria no solo brindan información sobre lo que sucedió, en este proceso, logran narrar, exponer y producir proyectos de memoria particulares. Por su parte, la museificación se refiere a las acciones políticas, culturales y sociales realizadas por las instituciones, comunidades o el estado, orientadas a seleccionar y confinar un “objeto” Esta selección sustrae al objeto de su referente histórico y cultural convirtiéndolos en reminiscencias exóticas del pasado (Jaramillo y Del Cairo 2013; 77). La museificación es una forma de instrumentalizar el ejercicio de la musealización para exotizar, construir y legitimar ciertos objetos o realidades sociales con el fin de servir a una memoria colectiva. Esta perspectiva permite ver cómo los centros de memoria pueden estar petrificando tanto objetos, como personas o comunidades a través de unas retóricas específicas, las cuales no se encuentran ajenas a procesos de disputas sobre las representaciones de lo que se quiere exhibir o tramitar. De igual forma esta perspectiva es bastante interesante en la medida que permite comprender esos procesos de selección y petrificación no sólo de objetos sino también de comunidades o personas, lo que a su vez puede ayudar a evidenciar si los Centros de memoria están pronunciando unos pasados en la esfera pública a través de retóricas de la exotización o moralización de las memorias. 10 como el de Memoria, Paz y Reconciliación del Distrito y, en parte, del Centro Nacional de Memoria Histórica.12 El museo, en cambio, sería un espacio para inscribir, conservar, exponer, circular, transmitir un patrimonio. No queremos meternos en disquisiciones sobre que tanto de lo uno se cruza o se diferencia con lo otro en un país como Colombia. Lo cierto es que ambos, en este contexto juegan un papel determinante en romper con el lugar común de ser únicamente “medios para recordar un pasado”. Llámese un pasado oficial, institucional, hegemónico, comunitario, etc. 13 Más bien estos espacios están llamados a producir y recrear distintas miradas sobre el pasado y los presentes, y en ese sentido posicionar distintas narrativas en la esfera pública. Creemos comprender que tanto centros como museos, tienen en sus objetivos, al menos tres horizontes: 1. Posicionar lecturas específicas del pasado que quiérase o no obedecen a unos intereses claros de instituciones y comunidades en el presente; 2. Construir memorias públicas que se quieren pronunciar y poner en escena; 3. Fortalecer proyectos de futuro. A través del carácter narrativo y performativo que tienen las memorias, se evidencia también el potencial político que ejercen estos centros y museos para producir, tramitar, exponer y pronunciar las memorias públicas. Retomando el trabajo de Michael Lazzara (2011) en Chile y Argentina, en el que compara “Museo de la Memoria y los Derechos Humanos con el “Espacio para la Memoria Londres 38” los centros y museos pueden entenderse como “lugares de inscripción” de diferentes proyectos de inscripción pública del pasado. Pero la inscripción del pasado puede ser de distinto tipo: una inscripción “preservativa” cuya función es inscribir en la memoria pública, el famoso imperativo “no debe volver a suceder” (por ejemplo, el horror de dictadura o en nuestro contexto el horror de la masacre); otra inscripción “reflexiva” o “alternativa” en donde el museo y el centro se salen de la función puramente informativa y pasan a ser casas tomadas, espacios para el “recorrido sensible – interactivo” que compromete a los visitantes en una reflexión sobre el pasado, el presente, el futuro de los sujetos victimizados. Vale la pena preguntar ¿quienes realizan esta inscripción reflexiva o alternativa? dado que, en el caso colombiano, y aquí retomo el trabajo de William López “Museos en tiempos de conflicto: Memoria y ciudadanía en Colombia” vale la pena preguntar quién ha escenificado la inscripción. La respuesta es que aún son sectores muy reducidos de la sociedad, lo cual se traduce en un control férreo sobre la representación institucional de clases sociales, de diferenciación social y de violencia política, sobre todo del Estado y de los discursos museográficos del pasado reciente. (López Rosas 2010: 17) 12 Los centros de la memoria se han creado desde varios ámbitos en diversos países. Algunos desde un marco jurídico como una ley (el caso de Colombia; o el caso de España, por ejemplo: el “Centro Documental de la Memoria Histórica” o el “Centro Nacional para la memoria de las víctimas del terrorismo”) o una política de la memoria de un gobierno distrital (el caso del distrito capital; o el caso de Medellín), otros desde iniciativas privadas (el caso del Centre for Holocauts and genocide studies que se creó en Estados Unidos entre 1998 y 1999; o el Centro de la memoria, Nelson Mandela”, fundado en el 2004 por Mandela, como continuación de la tarea memorística en la que viene trabajando la fundación Mandela (NMF) igualmente creada por Mandela.). Algunos como resultado de una comisión de verdad, como en los casos de Perú. Todos ellos se crearon en coyunturas políticas particulares y en unas administraciones preocupadas por la reconstrucción de la memoria de los pasados violentos, por combatir contra los olvidos para que no quede impune estos pasados.. 13 Queremos llamar la atención sobre algo y es que apenas comenzábamos a entender el papel de los museos en la historia del país y aparecieron los centros de la Memoria. Esto nos pone en aprieto, y nos lanza el desafío, porque hay que entender la manera como unos y otros producen, narran, administran y exponen las memorias y hacen usos específicos del pasado. Nos falta más investigación sobre qué imaginarios proyectan en el presente y hacia futuro tanto museos como centros y como se oficializan o subvierten proyectos de memoria a nivel nacional, regional, distrital. 3. ¿Cuáles serían algunos de los alcances y desafíos de los centros y museos de la memoria en Colombia en medio del conflicto y en perspectiva de fortalecimiento de escenarios de paz? a. Entender y ser sensibles a las múltiples luchas por las representaciones públicas del pasado, entendiendo las múltiples locaciones y los diversos artefactos que tiene la memoria para contar de la guerra, pero también para narrar la paz, las paces. b. Hacer evidentes las relaciones de poder, las memorias débiles y las memorias fuertes para hablar en palabras del historiador italiano Enzo Traverso. Entender que unas voces pueden ser las de los académicos, pero otras las de los ciudadanos, comunidades regionales. Que entre ellas se tejen disputas por la representación . c. Entender que deben estar compuestos de diversos dispositivos y artefactos de la memoria. De hecho para el caso de los centros nacional y distrital esteo es evidente en lo Informes, exposiciones, multimedias, semanas por la memoria o foros -que cada centro utiliza para vehiculizar la memoria, para posicionarla en el espacio público, trasmitirla o exponerla- como artefactos de la memoria. d. Los centros y museos de memoria no pueden caer en la falacia de ser una “cuota” que se paga a las víctimas a modo de reparación, deben mantener vivo lo que está “llamado a permanecer”. Espacios vivos de circulación social. Para lograrlo, las acciones, iniciativas o artefactos de memoria no deben estar enfocados únicamente en el recuerdo, sino que el recordar debe tener la capacidad de transformar y reconciliar el presente y futuro e. Entender que en Colombia los centros y museos no son la única expresión de memorias públicas y transformadoras. Por ejemplo, pensemos en Casa de la memoria de la Costa Pacífica Nariñense. Esta iniciativa surge desde el 2002 y ha entendido a la memoria de dos maneras principalmente 1) como espacio de Visibilización, donde el fin no es sólo recordar, sino que, a través de los mecanismos de construcción de la memoria como los informes, las exposiciones y las bases de datos se haga una denuncia y se exija al estado, entiende a la memoria como esclarecedora. 2) También se entiende como formadora de las nuevas generaciones, no sólo para contar lo que sucedió sino para formar conciencias que permitan comprender los hechos y actuar en pro de la paz a través de iniciativas como las de los gestores por la paz y los derechos humanos o los diplomados y foros que se realizan tanto en la casa como en el colegio. f. Las memorias públicas y transformadoras son en esencia memorias de denuncia y resistencia. Es el caso de las iniciativas emprendidas en Trujillo Valle en el Parque Monumento, en el museo-oratorio de Tiberio y en los diferentes performance que han realizado como el de las Ánimas y la Llorona. Estas estrategias y espacios permiten hacer pública la memoria ante los actos de violencia, conmemorar y reconocer el duelo. De igual forma en Trujillo la construcción de múltiples memorias no sólo ha sido de las víctimas de Trujillo, en la narrativa del Parque Monumento se integran otras memorias en los “senderos de la memoria”. Son memorias de “otras” violencias. g. Entender que son diversas las apuestas metodológicas, estéticas, políticas que hacen presentes y activas las memorias transformadoras. Por ejemplo, en Bucaramanga ASFADES está liderando una iniciativa de construcción de una Casa de la memoria que se ha pensado como un espacio para exhibir las galerías, para hacer acompañamiento a las víctimas y organizaciones en sus procesos de construcción de memoria y para a través de ejercicios de memoria como “el tapete de la memoria” o “tejiendo memoria” atener a las víctimas. Esta organización se ha pensado la memoria principalmente como un espacio “para sacar afuera el dolor”. Por eso, sus ejercicios de memoria se han enfocado en hacer galerías que permitan mostrar los rostros de los desaparecidos y sus vidas. Se teje la vida. Este proyecto desde Bucaramanga al igual que el Salón Nunca Más en Granada Antioquia han entendido a la memoria como un lugar de denuncia que rompe con el silencio y da cuenta de las personas que no pueden hablar. h. Entender que la construcción de las memorias transformadoras y públicas no son proyectos totalmente acabados, sino que están en procesos de construcción y además lo están haciendo en medio del conflicto. Un primer desafío es el de la seguridad de quienes deciden abanderar estos procesos de construcción de la memoria, de defender los derechos humanos y de ser gestores de paz. El gran reto está en cómo hacer ejercicios de memoria, cómo construir lugares de la memoria que denuncian, que cuentan un relato en lo público y son sinónimo de resistencia y de lucha frente a la violencia y que con ello no se revictimice a la comunidad, el reto está en defender la vida y el territorio. i. Los centros, museos e iniciativas de memorias transformadoras y públicas deben procurar por formar gestores de paz y promotores de derechos humanos. La dificultad está en que las nuevas generaciones no vean normal los ambientes violentos, sino que deben rechazar estos actos. j. Uno de los grandes desafíos que enfrentan los centros y museos de la memoria en el país, es hacer que la memoria sea reparadora. k. Llevar a cabo procesos de pedagogía de la memoria en medio de la guerra, porque son espacios dispuestos para que las propias comunidades, victimas u organizaciones sindicales, sociales y de victimas empiecen a construir su propia memoria, se rompa el silencio y se empiece a socializar lo sucedido. Posicionando, además, la construcción de cajas de herramientas para trabajo local. l. Otro gran desafío tiene que ver con los mecanismos de socialización y apropiación de la memoria en las regiones, ya que el centro se ha dedicado a generar productos como los informes y la página web, que no son totalmente adecuados para poblaciones rurales o indígenas, donde no hay un contacto recurrente con los medios magnéticos, pero tampoco con materiales sensibles a condiciones locales. El reto está en construir otros registros que permitan la apropiación social de estos espacios. En este aspecto se ha avanzado, pero aún muy tímidamente. m. En el caso de Bogotá los desafíos que tiene tanto el CNMH como el CMPR giran en torno a la apropiación social de la memoria por parte de la ciudadanía en general, de pedagogizar la memoria que permitan no sólo enseñar sobre lo sucedido en el conflicto armado reciente, sino que permitan generar una cultura de la memoria. Ambos centros han avanzado en este tema con el trabajo con Profesores y estudiantes tanto en Bogotá como en las regiones para crear proyectos de la memoria que sean socializados en los Colegios. También ambos centros han hecho trabajos con universidades para que se incluya en las cátedras el tema de memoria, en el momento el CNMH lleva acabo la cátedra del Basta Ya. Estos proyectos ayudan a poner en escena el tema de la memoria, debatir sobre ella y así generar espacios de diálogo y construcción ciudadana. n. Sensibilizar a la población que “aparentemente” no le ha tocado el conflicto, pero ha escuchado de este y considera “estar saturado” de lo que ha escuchado. o. Aunque se hacen foros, conversatorios, semanas por la memoria y diplomados, estos suelen llegar las personas interesadas en el tema como los académicos, organizaciones sociales y de víctimas y estudiantes universitarios. Hay que seguir impactando más públicos. El CMPR tiene un proyecto de un “memomovil” que es un carro que pretenderá descentralizar el trabajo y llevar el Centro a otras partes de la ciudad para que diferentes poblaciones conozca qué se está haciendo desde Bogotá en materia de construcción de la memoria. p. La creación del Museo Nacional de la memoria será un gran desafío porque se tiene que pensar qué guión se privilegiará, qué objetos articularán la narrativa museal, que se seleccionara para las salas permanentes, cómo se planteará lo itinerante. También cómo se incluirán las múltiples memorias de las regiones, cómo se van a contar las historias sobre los victimarios, cómo se expondrá el horror del conflicto sin que esto vuelva a revictimizar o exacerbe los sentimientos de odio por lo sucedido. q. Otro desafío al que se enfrenta el CMPR en Bogotá es el proyecto de los oficios de la memoria que busca apoyar las iniciativas de memoria y de resistencia que llevan acabo las organizaciones de víctimas desde las localidades de Bogotá para no recuperar los saberes que ellos traen desde las regiones. El reto está en que a través de los oficios de la memoria se generen espacios de autogestión de economías para que existan objetos de memoria que puedan llegar a otros sectores de la población y den cuentan de los relatos y las historias de lo sucedido, pero a la vez generen ingresos para los grupos de víctimas. r. Seguir haciendo un trabajo conjunto entre los centros y el conjunto con las víctimas y la ciudadanía a través de un escenario físico y virtual, para hablar de violencia política y construcción de paz. Como es el caso del Centro de Memoria Paz y Reconciliación s. Articular los escenarios virtuales y los espacios materiales. Diversificar las estrategias del Museo virtual, la emisora virtual, las cartografías. En Bogotá esto se ha planteado desde un mapeo de los lugares de la memoria en la ciudad, intentando resignificar dichos espacios en la ciudad. Además, existe un espacio destinado a la multimedia, a la pedagogía de la memoria, a las exposiciones, a los videos, a los audios, a la galería. Es un espacio en donde no sólo se educa y genera una cultura ciudadana sobre la paz y la memoria, sino que también pretende mostrar los objetivos a cumplir por el centro, los logros obtenidos y se proyectan sus propuestas y reflexiones sobre memoria histórica o violencia política. t. Los centros nacionales deben pensarse con más fuerza eso de la jurisdicción en todo el territorio nacional y el Museo Nacional de la Memoria articularse a una narrativa de descentramiento donde se reconozca de mejor forma y con más contundencia los esfuerzos locales y regionales por apostar a narrativas museales propias sobre lo sucedido. Consideraciones adicionales Es importante resaltar que, ambos centros se encuentran interesados por el tema de la paz y los derechos humanos. Sin embargo, no se apropian de la misma forma sobre estos temas. Desde la creación del CMPR, su preocupación ha sido la formación de un espacio de pedagogía y de reflexión sobre el pasado violento del país. Este centro le ha apostado a la pedagogía de la memoria y a la cultura ciudadana de la paz, los derechos humanos y la reconciliación. Estos esfuerzos se evidencian en las capacitaciones realizadas a profesores y estudiantes; a través de las exposiciones que no sólo se realizan al interior del centro, sino que tienen un impacto en el espacio público como lo es el caso de “Los ejes de la memoria”; otro ejemplo son las once cartillas publicadas en la página web que dan cuenta de unos ejercicios para la reconstrucción de la memoria y concientizar a la gente sobre dicho tema. Por su parte, al CNMH le corresponde de acuerdo con la Ley 1448/2011 crear y diseñar un programa de Derechos Humanos, que tiene como función la de crear un archivo con los materiales recogidos sobre las violaciones a los derechos humanos. Una vez más, el interés está más enfocado hacia la búsqueda de la verdad de los hechos, para poder esclarecerlos y no dejar en la impunidad las situaciones de violación de derechos que han sufrido miles de víctimas en el país. Ambos centros se diferencian en la manera como conciben sus espacios físicos. El CMPR tiene un espacio que se divide en un museo, en un área de exposiciones y unos salones y un auditorio que sirven para eventos sobre la memoria como foros, seminarios y diplomados14. Esta manera de entender el espacio del centro permite que tanto los ciudadanos como las organizaciones sociales y de víctimas se apropien de este espacio, lo ocupen y hagan parte de él y de su construcción. De igual manera, este espacio, permite cumplir con su objetivo principal que es el de incentivar una cultura por la memoria, la paz y la reconciliación, así como la promoción de un proyecto de pedagogía de la memoria. Por su parte el CNMH, es un lugar que, en el caso de Bogotá, funciona bajo la figura de un territorio habitado por investigadores y funcionarios del centro. Referencias -Belvedresi, Rosa. 2013. “¿Puede la memoria del pasado decir algo sobre el futuro?”. En: Mudrovcic, María Inés y Nora Rabotnikof (coords) 2013. En busca del pasado perdido. Temporalidad, historia y memoria. México: Siglo XXI editores/UNAM (pp. 138-156). -Cruz, Manuel. 2013. “El pasado, Caballo de Troya en el futuro”. En: Mudrovcic, María Inés y Nora Rabotnikof (coords) 2013. En busca del pasado perdido. Temporalidad, historia y memoria. México: Siglo XXI editores/UNAM (pp. 157-181). -Mudrovcic, María Inés y Nora Rabotnikof. 2013. “Introducción”. En: Mudrovcic, María Inés y Nora Rabotnikof (coords) 2013. En busca del pasado perdido. Temporalidad, historia y memoria. México: Siglo XXI editores/UNAM (pp. 9-25). -Brienza, Lucia. 2010. “Los usos del pasado dictatorial en los primeros años de democracia. Argentina 1983-1989. En: Revista Escuela de Historia vol. 9, num. 1-2 pp 1- 24. Universidad Nacional de Salta. -Desvallés, André y François Mairesse. (2010) Conceptos claves de museología. Paris: Armand Colin. -Etxeberría Mauleon, Xabier. (2010) “Ética de la memoria y centros de la memoria” pp 1-12. -Garategaray, Martina. (2012) En el nombre de Perón. 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El Colegio de México. 14El CMPR ha realizado cuatro diplomados: Territorios, conflicto y agenda de paz; Memoria, acción y espacios públicos; Comunidades afrocolombianas y memoria histórica en el marco de justicia y paz y Cátedra de memoria e historias recientes. En algunos de ellos la Universidad Javeriana ha contribuido en alianza con la red de memoria distrital.