Hernández Amores, Germán. Murcia, 10.VI.1823 – 16.V.1894. Pintor.
Nació Germán Hernández Amores, de familia artesana y “con pocos medios de fortuna —que escribiera Baquero—, pero con fe y alientos que aquella hermosa época del romanticismo infundía”. En el primer tercio de siglo, entre las ideas liberales y reaccionarias, creció y se formó, el futuro pintor, máximo representante del nazarenismo español y exponente esencial de la pintura religiosa del siglo XIX.
Germán Hernández Amores inició su formación artística en las clases de la academia de dibujo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Murcia bajo la dirección de Santiago Baglietto, clasicista, discípulo de Álvarez, e intérprete local y mediocre de la escuela de Salzillo. En 1844, Germán, en compañía de tres de sus hermanos, marchó a Madrid. En las aulas de San Fernando recibió las enseñanzas de Dibujo y Pintura de José y Federico de Madrazo, Juan y Carlos de Ribera; con estos últimos mantuvo lazos estéticos y de amistad durante toda su vida. El pintor se vinculó a las inquietudes estéticas del clasicismo. Dibujos para El Semanario Pintoresco e ilustraciones para los cuentos del editor Mellado conformaron sus primeros trabajos, así como la presentación de sus primeros cuadros en los salones de la Academia de Nobles Artes de San Fernando.
En 1851 marchó a París, pensionado por las Pías Fundaciones, donde continuó su formación en el estudio de Gleyre, autor de Las Ilusiones perdidas. Los modelos de Ingres, Flandrin, y Bouguereau, amigo y rival, enriquecieron su pintura. Con fecha de 10 de enero de 1853, Hernández Amores marchó a la Academia de Roma con pensión extraordinaria. Roma fue la ciudad de su madurez, donde encontró a Overbeck, a Peter Cornelius, al círculo de los nazarenos.
Pero también es cierto que algunas de sus primeras obras de esos años, como La desesperación de Judas, ya tenían la influencia de estos neocatólicos alemanes.
La pintura que realizó durante los ocho años de estancia en la Ciudad Eterna es de formas cerradas, dominio de la línea sobre el color, ambientes irreales, con una carga de intimismo e ingenuidad en la recuperación del clasicismo. En Roma casó con Francesca, “joven de una gran belleza, una madona griega”, que escribiera Jacinto Benavente, intimó con Cánovas del Castillo, por entonces funcionario de la embajada española en Roma, pintó con Isidoro Lozano en el Colegio Eclesiástico y vivió la vida cultural con los jóvenes artistas, comidas en la trattoria de Lepre y largas tertulias en el café Greco.
De regreso a España presentó a la Nacional de Bellas Artes de 1858 Sócrates reprendiendo a Alcibíades y obtuvo una 2.ª Medalla. La Medalla de 1.ª Clase la consiguió en 1862 con el cuadro El viaje de María Santísima y san Juan a Éfeso después de la muerte del Redentor, pintura de atemperados colores, figuras elegantes, que poseen una bellísima expresión iluminadora de sus almas, con un aire celestial tan conseguido que nos transporta a ese mundo irreal e íntimo. El Descendimiento de la cruz, La Virgen del desierto, La Anunciación, La Magdalena a la puerta del sepulcro, Susana y otros muchos lienzos que culminaron con El Calvario de San Francisco el Grande, templo que recoge las inquietudes pictóricas del siglo XIX.
En 1864 obtuvo el título de profesor de Dibujo de Figura, que ejerció tras la creación de las Escuelas de Artes y Oficios, en la situada en la calle de San Roque.
Mostró su obra en las Exposiciones Nacionales, escribió, asistió a jurados por toda la geografía nacional y llegó a poseer una extraordinaria biblioteca.
Su arte evolucionó hacia temas literarios y helenísticos.
Julieta y Romeo, Safo en la Roca, Eros y Anteros, Fausto y Margarita en el jardín, Pompeyana en el baño, Una ofrenda a Pericles, Mariposa, son temas que pudieron derivar hacia la pintura pompeyista, “revival”, que, motivados por el amor a lo clásico, tan profundamente decimonónico, llegaron a difundir en su obra la vida cotidiana del mundo antiguo.
En el salón de los Pasos Perdidos del Congreso de los Diputados pintó unas figuras alegóricas de los ríos españoles y varias provincias. En 1873 se le encargó la organización del Museo Helénico en el Casón del Buen Retiro. Fueron los años de honores y reconocimientos.
En 1876, se le concedió la Encomienda de Carlos III. En 1882 representó a España en la Exposición de Bellas Artes de Viena y en 1892 fue nombrado académico de la Real de Bellas Artes de San Fernando. El 29 de mayo leyó su discurso que versó sobre el arte clásico y fue contestado por Francisco Fernández y González. En los últimos años parece que dirigió su pintura hacia un cierto realismo idealizado, como La aguadora, Aldeana en la fuente, Retrato de mujer con claveles, Muchacha en la alcoba, La huérfana del pescador. Nunca abandonó sus inquietudes pero los nuevos tiempos le llevaron a estos temas.
En abril de 1894 solicitó permiso por enfermedad y marchó a Murcia. Un mes después, el 16 de mayo, falleció en Murcia a los setenta y un años de edad, en su domicilio del plano de san Francisco, n.º 7, principal.
Germán Hernández, modesto en sus gustos, metódico y enemigo del brillo, era un espíritu selecto.
Hombre culto, sintió la belleza como un italiano del Renacimiento, y fue el máximo representante del clasicismo español del siglo XIX.
Obras de ~: Sócrates reprendiendo a Alcibíades, 1858; El viaje de María Santísima y san Juan a Éfeso después de la muerte del Redentor, 1862; El Descendimiento de la cruz; La Virgen del desierto; La Anunciación; La Magdalena a la puerta del sepulcro; Susana; El Calvario, San Francisco el Grande (Madrid); Julieta y Romeo; Safo en la Roca; Eros y Anteros; Fausto y Margarita en el jardín; Pompeyana en el baño; Una ofrenda a Pericles; Mariposa; La aguadora, Aldeana en la fuente, Retrato de mujer con claveles; Muchacha en la alcoba; La huérfana del pescador.
Escritos: La industria en la antigüedad, discurso leído en el Conservatorio de Artes, 1877-1878, Madrid, Conservatorio de Artes, 1877.
Bibl.: L. García del Valle, “Alcibíades reprendido por Sócrates”, en Las Bellas Artes (Valencia), 15 de junio de 1858; J. Castro y Serrano, España en Londres, Madrid, Imprenta de T. Fortanet, 1863, pág. 87; M. Ossorio y Bernard, Galeríabiográfica de artistas españoles del siglo xix, Madrid, Imprenta de Moreno y Rojas, 1883-1884; Artistas y críticos españoles, Barcelona, 1891; F. Fernández y González, Elogio del Sr. D. Germán Hernández Amores, discurso de ingreso de la Academia de San Fernando, Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (RABASF), 1892; A. Baquero Almansa, “D. Germán Hernández Amores”, en El Diario de Murcia, 18 de mayo de 1894, pág. 1; R. Balsa de la Vega, “Hernández Amores. Semblanza”, en La Ilustración Artística (Barcelona), 2 de septiembre de 1895, pág. 595; Catálogo de los profesores de las bellas artes murcianos, Murcia, Imprenta Sucesores de Nogués, 1913- 1980; J. Benavente, Recuerdos y olvidos Memorias, 1866-1886, Obras completas, t. XI, Madrid, Aguilar, 1958; A. E. Pérez Sánchez, Inventario de las pinturas de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, RABASF, 1964; “Arte en Murcia”, en VV. AA., Murcia, Madrid, Fundación Juan March, 1976 (col. Tierras de España); B. de Pantorba, Historia y crítica de las exposiciones nacionales de bellas artes celebradas en España, ed. de J. R. García-Rama, Madrid, 1980; F. J. de la Plaza y Santiago y M. Páez Burruezo, La pintura (1817-1930), en VV. AA., Historia e la Región Murciana, t. VIII, Murcia, 1980; M. Páez Burruezo, El Clasicismo en la pintura del siglo XIX: Germán Hernández Amores, Murcia, Ayuntamiento, 1995.
Martín Páez Burruezo