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María Moliner

Características
Diccionario de uso del español

Por José-Álvaro Porto Dapena

Como es obvio, para utilizar adecuadamente un diccionario, resulta indispensable conocer sus características, puesto que —aunque sea una verdad de Perogrullo— los diccionarios no son todos iguales, porque cada uno ha sido concebido para resolver un determinado o unos determinados tipos de dudas. No es lógico, por ejemplo, que a un diccionario monolingüe común le exijamos, como a veces se hace, información sobre una determinada cuestión científica, pues ello correspondería a una enciclopedia, o sobre un vocablo perteneciente a una terminología muy concreta, porque para eso tendríamos que consultar un diccionario terminológico específico. En definitiva cada diccionario posee unas metas y fines específicos, que no pueden de ningún modo ser desconocidos ni olvidados por el usuario. A continuación, por ello, voy a referirme a las características más sobresalientes y específicas del de María Moliner.

1. Carácter semasiológico y onomasiológico

El primer rasgo característico y fundamental del María Moliner nos viene dado ya por su propio título, no siempre correctamente interpretado. Se llama diccionario «de uso», expresión que en este caso no significa lo que a veces se cree, esto es, «diccionario descriptivo y sincrónico que selecciona y define las palabras más corrientes entre los hablantes de una comunidad», según la definición de Martínez de Sousa1. No quiero decir que el DUE no cumpla las condiciones de semejante definición y no sea, por lo tanto, en este sentido un verdadero diccionario de uso, característica que sin embargo le niega G. Haensch2, sino que la intención de la autora con este título no fue aludir precisamente a esta condición, sino al hecho de que su obra está concebida «para guiar en el uso del español tanto a los que lo tienen como idioma propio como a aquellos que lo aprenden y han llegado en el conocimiento de él a ese punto en que el diccionario bilingüe puede y debe ser sustituido por el diccionario en el propio idioma que se aprende. Y ello, en primer lugar, trayendo a la mano del usuario todos los recursos de que el idioma dispone para nombrar una cosa, para expresar una idea con la máxima precisión o para realizar verbalmente cualquier acto expresivo. Y, en segundo lugar, resolviendo sus dudas acerca de la legitimidad o ilegitimidad de una expresión, de la manera correcta de resolver cierto caso de construcción, etc.»3.

Es decir que, aunque a primera vista no lo parezca, el Diccionario de María Moliner no es exclusivamente un diccionario para la interpretación o descifrado de enunciados, sino para el uso, esto es, para el cifrado de mensajes, lo que significa ante todo que, utilizando términos más técnicos, nos hallamos ante un diccionario que a su carácter semasiológico, común a la generalidad de los diccionarios alfabéticos monolingües, añade el de onomasiológico, propio de los también denominados diccionarios ideológicos y de sinónimos.

He aquí, pues, la primera y más fundamental originalidad del DUE, a la que, al pasar desapercibida por gran número —por no decir la mayoría— de los usuarios, éstos no saben sacarle el debido partido. Lo mismo que ocurre con el DRAE y otros diccionarios del español actual, en la mayor parte de lo casos el María Moliner es consultado para resolver dudas de interpretación, generalmente relativas al significado o significados de una palabra, y, en el cifrado de mensajes, se utilizará casi exclusivamente para consultas relativas a la ortografía de palabras y sólo en contadas ocasiones para buscar un sinónimo (en este caso se preferiría seguramente un diccionario de sinónimos) o un vocablo más preciso y ajustado a la idea que se quiere expresar, circunstancia esta última en que se acudiría más bien a un diccionario exclusivamente ideológico como puede ser el ya clásico y conocido de J. Casares. Se olvida —o se desconoce— que el Diccionario de M.ª Moliner es también, a la vez que alfabético, un verdadero diccionario ideológico y de sinónimos.

Esta doble finalidad, semasiológica, asociada al carácter alfabético, y onomasiológica o ideológica, hace que la microestructura de los artículos lexicográficos se establezca en torno a dos ejes: por una parte el correspondiente a la organización en acepciones, el cual representa el aspecto estrictamente semasiológico, en el que se da cuenta, fundamentalmente, del significado o significados de la palabra-entrada, y, por otra, la inclusión de listas de palabras, donde se ofrecen, distribuidos en series, diversos grupos de vocablos semánticamente relacionados con la entrada, característica que permite, por una parte la búsqueda de sinónimos y, por otra, la del vocablo más adecuado a lo que queramos decir en un momento determinado.

La mayor parte de los usuarios, sin embargo, han visto siempre en estas listas un conglomerado bastante heterogéneo y anárquico de elementos que más estorban la consulta del diccionario que la facilitan. Solo una parte de razón hay en este juicio, al encontrarse las listas o catálogos incluidos entre las acepciones, problema que se ha resuelto por cierto en la nueva edición, donde dichos catálogos se colocan al final del artículo4, en el cual quedan así perfectamente separadas las dos partes, semasiológica y onomasiológica. Compárese, por ejemplo, el artículo armonía tal como aparece en la antigua y en la nueva edición.

Ahora bien, este carácter activo, cifrador o, según prefiere calificarlo la autora del DUE, «de uso» se manifiesta no solo en su vertiente onomasiológica, sino a su vez en otras características, entre las cuales merece destacarse la frecuente información sintáctica sobre el régimen preposicional de los verbos y, en general, sobre la combinatoria de la palabra-entrada cuando ésta suele aparecer acompañada de cierto o ciertos vocablos. Piénsese a este último respecto, por ejemplo, en el caso de risa, que, según se informa en el DUE, se combina, entre otros, con los adjetivos sardónica y retozona o con verbos como troncharse, mondarse, mearse, etc., o en ira, que se usa frecuentemente con encenderse, llenarse, descargar, ciego de. De acuerdo con esto, el Diccionario de María Moliner puede utilizarse muy bien como un verdadero diccionario sintáctico, finalidad a la que contribuye asimismo otra peculiaridad no menos destacable, representada por los frecuentes ejemplos de uso que la autora incluye después de las definiciones. De ellos nos dice la lexicógrafa que «ponen ante el lector el valor de uso de las palabras, no siempre claro aun conociendo su valor lógico»5.

Es decir, los ejemplos sirven no solo para corroborar al lector lo dicho en la definición y explicaciones complementarias, sino al mismo tiempo para dar una clave para el uso del vocablo en cuestión.

  • (1) Cfr. J. Martínez de Sousa, Diccionario de lexicografía práctica, Vox, Bibliograf, 1995, s. v. Diccionario de uso. volver
  • (2) Cfr. G. Haensch, La lexicografía, Gredos, Madrid, 1982, pág. 156. volver
  • (3) Cfr. DUE, pág. IX. volver
  • (4) Esto produce, sin embargo, otro problema no tenido en cuenta por los redactores de esta nueva edición: el no saberse muchas veces a qué acepción del artículo corresponden estos catálogos, cosa que se podría haber obviado muy fácilmente, haciendo una señal con un numerito o letra; por ejemplo CATÁLOGO 1 para la acep. 1, CATÁLOGO 2 para la 2, etc. volver
  • (5) Cfr. DUE, pág. IX. volver
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