Tamerlán
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Tamerlán. Fue un sanguinario conquistador mongol de Samarcanda que nació en Kesh, actual Uzbekistán, en 1336. Se proclamó heredero y continuador de Gengis Kan, fundador del imperio mongol. Creó un gran ejército con el que se lanzó a la conquista de Asia, liberó de peligros la Ruta de la Seda y promulgó leyes que mejoraron la vida de sus súbditos.
Fue uno de los más grandes conquistadores mongoles. Sus dominios abarcaron ocho millones de kilómetros cuadrados en un tiempo cubierto por la guerra y la destrucción, pero también por un magnífico esplendor cultural y comercial, auspiciado por el mecenazgo de este célebre gobernante asiático.
Creó un imperio que se extendía desde la India hasta el mar Mediterráneo.
Sumario
Biografía
Tamerlán nació el 10 de abril de 1336, en el seno de una tribu mongola establecida en Kesh (Transoxiana), actualmente (Uzbekistán), y se hizo famoso al servicio del kan Cagatai Tughuq. Se le llamaba Tamerlán, versión europea de Timur Lang (Timur el Cojo), porque padecía una discapacidad en el lado izquierdo de su cuerpo.
Su ascenso al poder
Este noble musulmán de origen turco llegó a ser el ministro principal del virrey de Transoxiana, que gobernaba aquella región occidental del imperio mongol. En 1363 se rebeló contra él y le arrebató el poder.
Entre 1364 y 1370 logró el control de Transoxiana, aplastando a antiguos superiores y aliados, y en el último año se proclamó rey independiente, alegando su condición de heredero de Gengis Kan, de quien probablemente descendía su padre por línea materna.
Expansión militar
En 1370 después de su proclamación como rey independiente, eligió como capital de su incipiente Estado la esplendorosa ciudad de Samarcanda. Desde ella inició una expansión militar como no se había visto desde la época del mismísimo Gengis Kan.
Su sueño vital pasaba por recuperar el perdido fulgor del imperio mongol y, durante los primeros años, se dedicó a cimentar la estructura de un estado sólido y unificado bajo su cetro. Para ello diseñó leyes de gobierno en las que se aunaban las viejas costumbres y otras de nuevo cuño que mejoraron la vida de sus súbditos.
A esto se sumó la creación de un incontestable ejército, considerado la mejor maquinaria bélica del momento. Con dichas tropas, Tamerlán se lanzó a la conquista de Asia bajo el influjo de lo logrado por Alejandro Magno, una de sus más claras y admiradas referencias históricas.
Durante 35 años los ejércitos de Samarcanda cubrieron buena parte del continente asiático, extendiéndose de este a oeste y de norte a sur por las actuales Siria, Irak, Irán, Pakistán, Afganistán, Turkmenistán, Uzbekistán, parte de La India, Turquía, Rusia.
Sometió a los kanatos vecinos y antes de 1394 ya había conquistado Irán, Mesopotamia, Armenia y Georgia, e invadió repetidas veces Rusia y Lituania. Desde 1389 hasta 1395, combatió y debilitó al kanato de la Horda de Oro; a su regreso exterminó a los elementos rebeldes de Irán. En 1398, Tamerlán invadió la India, donde tomó la ciudad de Delhi y asesinó a sus habitantes. En 1401 arrebató Siria a los mamelucos, arrasando Damasco, y mató brutalmente a los habitantes de Bagdad. Al año siguiente derrotó al sultán otomano Bayezid I.
Muerte
Tamerlán murió por enfermedad el 19 de enero de 1405 en la ciudad de Otrar (actual Kazajistán) cuando se encontraba en los previos de la conquista de China, sin duda el proyecto más ambicioso de su agotadora peripecia bélica.
Sus restos fueron trasladados a Samarcanda en medio de innegables muestras de respeto y dolor por aquél que tanto oropel había concedido a la mítica capital. Fue sepultado en Gur-i Emir, un luminoso mausoleo que en la actualidad constituye una de las escasas muestras que aún sobreviven de aquel periodo.
Legado
Aunque fue muy célebre por su crueldad en combate y por las numerosas atrocidades cometidas por sus ejércitos, Tamerlán también fue un gran amante de las letras y las artes. Su dinastía, la Timurí, que gobernó Transoxiana e Irán hasta principios del siglo XVI, fue famosa por su mecenazgo de la literatura turca y persa. Uno de sus descendientes, Babur, fundó la dinastía Mogol de la India en 1526.
Sus Campañas
Las campañas de Tamerlán fueron tan brillantes como genocidas. Desgraciadamente famosas se hicieron las construcciones piramidales que sus hombres elaboraban con las cabezas de los infortunados vencidos. Asimismo, en esta cruel y despiadada política de anexiones territoriales, ordenó el asesinato de poblaciones enteras y arrasó bellas ciudades como Bagdad o Damasco, plazas en las que miles de sus habitantes sufrieron decapitación a modo de escarmiento por la resistencia planteada.
Sin embargo, no todo fue masacre, y el sultán, muy interesado en la cultura, favoreció el embellecimiento arquitectónico de Samarcanda mientras contrataba los mejores literatos para ensalzar los aspectos más elogiosos de su reinado.
Respecto al capítulo económico, consiguió que la Ruta de la Seda, principal arteria comercial de Asia, viera sus caminos hasta Bagdad libres de peligros para los comerciantes que la transitaban, lo que impulsó el incremento de la riqueza y el intercambio cultural con otros pueblos.
Por otra parte, este poderoso mandatario no descuidó sus relaciones internacionales y recibió con agrado la visita constante de los embajadores que llegaban desde cualquier parte del mundo conocido. Incluso, el reino de Castilla quiso fomentar los intercambios comerciales con Asia y, a tal efecto, el monarca Enrique III de Francia destacó al insigne viajero Ruy González de Clavijo, quien describió en un texto, de forma exquisita y pormenorizada, todas las excelencias que rodeaban la corte de Samarcanda.
Sus campañas militares, realizadas en nombre del Islam y caracterizadas por una crueldad y un afán destructor que aterrorizaba a sus enemigos, fueron todas victoriosas y le proporcionaron sucesivas anexiones territoriales. Pero Tamerlán no fue capaz de organizar un sistema político y administrativo eficaz, de manera que no creó un imperio unificado, en parte, esto se debe a su propia política de no delegar responsabilidades en sus descendientes (los Timúridas) ni en sus comandantes militares, justificada en la necesidad de evitar el surgimiento de potenciales rivales. Murió cuando se disponía a llevar la «guerra santa» a China, y el conglomerado de países que había sometido se disgregó por sucesivas divisiones entre sus hijos y nietos (los timúridas).