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Gran Depresión
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La Gran Depresión es el nombre con el que se conoce la crisis económica que se prolongó durante la década anterior a la Segunda Guerra Mundial. Aunque la duración de la misma es diferente en cada país, la mayoría de los historiadores señalan su inicio en 1929 extendiéndose hasta finales de la década de los años treinta e incluso a finales de los cuarenta. El impacto de la crisis fue desastroso ya que abarcó a una gran cantidad de países, extendiéndose por todos los continentes. Todo comenzó tras la caída de la Bolsa de Nueva York, el 29 de octubre de 1929 (día conocido como el Martes Negro).
Los efectos de la Gran Depresión influyeron en los sucesos precedentes de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo en el ascenso de Adolf Hitler al poder en Alemania motivado por la ausencia de financiación del exterior así como el aumento de las dificultades económicas.
Sumario
Antecedentes
Luego de la Primera Guerra Mundial, los gobiernos de los diferentes países del mundo, tenían esperanzas en recuperar la prosperidad económica que habían disfrutado hasta 1914. Durante los años 1918-1919, parecía que estas expectativas se estaban cumpliendo, pero en 1920 comienza una crisis que hizo caer precios y expectativas.
Tanto los países anglosajones, como los que habían permanecido neutrales en la guerra, como Japón, ensayaron propuestas para volver a tener una economía sólida basada en una moneda estable, pero lo consiguieron solo parcialmente.
Sin embargo, en la caótica Alemania cayó totalmente el sistema monetario, con lo cual la moneda perdió su valor y terminó con el ahorro privado. Las empresas, entonces, debieron recurrir a los préstamos extranjeros para poder sobrevivir, circunstancia que colocó a Alemania, en los años siguientes, en una gran dependencia de los créditos externos. La situación no era muy diferente en la Unión Soviética y en los países del este europeo, pero en Polonia, Hungría y Austria, la moneda no perdió totalmente su valor.
A partir de 1924, la crisis se fue superando, y comenzó una nueva etapa de prosperidad que reanuda el crecimiento económico, a pesar que algunos precios de materias primas y alimentos básicos volvieron nuevamente a bajar, y que el desempleo se mantuvo alto. Estos desequilibraos llevarían a una nueva crisis, pero esta vez, más profunda.
La Primera Guerra Mundial había favorecido a los Estados Unidos de una manera espectacular, convirtiéndolo en el principal proveedor de materias primas y productos alimenticios e industriales. También era el principal acreedor del mundo, y su influencia en Europa era fundamental.
La guerra había traído también un importante crecimiento industrial que se calcula en un 15%, siendo los sectores más favorecidos aquellos relacionados con la industria bélica. La agricultura también se había beneficiado y las necesidades europeas de comerciar, convirtieron a la flota americana en la segunda marina mercante del mundo. La prosperidad y el crecimiento que se inició en los primeros años de la década de 1920, fueron mucho más profundos y estables en los Estados Unidos. En esta época se consolidaron sectores industriales nuevos como la industria eléctrica , la química y la petroquímica, la aeronáutica, la automotriz, el cine y la radiofonía.
Como consecuencia de este desarrollo industrial sin precedentes, el sistema energético se renovó, sobre todo a partir del incremento del consumo de petróleo y electricidad. La industria se hizo más eficiente al incorporarse el Tayiorismo y el Fordismo como nuevas modalidades de producir y organizar el trabajo y la producción en serie se impuso. También se desarrollaron nuevas actividades relacionadas indirectamente con las nuevas industrias, como la construcción de carreteras, de aeropuertos, de viviendas de fin de semana, etc.
Como la competencia industrial era muy fuerte, aumentó la concentración empresarial, dando lugar a la formación de trusts.
La agricultura, por el contrario, no vivió un crecimiento similar, pues los precios agrícolas se mantuvieron por debajo de los precios industriales, generando un desequilibrio desfavorable al sector primario. Ante esto, muchos campesinos vendieron sus tierras por debajo del valor real y se fueron a las ciudades.
Sin embargo, la prosperidad indefinida y el optimismo se extendían por todas partes. Eran los años dorados del consumismo y de la exaltación nacionalista. Se creía alcanzada la meta de ser una sociedad opulenta. El clima de confianza se tradujo en la compra de acciones de las empresas industriales por parte de un gran número de la población, siendo la Bolsa de Nueva York el centro de la economía mundial, a dónde llegaban capitales de todos los puntos del planeta.
A pesar de esto, como la economía mundial estaba en desequilibrio con respecto a los Estados Unidos, no se pudo generar una demanda suficiente que pudiese sustentar la expansión industrial. Esto dio lugar a que ya en 1925, se comenzase a acumular stock de diversos productos, dando lugar a la caída de los precios, al desempleo y a la pérdida de la capacidad adquisitiva de la población.
Hacia fines de la década, la compra de acciones de manera desenfrenada creció en un 90%. La especulación financiera hacía ganar dinero rápidamente, siendo el valor de las acciones ficticios, ya que estaban por encima de su valor real. (La gente sacaba créditos en los bancos y ponía ese mismo dinero en la bolsa, a un interés mas alto de lo que pagaba)
Caída de la Bolsa de Nueva York
A medida que la prosperidad aumentaba, los empresarios buscaron nuevas negocios para invertir sus ganancias. Prestaban dinero a Alemania y a otros países e instalaban sus industrias en el extranjero (siendo Argentina y Brasil, los principales focos de inversión). También invertían en maquinarias que permitían aumentar la producción. Desde que advirtieron que tendrían dificultades para vender tanta mercadería, comenzaron a invertir en bienes de lujo, como joyas o yates, y en negocios especulativos. La compra de acciones en la bolsa se fue transformando en uno los más rentables. Muchas veces, para comprar acciones, los empresarios pedían créditos a los bancos. Debido a que la ganancia de las acciones podía llegar a un 50% anual y el interés que debían pagar por los créditos bancarios era del 12%, los beneficios que obtenían eran enormes. A fines de la década, la prosperidad, que antes estaba basada en el desarrollo industrial, pasó a depender de la especulación.
En 1928, algunos síntomas hacían prever que la economía estaba en peligro. Los ingresos de la población no habían subido tanto como para que el consumo siguiera creciendo. Los almacenes estaban llenos de mercaderías que no podían ser vendidas y muchas fábricas comenzaron a despedir a sus trabajadores. Sin embargo, en la bolsa seguía la fiesta especulativa. Los precios a que se vendían las acciones no reflejaban la situación económica real de las empresas. Aunque el crecimiento de muchas de ellas se había detenido, sus acciones seguían subiendo porque había una gran demanda de los especuladores. Nadie pudo o quiso darse cuenta de la gravedad de la situación. Cuando en octubre de 1929 la Bolsa de Nueva York quebró, la crisis fue inevitable y se extendió al sistema bancario, a la industria, el comercio y al agro estadounidenses. Sus consecuencias se sintieron también en todo el mundo y perduraron hasta la Segunda Guerra Mundial.
El jueves 24 de octubre de 1929, se produjo el crash de la bolsa de Wall Street. Más de 13.000.000 de títulos que cotizaban en baja no encontraron compradores y ocasionaron la ruina de miles de inversores, muchos de los cuales, habían comprado las acciones con créditos que ya no podrían pagar.
Esto llevó a que la gente entrara en pánico, y quienes poseían dinero en cuentas bancarias corrieron a retirarlo. Los bancos no eran capaces de hacer frente a tal magnitud de reintegros, y además, como en los Estados Unidos se había tratado de hacer frente al descenso de la demanda con una expansión de crédito a los ciudadanos comunes, se vieron desbordados por deudas incobrables. Ante esto, se negaron a dar nuevos créditos y a refinanciar las deudas existentes, pero sin embargo, aproximadamente 600 bancos americanos quebraron.
En los Estados Unidos, el descenso de consumo hizo que los stocks acumulados crecieran, las inversiones se paralizaran y muchas empresas tuviesen que cerrar sus puertas.
La caída de la actividad industrial supuso una desocupación generalizada, de tal manera que se calcula que hacia 1932, existían en los Estados Unidos cerca de 13.000.000 de desocupados. La depresión trajo también penuria en el campo, pues muchos agricultores se arruinaron como consecuencia de la caída de los precios y de los mercados agrícolas. Como solución desesperada para poder pagar sus deudas, gran cantidad de trabajadores agrícolas vendieron sus tierras a precios irrisorios y se fueron a trabajar al oeste.
La pobreza no alcanzó solo a campesinos y obreros, sino que se extendió a empleados, profesionales y capitalistas arruinados.
Extensión de la crisis
Las conexiones existentes en la economía internacional, pero sobre todo la dependencia que de los Estados Unidos tenía la economía europea, hicieron que la Gran Depresión, se extendiera por todo el mundo.
La caída de los precios en América afectó a las industrias de otras partes de mundo que tenían precios superiores a los estadounidenses y que al no poder competir, vieron drásticamente reducidas sus exportaciones. Al mismo tiempo, la disminución de la demanda norteamericana, (y por ende, de sus importaciones), frenó las exportaciones de muchos países, con lo que disminuyó el comercio mundial.
Los Estados Unidos también trataron de repatriar capitales que habían invertido en diferentes países. Esto tuvo una especial repercusión en Alemania, que tenía cuantiosos créditos tomados a Norteamérica, pues ese país había sido prácticamente obligado a endeudarse para hacer frente a las reparaciones de guerra estipuladas en el Tratado de Versalles, las que debían ser pagadas en efectivo. La crisis afectó también a Austria, Gran Bretaña, Francia, América Latina, el Sudeste Asiático, Australia, y muchos más, ya que salvo en la Unión Soviética, sus consecuencias repercutieron de una u otra manera en todo el planeta.
New Deal
Franklin Delano Roosevelt aplicó desde el inicio de su legislatura, a principios de 1933, su programa electoral conocido por New Deal, que debería permanecer vigente durante cinco años. Para demostrar su efectividad el Congreso le concedió un plazo de cien días, ya que los políticos y el pueblo consideraban, con toda razón, que el programa era antiliberal y fascista, debido a que el Estado intervenía en la dirección de los negocios con sus medidas fiscales y monetarias, alterando el sistema tradicional del funcionamiento bancario y, además, se coartaba el desarrollo de libre mercado.
La filosofía aplicada fue que el Estado ocupase el lugar en el que por excesos o defectos fallaba la economía de mercado, y que el capitalismo no se asentara monopolísticamente y sin control en los productos más demandados por aquella sociedad, bien fuesen de exportación e importación o bancarios. La situación política y económica anterior había trasladado el bienestar nacional en provecho exclusivo del gran capital. El New Deal corrigió esta circunstancia.
En esos días, de inicios de 1933, la situación en Estados Unidos era caótica e iba a peor, pues a raíz del crash de octubre del 29, el capitalismo había reaccionado, con el visto bueno de la administración de Hoover, interviniendo los precios de los productos agrícolas en origen y llevando a cabo un proteccionismo a nivel nacional, con lo cual se redujo aún más la producción y la libertad real de mercado, padeciendo, con ello, todavía más la clase media de profesionales y comerciantes y la clase obrera; no así el gran capital que controlaba precios, la exportación (menguante) y la banca y, además, se aprovechaba de la gran oferta de mano de obra en unos tiempos en los que campaba a sus anchas el liberalismo, sin protección alguna para el trabajador
El New Deal actuó impidiendo especulaciones ilegales, invirtiendo el Estado desde en obras públicas a programas ecológicos, dando prioridad al empleo útil sobre el burocrático, planificando bien a nivel nacional o bien a nivel local como se hizo en el Valle del Tennessee, "Tennessee Valley Authorithy", (con un programa basado en la generación y desarrollo de energía eléctrica asociado a otro de industrialización y construcción de infraestructuras, desde encauzar el río Tennessee y sus afluentes a erigir pantanos; en siete estados se realizaron las obras), impulsando sectores tecnológicos, como entonces eran las electrificaciones y el acero.
Se llevó a cabo una política de subsidios agrícolas, acompañada de un plan adecuado para proporcionar estabilidad a los precios, consiguiéndose aumentar la producción sin hundir de nuevo el mercado y sumir en la miseria al campesino.
El programa New Deal dispuso inyectar liquidez en el sistema bancario, y reducir el interés del dinero, para poder así incrementar el número de financiaciones al sector privado, reactivándose el deprimido consumo y lográndose, de esta forma, que la inversión no sólo fuese la pública. El New Deal terminó con la forma de proceder de la banca, que hasta esas fechas actuaba sin que se ejerciese sobre ella algún tipo de control efectivo, y que había reaccionado ante la crisis, la Gran Depresión, rebajando el número de créditos concedidos al sector privado y elevando el precio del dinero.
La Reserva Federal, Fed, organización bancaria creada en diciembre de 1913, conformada por el Estado y la banca privada, con la misión de dirigir la política monetaria y controlar las actividades bancarias y financieras con independencia de los políticos, había sido inoperante para resolver la crisis. Sin embargo, con la aplicación del New Deal adquirió un protagonismo benefactor.
La Ley Glass-Steagall, secundada por la Emergency Banking Act, legisló la ilegalidad de poseer oro o traficar con él, obligando a cambiar el oro en manos de particulares al precio oficial de 1 onza troy=20,67$ (al devaluar el dólar en enero de 1934, el Estado había logrado con el canje unos sensibles beneficios). Esta ley separó la banca tradicional de depósitos y créditos de la banca de inversión e impidió que los directivos de los bancos ocupasen cargos en los Consejos de Administración de empresas no financieras. Como medida complementaria para regular el mundo bursátil y acabar con la especulación y las estafas dentro de él, se dictó la Ley de Valores, del 27 de mayo de 1933.
Es decir, Roosevelt colocó la Banca al servicio de la nación, cuando hasta la implantación del New Deal el proceder había sido el contrario. Roosevelt renunció al liberalismo característico de aquellas democracias.
Otra importante decisión fue la de devaluar el dólar para mejorar la producción interna y la capacidad de exportación. Se abandonó el patrón oro por la Gold Reserve Act del 30 de enero de 1934, pasando la onza de oro a valer 35 dólares desde los 20,67 previos.
Se redujo la jornada laboral para así repartir el trabajo existente. Esta acción acompañada del aumento de impuestos al empresario supuso que durante unos meses bajase la producción de bienes industriales; hasta que el gran aumento de la demanda logró no sólo reducir drásticamente los stocks sino también convencer al empresariado acerca de la bondad del nuevo sistema económico y social.
El paro disminuyó con claridad durante la primera legislatura de Roosevelt, a la vez que crecía la producción de todo tipo de bienes. Al finalizar este periodo, el paro volvió a crecer. Durante 1938 existió una recesión en Estados Unidos, comenzada en el segundo semestre de 1937, originada por el excesivo crecimiento de años anteriores y por las innumerables huelgas. Desde luego la Administración Roosevelt pasó con éxito el periodo de pruebas de los cien días, remitiendo al olvido el considerar su programa como fascista y antiliberal.
John Maynard Keynes, economista práctico y gran conocedor de los problemas del liberalismo y de las soluciones económicas aplicada en Europa, fue el principal asesor financiero de Roosevelt para desarrollar el New Deal. Keynes, esperanzado con su plan financiero, no exento de política, había manifestado al presidente: