Americanía. Revista de Estudios Latinoamericanos. Nueva Época (Sevilla), n. 14, p. 63-91, jul-dic, 2021
LA HABANA:
Fundación, evolución y papel político en el proceso de las
independencias americanas
(1514-1825)
[email protected]
Justo Cuño Bonito1
Universidad Pablo de Olavide
Resumen
El artículo de investigación investiga las causas que influyeron en que La Habana se transformase en un
enclave fundamental para el imperio colonial hispánico en América: concebido como uno de los ejes
vertebradores entre el norte y el sur del continente, asegurar el control de esta plaza fuerte garantizaba una
posición geoestratégica fundamental en el Caribe. La investigación plantea como objetivos la indagación
sobre las causas internas que motivaron la creación del enclave; el proceso de conformación de la estructura
urbana y cómo esta se fue adaptando a su importancia geoestratégica. Para la elaboración de la investigación
se ha recurrido metodológicamente a una combinación interpretativo-contrastativa de trabajos clásicos que
abordan temas como el proceso constitutivo de la ciudad en el siglo XVI y su evolución, o el conflicto y
ocupación de la plaza por los ingleses, junto con fuentes primarias, integradas por mapas y planos de la plaza
y su estructura defensiva e informes particulares relativos al proceso de independencia americano.
Palabras Clave
La Habana – Historia – Urbanismo – Contrabando - Independencia
1
Profesor de Historia de América de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, España. Doctor en Historia de América. ResearcherID:
E-8046-2017 / Scopus Author ID: 56105846000. Título del proyecto: CONNECTED WORLDS: THE CARIBBEAN, ORIGIN OF MODERN
WORLD. Entidad financiadora: European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Maria Sklodowska
Curie grant agreement Nº 823846.
63
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LA HABANA:
Foundation, Evolution and
Political Role in the American Independences
(1514-1825)
[email protected]
Justo Cuño Bonito
Universidad Pablo de Olavide
Abstract
The research article investigates the causes that influenced La Habana to become a fundamental place for
the Hispanic colonial empire in America: conceived as one of the backbones between the north and south
of the continent, ensuring control of La Habana guaranteed a fundamental geostrategic position in the
Caribbean. The research aims to investigate the internal causes that led to the creation of the city, the of
shaping of its urban structure and how it adapted itself to its geostrategic importance. For the elaboration of
the research, a methodological combination of interpretive-contrasting classical works has been used,
addressing issues such as the constitutive process of the city in the 16th century and its evolution, or the
conflict and occupation of the city by the English, together with primary sources, composed by maps and
plans of the plaza and its defensive structure and particular reports on the American independence process.
Key Words
Havana – History – Urbanism – Smuggling – Independence
64
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Conquista y Fundación de San Cristóbal de La Habana
“…Dize que es aquella isla la más hermosa cosa que ojos hayan visto, llena de
muy buenos puertos y ríos hondos, y la mar que parecía que nunca se devía
de alçar, porque la yerva de la plaza llegaba hasta cuasi el agua, lo cual no
suele llegar adonde la mar es brava…”2.
Cuando el rey Fernando encomendó la conquista de la isla de Cuba, se
concitaron en la expedición algunos de los nombres llamados a permanecer, para
bien o para mal, en la memoria de la conquista americana: Hernán Cortés, Pedro de
Alvarado, Diego de Ordaz, Bernal Díaz del Castillo, Pánfilo de Narváez, Francisco
Hernández de Córdova, Juan de Grijalva y Bartolomé de las Casas, entre otros, se
pusieron bajo las órdenes de un aguerrido Diego Velázquez de Cuéllar
“tenaz en sus propósitos y perseverante en el empeño de realizarlos, sus
facultades intelectuales distaban mucho de ser brillantes como las de un
Hernán Cortés (…) de entendimiento grueso quizás más que por su falta de
inteligencia, por su lentitud y parsimonia en concebir y resolver”3.
La expedición que partió a principios de 1511 de Salvatierra de la Sabana, al
norte de Santo Domingo, desembarcó cerca de Baracoa. Tras la ejecución en la
hoguera del cacique Hatuey y el exterminio de los cacicazgos independientes o que
habían estado bajo su mando, Velázquez ideó un triple avance para consolidar su
posición en la isla sometiendo a todos los caciques que aún resistían: desde el este,
un bergantín recorrió toda la costa septentrional desde Sagua de Tánamo con destino
final en el puerto de La Habana, pero con la misión de tocar en los puntos más
importantes de la costa y someter a los caciques que encontrase. Un segundo
avance, desde Bayamo, se hizo bajo el mando de Pánfilo de Narváez asistido por el
cura Las Casas y también con objetivo final en el puerto de La Habana; y un tercero,
que partió desde Baracoa y avanzó por la costa meridional dirigido por Velázquez.
Según Las Casas, la matanza perpetrada por Narváez en el poblado de Caonao fue
“un acto inútil y de bárbara crueldad, imputable al hábito de derramar sangre
humana adquirido por los colonos en La Española y a hallarse éstos regidos y guiados
siempre por el diablo”. Esto le abrió el camino para llegar al puerto de La Habana,
2
3
Varela, Consuelo, “El descubrimiento de la tierra más hermosa”, en Navarro García, J.R. (Coord.), Cuba y Andalucía
entre las dos orillas, CSIC/Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 2002, 25.
Guiteras, Pedro José, Historia de la conquista de La Habana por los ingleses, Ed. Cultural, La Habana, 1932, 145.
65
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donde encontró al bergantín que le había precedido por el norte. Finalizó con ello el
plan previsto por el Adelantado Velázquez en 1514, habiendo dejado dispuesta la
fundación de Sancti Spíritus, Trinidad, Puerto Príncipe y de nuestra Habana.
“En la ribera o costa del Norte hay buenos puertos, y el mejor (…) es el que
llaman de Carenas y ahora de la Habana (…) capaz de muchas naos, y pocos
en España y quizá ni en otras partes del mundo que se le iguale…”4.
La Habana quedó fundada en un principio en la costa sur, cerca de la boca
del río Mayabeque o de Batabanó, aunque posteriormente se reconocería la posición
más ventajosa del puerto y se utilizó éste como base de operaciones. En ese
momento, La Habana del sur, la de la Chorrera o Almendares y la actual, convivieron
brevemente, produciéndose un desplazamiento progresivo hacia la nueva ubicación
del norte5. Desde 1519, la villa de San Cristóbal de la Habana ya estaba establecida
en su posición actual: frente a la corriente del golfo que transcurre hacia Europa, con
una profundidad adecuada en su puerto para recibir navíos de gran tamaño y con
espacio para el atraque simultáneo de numerosos barcos, el emplazamiento de la
ciudad resultó idóneo para construir el eje fundamental de intercambio entre América
y España. Correspondió el nombre de San Cristóbal por haber sido poblada el 25 de
julio, día del patrón y el de Habana, por haber sido tomado el nombre de la sagrada
escritura, haciendo referencia a la ciudad Aba, cercana al río Abana de Damasco o
bien por hacer referencia al lugar de Habanilla, encomienda en España de la orden
de Calatrava6.
En 1555 La Habana, aun siendo capital de la Isla de Cuba, no disponía de
guarnición y sólo el castillo de la Fuerza, servido por los propios vecinos, protegía el
puerto. A mitad del siglo, la población de La Habana era aproximadamente de 70
vecinos y se configuraba como un núcleo de bohíos esparcidos a lo largo de la orilla
de la bahía. En la plaza de armas, el centro de la fundación era donde se edificaron
las casas de los principales vecinos7. El enclave, desamparado y desprotegido, cifró
toda su protección a la labor de sus habitantes y a las esporádicas ayudas que
4
5
6
7
De las Casas, Bartolomé, Historia de las Indias. Tomo 3, Imprenta de Miguel Ginesta, Madrid, 1875, 210.
Hernández Oliva, Carlos Alberto, Corsarios y piratas en La Habana. Siglo XVI, Renacimiento Colección Isla de la
Tortuga, Sevilla, 2020, 12.
De Arrate Félix, José Martín, Llave del nuevo mundo, antemural de las Indias occidentales. La Habana descrita:
noticias de su fundación, aumentos y estado, Cabildo de San Cristóbal de la Habana, La Habana, 1830, 24.
Wright, Irene Aloha, Historia documentada de San Cristóbal de La Habana. Siglo XVI, Editorial El Siglo XX, La Habana,
1927, 9.
66
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pudieran recibirse desde Santo Domingo o desde España. Corsarios, filibusteros y
aventureros franceses convirtieron el enclave habanero en uno de sus objetivos más
codiciados y desde 1537 se documentan constantes ataques, saqueos e incendios en
la ciudad, los más importantes, los de Roberto Baal en 1543 y los de Jacques Sores8.
Ilustración 1. Francisco Calvillo. Plano de La Habana, en perspectiva, c. 1567 [Archivo General de Indias,
MP-SANTO_DOMINGO, 4]
El sistema de flotas, reglamentado por Real Cédula de 16 de junio de 1561, dio
a la parte occidental de la isla una mayor preponderancia y La Habana quedó
convertida en una de las principales plazas americanas durante los siguientes tres
siglos. La flota de Indias quedaba concentrada cada dos años en La Habana, en
donde permanecía durante seis meses para facilitar el encuentro de todos los barcos
que regresaban a España. Su importante función como receptora de mercancías,
precisó su reforzamiento militar y reconfigurar en torno al puerto un amplio espacio de
almacenaje para las mercancías que se intercambiaban ambos mundos9.
8
9
Hernández Oliva, Carlos Alberto, Corsarios y piratas en La Habana. Siglo XVI, 2020, 42.
Placer Cervera, Gustavo, El puerto de La Habana. Un recorrido por su historia militar hasta 1898, Cabildo Insular de
Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, España, 1000-1100.
67
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Ilustración 2. Batista Antonelli: “Traza de la manera como se a de poner la cadena en la entrada del puerto
de la Hauana. Es la 2ª” (159-06-21). Archivo General de Indias (AGI), MP-SANTO_DOMINGO, 12
Ya para el año 1569 el reparto de solares en el área urbana de la ciudad
generaba disputas entre los vecinos. El gobernador Diego de Ribera ordenaría que,
en adelante: “(…) no se dé ningún solar a ningún vecino (…) sin que primero lo vayan
a ver (alcaldes y regidores) y le señalasen el lugar de largo y ancho que ha de tener
e le pongan sus hitos e mojones para que cada uno sepa la merced que se le hace y
edifique en su heredad”10.
También con el objetivo de abastecer de agua a las flotas y a los castillos, se
iniciaría en 1592 la construcción de la Zanja Real, que, partiendo de La Chorrera,
recorrería 11 kilómetros con varios ramales hasta ramificarse en el interior de la ciudad.
El agua también alentó una primitiva industrialización urbana y cerca de La Habana
se ubicaron varios ingenios, molinos para rapé, caña, tabaco, trigo y maíz y sierras
para cortar maderas11. En 1598 existían cuatro calles reales: la calle Real, la de las
Redes, la del Sumidero y la del Basurero.
Poco
a
poco
la
ciudad
fue
extendiéndose,
estructurándose
y
engrandeciéndose: al poniente de la bahía se situaron sus muros y su fortaleza,
templos, torres, edificios, miradores, plazas y calles y al oriente, tras la sierra de la
Cabaña, se extendieron los llanos y verdes campiñas que servían de sementeras y
10
11
Marrero, Levi, Cuba, Economía y Sociedad. El siglo XVII. Vol. 2, Editorial Playor, S.A., La Habana, Cuba, 1975, 84.
González Fernández, Alfredo, “Repercusiones espaciales de la fortificación colonial en La Habana”, Eria: Revista
cuatrimestral de geografía, nº 35, 1994, 225-240.
68
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recreo para los habitantes de la ciudad. Caseríos jalonaban el camino que llevaba al
santuario de nuestra señora de Regla, cuyo templo y casas de hospedería se
encontraban protegidos por un recinto de piedra coronado de almenas. En la ribera
opuesta a la ciudad, cuatro embarcaderos permitían el transporte de personas y
frutos (principalmente la corambre y el azúcar) entre ambas partes de la bahía, no
sólo del fruto de los campos, sino también de los ingenios y habitantes de la villa de
Asunción de Guanabacoa12.
La ciudad fue estructurándose y arreglándose conforme a nuevos trazos que
intentaban ordenar el caos de la trama urbana. Entre las ordenanzas municipales de
1641 del oidor Cáceres y los planes urbanísticos del ingeniero militar D. Juan de Síscara
en 1690, se intentó organizar política y socialmente la ciudad: es en ese momento
cuando la ciudad adquirió ese carácter policéntrico que aún hoy la caracteriza a
partir del desarrollo de diferentes plazas y plazuelas que fueron adquiriendo diferentes
funcionalidades13. Se contabilizaron unas catorce plazuelas, entre ellas, las de Santo
Domingo, Santo Cristo del Buen Viaje14. Crear espacios más abiertos y organizados se
había convertido en una necesidad tras el incendio que en 1622 consumió 15 cuadras
enteras devastando 96 casas y después de la peste de fiebres pútridas que en 1648
acabó con la tercera parte de la guarnición, del vecindario y de los tripulantes y
buques fondeados en el puerto15.
La estructura de las viviendas que fueron engrandeciendo la ciudad se
adecuaron a las mismas soluciones arquitectónicas experimentadas en la península:
alrededor del patio central se reordenaron las diferentes funciones domésticas en
edificaciones de planta baja con cubiertas inclinadas. Durante el siglo XVII y derivado
de las necesidades del transporte, se incorporaría a las viviendas de la clase más
pudiente, el zaguán junto con una serie de galerías alrededor del patio. El tipo de
vivienda acabaría evolucionando a las llamadas ‘casas altas’ de dos niveles durante
el siglo XVIII16.
12
13
14
15
16
De Arrate Félix, José Martín, Llave del nuevo mundo, antemural de las Indias occidentales, 1830, 33.
Venegas Fornias, Carlos, Ciudad del Nuevo Mundo. La Habana, (1560-1640), Instituto de Investigación Cultural Juan
Marinello, La Habana, Cuba, 2012, 119.
Roig de Leuchsenring, Emilio, Los Monumentos Nacionales de la República de Cuba. La Plaza Armas Carlos Manuel
Céspedes de La Habana, Publicaciones de la Junta Nacional de Arqueología y Etnología, La Habana, Cuba, 1957, 32.
De la Pezuela, Joaquín, Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de la Isla de Cuba. Tomos III y IV, Imprenta del
Banco Industrial y Mercantil, Madrid, España, 1866, 5.
Menéndez García, Madelene, “La vivienda en La Habana Vieja. Desarrollo histórico, problemática actual y programas
en curso”, Arqueología de la Arquitectura, n.º 3, 2004, 112-113.
69
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Ilustración 3. Joan Vinckeboons. La Habana en la isla de Cuba. 1639. Biblioteca del Congreso. Colección
Henry Harrisse: https://hdl.loc.gov/loc.gmd/g4924h.lh000348
Ilustración 4: Un plan exacto de la ciudad, fortificaciones y puerto de La Habana en la isla de Cuba. Año de
1762. Biblioteca del Congreso División de Geografía y Mapas Washington, DC 20540-4650 EE.UU. dcu
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La trama urbana quedó constreñida a un recinto amurallado de un kilómetro
cuadrado de extensión y más de 50.000 habitantes de población17. Dentro de la
trama urbana, las casas edificadas fueron adornándose con portales que además de
ostentar funciones decorativas, otorgaban funcionalidad al espacio al permitir su
utilización como puestos de comercio y su uso como corredor público. En esta época,
además, fue mandada construir la plaza de San Francisco, donde se ubicó la casa
del cabildo, la aduana, la cárcel y casas de vecinos de alta alcurnia. En acta de 2 de
junio de 1628, se acordó aderezar la calle del convento de San Francisco y cerrar el
causillo que hace una fuente que está enfrente de las casas de cabildo, hasta dar en
el convento de San Francisco y hacer allí una plazoleta18.
Asegurar la defensa de la plaza se convirtió en toda una prioridad durante un
período marcado por los constates ataques a La Habana de escuadras holandesas y
ataques al comercio por parte de filibusteros: tendrán lugar ataques en 1626, 1628 (la
famosa escuadra de Cornelius Jolls, alias ‘Pie de Palo’, que apresó en la bahía de
Matanzas la escuadra que iba desde Veracruz a La Habana), 1631 y 1638 (de nuevo
‘Pie de Palo’ hostigó, esta vez sin éxito, la flota de 7 galeones que había partido desde
Cartagena de Indias hacia La Habana). Los filibusteros serán una amenaza constante
para el comercio de la isla y fue rara la semana en que no se ahorcase en la plaza a
alguno de los capturados: la expedición de dos buques y doscientos hombres que
partiría en mayo de 1683 hacia la isla Siguatei, una de las Lucayas, concluirá con la
momentánea pacificación de la zona. Los filibusteros capturados en esta y otras
expediciones serán empleados en la ciudad como mano de obra en las obras de
fortificación19.
El siglo XVIII: entre el desorden interno y las invasiones externas
La proclamación como rey de Felipe V permitiría que durante el siglo XVIII La
Habana comenzase a recibir un mayor número de buques franceses, aunque
también, como contrapartida, sufrirá la constante amenaza de las escuadras inglesas
y un poderoso aumento del contrabando auspiciado por éstos. Los buques franceses
17
18
19
Roig, Emilio, La Habana. Apuntes Históricos. Vol. 2, Editorial Consejo Nacional de Cultura, La Habana, Cuba, 1963,
68.
Romero Alfau, Fermín, La Noble Habana, Editorial Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, La Habana, Cuba, 1992,
105.
Ullivarri, Saturnino, Piratas y Corsarios en Cuba, Renacimiento, Sevilla, España, 2004, 42-46.
71
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comenzarán, como aliados, a servir los intereses de las autoridades españolas
escoltando los caudales de Veracruz, apoyando en la lucha contra los corsarios
ingleses y en el socorro a plazas cercanas como la de San Agustín de la Florida. Por
otra parte, una nueva reorientación económica provocará el aumento del tráfico de
esclavos y se incrementarán las hectáreas destinadas al cultivo del tabaco: de este
modo, el tabaco se convertirá en uno de los cultivos más pujantes de la isla y origen
de no pocos disturbios y motines que afectarán directamente a La Habana.
La situación geopolítica surgida con la paz de Utrecht en 1713 dejó dañados
los intereses de la corona y creó las condiciones para aumentar la influencia inglesa
en el Caribe. El contrabando inglés inundó una parte importante de los mercados
locales, y tanto fue así que en lugares como Puerto Príncipe, el tráfico clandestino fue
casi la única fuente de ingresos para la ciudad. La amenaza de las flotas inglesas fue
constante y a menudo, como demostración de fuerza, las poderosas escuadras
inglesas se dejaban ver frente a la bahía de La Habana: en 1707, 22 buques ingleses
y holandeses que pretendían que La Habana proclamase rey al archiduque de Austria
y la de Hossier en 1727, compuesta por 6 navíos, otros 12 buques de guerra y 5.000
hombres de desembarco. Los peligros internos y externos no sólo llevaron a reforzar la
guarnición de La Habana (creándose un batallón de 7 compañías, una de artillería y
otra de caballería y adoptándose el fusil con bayoneta), sino que, además, se
comenzó la reconstrucción del astillero y de un arsenal. El astillero de La Habana
permanecía casi sin actividad desde finales del siglo XVII, ocupando un lugar que,
situado al mismo nivel que el de Guayaquil, no le correspondía por su importante
situación estratégica. Pese a todo, entre 1700 y 1702 fueron botados desde el astillero
de La Habana los navíos Santa Rosa y Rubí20. Hasta la llegada de Orry y el
nombramiento de Ambrosio Daubentón como intendente de marina, no se produjo
el gran despegue del astillero habanero, que quedó convertido en el lugar más
destacado de la construcción militar naval de la España del XVIII. Para ello fue
fundamental la presencia en La Habana entre 1719 y 1725 de José del Campillo y
Cossío, comisario de guerra y de marina y futuro ministro de guerra de marina. La
construcción del astillero se inició en 1722 cerca del castillo de la Fuerza21. En los años
siguientes se construirán en el recién inaugurado astillero, tres buques de guerra de 50
20
21
VV.AA., El buque en la Armada Española, Museo Naval, Madrid, España,1981, 245.
Serrano, José Manuel, “El astillero militar de La Habana durante el siglo XVIII” en Marchena Fernández, Juan y Cuño
Bonito, Justo, Vientos de Guerra. Apogeo y Crisis de la Real Armada (1750-1823), Editorial Doce Calles, Aranjuez,
Madrid, 2018, 317-321.
72
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cañones: el San Juan, el San Lorenzo y el Retiro22. Además, dentro de un plan de
reestructuración integral de la ciudad, se fundaría el primer colegio jesuita en La
Habana en 1725, lugar que se convertiría en el centro educativo preferido de las élites
habaneras23. En esas mismas fechas se aprobó la creación de la Universidad de San
Jerónimo, que quedó bajo la autoridad de la orden dominica24.
Ilustración 5. Plano de la ciudad, puerto y castillos de San Cristóbal de La Habana. Mariscal de campo e
ingeniero director don Silvestre Abarca, 1776. AGI: MP-SANTO DOMINGO, 412
El eterno conflicto con los ingleses se dejó sentir constantemente en la ciudad.
Al tiempo que, en 1738, siendo capitán general Juan Francisco Güemes Horcasitas, se
finalizaba la construcción de las murallas de mar del recinto de la ciudad y se
continúan las obras del astillero con la fabricación de un edificio para alojamiento de
los generales y dependencias de marina. Durante este siglo se abrirán puertas en la
muralla para la entrada y salida de carruajes, caballerías, pasajeros o simplemente
para comunicar de manera más eficiente el arsenal con el recinto amurallado. De
este modo, a lo largo del siglo se irían abriendo la Puerta de la Tierra (1721), la Puerta
de la Luz (1742), la Puerta de la Tenaza (1745) y finalmente, la Puerta Nueva del Arsenal
22
23
24
Marrero, Levi, Cuba, Economía y Sociedad. El siglo XVII. Vol. 2, Editorial Playor, S.A., La Habana, Cuba, 1975, 84.
Guevara Erra, María Victoria, “Antecedentes de una controvertida fundación jesuítica en La Habana del siglo XVII”,
Temas americanistas, n.º 24, 2010, 40-62.
Amores Carredano, Juan Bosco, “La Constitución gaditana en Cuba: diputaciones provinciales y ayuntamientos
constitucionales (1812-1814)”, Revista Complutense de Historia de América, nº 40, 2014, 233-254.
73
Americanía. Revista de Estudios Latinoamericanos. Nueva Época (Sevilla), n. 14, p. 63-91, jul-dic, 2021
(1775)25. La Plazuela de la Ciénaga (posteriormente Plaza de la Catedral) fue, de igual
modo, modificando su estructura para pasar de ser un solar vinculado con el
abastecimiento de agua para el puerto, paradas militares y actividades vinculadas a
la actividad de los buques que fondeaban en la ciudad, a convertirse en uno de los
centros más importantes de la ciudad: portales y grandes columnatas fueron erigidas
para hermosear la plaza y su función de suministro de aguada para los navíos quedó
definitivamente cancelada26.
El tratado de paz firmado por Fernando VI en Aix-la-Chapelle el 30 de abril de
1748 otorgaría un período de tranquilidad que fue aprovechado para incrementar
poderosamente el contrabando ejercido por los franceses desde Haití y por los
ingleses desde Jamaica. El estado de los asuntos de Cuba fue descrito en un informe
remitido al ministerio de hacienda en 1753, indicándose como información
complementaria, los establecimientos comerciales donde se vendía públicamente:
“No obstante las providencias que el gobernador de La Habana ha dado
contra el ilícito comercio, no ha conseguido extinguirlo, porque abusan de ellas
sus adláteres y confidentes y no tiene de quien fiarse. Y se experimenta en esta
ciudad y en toda la isla una relajación absoluta en la introducción de ropas y
todos géneros, del trato que mantienen los vecinos con el Guarico y demás
colonias francesas y con los ingleses de Jamaica, tan sin moderación ni recato,
que por los puertos, costas y surgideros de ellas, por la bahía, aduana y puertas
de tierra de esta ciudad, entran sin embarazo en tanta abundancia, que de
estos géneros hay distintos almacenes en que se venden a mercaderes y
vecinos, y aún por las calles públicamente, en carretillas, por precios tan
baratos como permite su adquisición, en que no se pagan derechos ni corren
riesgos”27.
Los conflictos y necesidades defensivas derivadas supusieron graves
inconvenientes y disfuncionalidades entre los planes diseñados por los ingenieros para
consolidar la defensa de una ciudad cada vez más amenazada, y el incremento de
la riqueza de la ciudad y de los puestos de comercio. Se remodeló la Plaza de Armas,
se creó un nuevo espacio para la catedral, se diseñó en 1777 la Alameda de Paula y
25
26
27
Urbino, S., “Las murallas de La Habana”, Arquitectura, Cuba, 1943, 23-25.
Roig de Leuchsenring, Emilio, Los Monumentos Nacionales de la República de Cuba, 1957, 32.
Guerra y Sánchez, Ramiro, Manual de Historia de Cuba (Económica, Social y Política). Tomo I, Habana Cultural, S. A.,
Habana, Cuba, 1938, 21.
74
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nuevos paseos que transformaron la imagen de la ciudad28. La ciudad se transformó
en una compleja mezcolanza de lugares aún vinculados al pasado remoto de la
ciudad, nuevos complejos urbanísticos que nacían con los nuevos tiempos y una
heterogénea mezcla social que compartía espacios a lo largo de la trama urbana:
en las mismas cuadras convivían señores de las clases más pudientes con trabajadores
y con negros horros, mezclándose bohíos con viviendas de teja y tapia y efímeras
construcciones de las clases menos pudientes29. En la década de 1770 se produjo el
nacimiento del primer teatro de La Habana, el Coliseo30.
En 1750 la ciudad ya llegaba a los 5.000 habitantes y ocupaba una extensión
de 1,50 kilómetros cuadrados31. El espacio intramuros comenzará a escasear y las
casas de las familias más pudientes, enriquecidas por el contrabando, el tabaco y el
crecimiento de la producción azucarera, irán ganando altura y extensión, hasta llegar
a transformares en casas palaciegas. Estas residencias irán configurándose
funcionalmente según las alturas: el espacio de almacenaje y caballerizas en la
planta baja, la servidumbre y oficinas en el entresuelo y la residencia familiar en el piso
alto. El esquema se mantendrá en el siglo XIX, sin mayores novedades salvo por la
introducción de nuevos materiales, técnicas constructivas y el influjo del neoclasicismo
de moda. Las clases menos pudientes irán ocupando poco a poco los espacios más
estrechos y alejados de los centros de influencia32.
Desde 1761 La Habana iniciará un nuevo proceso de refuerzo de su capacidad
defensiva, sabedoras las autoridades locales y peninsulares de lo próxima que estaba
una nueva guerra contra Gran Bretaña. En junio llegarían desde Cádiz al mando del
nuevo capitán general de Cuba, Juan de Prado Portocarrero, nueve navíos de guerra
con unos dos mil hombres de refuerzo, pero un brote de vómito negro acabó con más
de tres mil personas, la mayor parte, tripulación de los buques recién llegados y
guarnición de la plaza.
28
29
30
31
32
Sorhegui D´Mares, Arturo, La Habana en el Mediterráneo Americano, Editorial Imagen Contemporánea, La Habana,
Cuba, 2007, 24.
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Menéndez García, Madelene, “La vivienda en La Habana Vieja...”, 112-113.
75
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El 16 de enero de 1762, Carlos III declaraba la guerra a Gran Bretaña en
reciprocidad a la declaración de guerra británica del día 4 y Don Juan de Prado
conformaba una junta de guerra ante la previsión de un ataque inglés a la isla. Los
preparativos ingleses en el puerto de Portmouth fueron planificados por el jefe del
almirantazgo Lord Anson y contaron con la dirección de operaciones de Sir Jorge
Pockoc, que, habiendo sido llamado con urgencia, acudió desde las Indias
Orientales. El almirante Knowles, quien había participado en la guerra entre 1739 y
1748 y visitado La Habana siendo gobernador de Jamaica invitado por Cajigal,
informó de todo lo relacionado con la invasión por tierra: estado de las fortalezas y
defensas de la ciudad; estado general de la ciudad; topografía de los alrededores;
fuerza de la guarnición; número de vecinos y lugares más adecuados para un
desembarco33.
El día 6 de junio de 1762 una escuadra inglesa compuesta de unas 145
embarcaciones de transporte y 28 buques de guerra apareció a la vista de la plaza y
fue colocándose en línea para iniciar hostilidades, lo que provocó la completa
movilización de la tropa, escuadra y milicias (blancos, pardos y morenos) destinadas
a repeler un posible desembarco. Demolida la torre de Cojímar por el fuego enemigo,
los ingleses pudieron desembarcar y se plantearon como siguiente objetivo la toma
de la Cabaña, para desde allí dominar la ciudad y el castillo del Morro. La entrada al
puerto fue cerrada con los navíos Neptuno, Asia y Europa que se calaron a pique, y
se atravesó desde la Punta al Morro una cadena de maderos y clavos que debían
dificultar el avance enemigo34.
Ante el progreso inglés, La Cabaña fue abandonada y su artillería clavada o
lanzada al mar. El 30 de junio, con la pérdida del castillo del Morro, la plaza quedó
sentenciada: los fuegos realizados por los ingleses sobre la ciudad y el castillo de la
Punta fueron incesantes. Con muy poca pólvora y sin esperanzas de que la plaza fuera
socorrida desde el exterior, el día 11 se izaron banderas de tregua a las dos y media
de la tarde y el sargento mayor de la plaza, Don Antonio Ramírez de Estenoz, pasó al
campo enemigo para entregar una carta al conde de Albermarle. Esa misma noche
regresó Ramírez de Estenoz con el acuerdo de la tregua, estableciéndose al día
siguiente, 12 de agosto, la capitulación. El 30 de agosto partiría el almirante Pockoc
33
34
Guerra y Sánchez, Ramiro, Manual de Historia de Cuba, 21.
Marchena Fernández, Juan y Cuño Bonito, Justo, Vientos de Guerra, Tomo II, 2018, 86.
76
Americanía. Revista de Estudios Latinoamericanos. Nueva Época (Sevilla), n. 14, p. 63-91, jul-dic, 2021
para Inglaterra con la mayor parte de la escuadra inglesa y un convoy de 28
embarcaciones para Cádiz llevando a los capitulados.
Ilustración 6. Canot, Peter, Engraver y Elias Walker Durnford. Una vista de la entrada del puerto de la
Habana, tomada desde el interior de los pecios, 1764. Biblioteca del Congreso:
https://www.loc.gov/item/92514334/
Los ingleses abrirían de inmediato el puerto a todos los buques ingleses e
introdujeron en la ciudad un gran número de esclavos de Jamaica y otras islas
inglesas, reactivando con ello poderosamente el comercio de la ciudad. Albermale
autorizó el comercio con todos los buques de bandera inglesa a cambio de un
impuesto muy moderado: de las colonias inglesas y de la propia Gran Bretaña
acudieron en tropel barcos y agentes comerciales a una plaza considerada rica, que
siempre les había estado negada y que ahora presentaba un cuantioso botín para
repartir entre todos los interesados. En el puerto entraron más de 700 barcos
mercantes, cuando en todo un año sólo habían entrado 15. La ciudad se llenó de
cargamentos venidos de diversas partes a unos precios considerablemente más bajos
que los ofrecidos por la Real Compañía de Comercio y, de igual forma, la exportación
77
Americanía. Revista de Estudios Latinoamericanos. Nueva Época (Sevilla), n. 14, p. 63-91, jul-dic, 2021
de productos, sin las limitaciones de precios impuestas por las autoridades
peninsulares, enriqueció a los comerciantes habaneros35.
El 22 de febrero de 1763 se publicaría la paz general acordada en Versalles
que obligaba a los ingleses a restituir a España la plaza de La Habana, y el 30 de junio
arribaría a la isla una escuadra española de 4 navíos de guerra y 2.000 hombres de
tropa a cargo del teniente general Ambrosio de Funes, conde de Ricla, que
finalmente entraría en la ciudad el 6 de julio para hacerse cargo de su mando y
gobierno36. Durante varios días el vecindario estuvo de fiesta: las calles engalanadas,
procesiones y otros festejos celebraron el retorno de la ciudad a la monarquía
hispánica, pero la alegría del momento no ocultó el disgusto y reparto de culpas por
la responsabilidad en la lamentable defensa de la plaza: cien señoras de La Habana
firmaron un manifiesto remitido a la reina en la que exponían quejas contra las
autoridades por su falta de decisión y habilidad, responsabilizándoles de la entrega
de la plaza. La ocupación inglesa dio la oportunidad, además, de comenzar a
diferenciar de manera clara entre españoles peninsulares y españoles americanos, sus
intereses y visiones contrapuestas37.
Era necesario restablecer las murallas y fortalezas, dotar de defensas marítimas
la desguarnecida costa y para ello, los situados mexicanos fueron absolutamente
fundamentales: de inmediato, con los engrandecidos fondos llegados de Veracruz,
se comenzarían las obras de reconstrucción de la muralla y los castillos con más de
4.000 hombres entre peones voluntarios y esclavos traídos a jornal.
El mariscal Don Alejandro O´Reilly, subinspector de tropas y segundo cabo de
la isla, se encargaría no sólo de la reorganización militar sino también, acorde con los
nuevos tiempos, de impulsar la vida económica y cultural de la ciudad a través de
proyectos como el de publicación del primer periódico que vio la luz en la isla, el Papel
Periódico de la Havana. Francisco Seguí fue el impresor del Papel Periódico de la
Havana, publicación que apareció por primera vez el 24 de octubre de 1790. El inicio
de la publicación se correspondía con el aperturismo social, político y económico
emprendido por el gobernador Luis de las Casas tras la conquista y dominación
35
36
37
Vázquez Cienfuegos, Sigfrido, “La Habana Británica: Once meses claves en la historia de Cuba”, en VV.AA.,
Metodología y nuevas líneas de investigación de la Historia de América, Universidad de Burgos, Burgos, España,
2001, 131-147.
De la Pezuela, Joaquín, Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de la Isla de Cuba, 5.
Guerra y Sánchez, Ramiro, Manual de Historia de Cuba, 21.
78
Americanía. Revista de Estudios Latinoamericanos. Nueva Época (Sevilla), n. 14, p. 63-91, jul-dic, 2021
inglesa de La Habana. La dominación inglesa cambió la percepción que tenían los
habaneros del mundo e hizo que entendieran que había que buscar relaciones
económicas y culturales que fueran más allá de la metrópoli38. En 1793, el periódico
fue tomado a cargo de la recién erigida Sociedad Patriótica de Amigos del País de la
Habana a través de una diputación compuesta por Agustín de Ibarra, Joaquín Santa
Cruz, Antonio Robredo y Tomás Romay. Dicha diputación presentó un plan para el
desarrollo de la publicación periódica en la que se perfilaban las directrices que
tendría según el público al que iría dirigida:
“El
deseo
de que nuestros compatriotas disfruten
quantas
puedan
proporcionarse nos mueve á tomarnos el trabajo de escribir todas las semanas
medio pliego de papel en que se recojan las explicadas noticias. A imitación
de otros que se publican en la Europa comenzarán también otros papeles con
algunos retazos de literatura, que procuraremos escoger con el mayor esmero
(…) Los aficionados que quisieren adornarla con sus producciones se servirán
ponerlas en la Librería de D. Franco Seguí que ofrece imprimirlas (…) Todo el
que deseare vender ó comprar algunas casas, estancia, esclavo, hacienda, ó
cualquier cosa, avíselo á la mencionada Librería de D. Franco Seguí, y sin que
le cueste cosa ninguna se participará al público en uno de estos papeles”39.
Franco Seguí fue el responsable de la imprenta de la Capitanía General
durante el gobierno de Las Casas. El espíritu reformista de Las Casas amparó escritos
aparecidos en el periódico que atacaron en tono irónico irrefutables episodios
históricos bíblicos como el del diluvio universal. Las quejas del obispo Font (artículo
impío, pernicioso y que ofendía “a las cosas pertenecientes a la fe, buenas
costumbres y propagación de la Doctrina Católica”) fueron contestadas por Las
Casas argumentando el anonimato de los autores, que le hacían llegar a él “por
medio de criados desconocidos”, los papeles dirigidos a Seguí, el impresor40.
38
39
40
Roig de Leuchsenring, Emilio, El sesquicentenario del Papel Periódico de la Havana 1700 – 24 de octubre – 1940,
Municipio de La Habana, La Habana, 1940, 17.
Llaverias, Joaquín (dir.), Boletín del Archivo Nacional. Publicación Bimestral. Tomo XXII, Imp. La Filosofía, La Habana,
Cuba, 1923, 31.
VV.AA., La literatura en el Papel Periódico de la Havana. 1790-1805, Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1990, 329340.
79
Americanía. Revista de Estudios Latinoamericanos. Nueva Época (Sevilla), n. 14, p. 63-91, jul-dic, 2021
Ilustración 7. Proyecto para la construcción y disposición de dos lanchas cañoneras en la Bahía de la Habana
para su defensa de navíos ingleses. 11 de agosto de 1798. El mapa, inédito, fue descubierto en junio de 2020
por un investigador dentro del legajo referenciado en el AGI. AGI, Papeles de Cuba, 1516B.
Ilustración 8. Vista de la plaza del mercado en la Ciudad de la Habana en 1768. Dibujado por Elias Durnford
Engineer. Biblioteca del Congreso: https://www.loc.gov/item/2009633664/
80
Americanía. Revista de Estudios Latinoamericanos. Nueva Época (Sevilla), n. 14, p. 63-91, jul-dic, 2021
La Habana en la primera mitad del siglo XIX y su papel estratégico en el
conflicto de independencia
En este contexto, la isla de Cuba41 registrará un impresionante crecimiento de
habitantes en toda la isla: pasará de 172 mil habitantes en 1774 a más de 700 mil en
1827 y la ciudad de La Habana se convertirá en una de las ciudades americanas más
pobladas: los habitantes crecerán hasta los 51.307 en 1792, alcanzando los 83.598
habitantes en 181742. Una ciudad en efervescencia y constante cambio donde
emergieron las Sociedades Patrióticas, la Sociedad Económica de La Habana (1792)
y el Real Consulado de Agricultura y Comercio de La Habana (1794)43. Una ciudad
“que es, y no puede ser otra cosa que meramente agricultora”44, que se ofrecía
protegida por su bahía a la que se accedía a través de un puerto (en palabras de
Humboldt, “uno de los puertos de la América, cuya posición astronómica está mejor
determinada”45) custodiado por los fuertes de la Punta, el Morro y la Cabaña y por
una muralla que recorría todo el perímetro costero de la ciudad. En la zona intramuros
se articulaba una ciudad irregular, pese a que sus calles habían sido trazadas a cordel
y en divisiones iguales. La colonia más rica del mundo que sostenía principalmente su
economía en la esclavitud masiva y el contrabando humano procedente de África46.
La tolerancia manifestada por el capitán general Apodaca (nombrado virrey
de México al año siguiente, siendo sustituido como capitán general de Cuba por José
Cienfuegos) desde 1815 con respecto a la admisión de buques extranjeros; el
incremento e incentivo de las patentes de corso contra los corsarios insurgentes y el
real decreto de 1818 que concedía al puerto la libre admisión de buques extranjeros,
incrementaron poderosamente la riqueza de la isla: el mismo año el censo de
población contabilizó 84.075 individuos47. Recordemos que bajo el gobierno de
Apodaca se organizó en 1812 la junta preparatoria de La Habana, con jurisdicción
sobre toda la isla y las dos Floridas con el objetivo de organizar el nuevo régimen
41
42
43
44
45
46
47
VV.AA., La Población de Cuba, Centro de Estudios Demográficos, La Habana, Cuba, 1974, 21.
Sanz Rozalén, Vicent, “La ciudad de La Habana y el tabaco a comienzos del siglo XIX”, Anuario de Estudios Atlánticos,
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González-Ripoll, María Dolores y Álvarez Cuartero, Izaskun, Francisco de Arango y la invención de la Cuba azucarera,
Universidad de Salamanca, Salamanca, 2009, 48.
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y Bellas Artes, Tomo I, Establecimiento Tipográfico de Soler, Álvarez y Comp., 1885, 452.
De Humboldt, Alejandro, Ensayo político sobre la isla de Cuba, Ayacucho, Venezuela, 2005, 11.
Böttcher, Nikolaus, “Comerciantes británicos y el comercio interior de Cuba, 1762-1808”, en: Böttcher, Nikolaus;
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Iberoamericana/México: El Colegio de México, Madrid/ Franfurt am Main, 2011, 207-238.
De la Pezuela, Joaquín, Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico, de la isla de Cuba, tomo III, 63.
81
Americanía. Revista de Estudios Latinoamericanos. Nueva Época (Sevilla), n. 14, p. 63-91, jul-dic, 2021
político emanado de la constitución de 1812 en lo referido a la creación de las
diputaciones provinciales y establecimiento de los límites y demarcaciones
provinciales48.
La supresión del estanco del tabaco, el derecho de comercio libre dado el 23
de julio de 1818 y el privilegio dado a los plantadores de azúcar sobre los vegueros
respecto a las concesiones de tierras municipales, convertirían a la provincia de La
Habana en una gran plantación, menoscabando los derechos e influjo económico
de los cultivadores de tabaco49.
El relevo de Cienfuegos por Juan Manuel de Cajigal en 1819 coincidiría con la
llegada a La Habana de Mariano Renovales. Renovales, mariscal de campo, liberal
convencido que había intervenido en la lucha contra la primera invasión inglesa en
el Río de la Plata y contra los franceses en la guerra de independencia, había asumido
una comisión para pasar a Nueva Orleans como doble agente al servicio del gobierno
español. Las primeras noticias sobre el levantamiento del general Riego en España
para proclamar la constitución liberal de 1812 en 1820 condujeron a Renovales a La
Habana, donde presenció la proclamación de dicha constitución.
A las dos de la tarde del día 15 de abril de 1820 entró en el puerto de La
Habana el bergantín del Comercio Montserrate procedente de la Coruña con sólo
treinta y un días de navegación. Al llegar el ayudante de reconocimiento del puerto
de La Habana a su inmediación, todos los marineros del buque gritaron ¡Viva el Rey y
viva la constitución!, de un modo que los navegantes de la falúa quedaron realmente
sorprendidos. Al llegar a bordo, el capitán del Montserrate presentó al oficial del
puerto un impreso hecho en la Coruña por una Junta Provincial en que se hallaba
inserto un decreto de su majestad del 8 de marzo. En él se decía que para evitar las
dudas que pudiesen ocasionar su decreto de 7 de marzo sobre convocatoria
inmediata de las Cortes del reino, se había decidido a jurar la constitución
promulgada en 1812 por las Cortes Generales y Extraordinarias del Reino50.
48
49
50
Santos Fuentes, Alain J., “La constitución de Cádiz y la división del territorio cubano en provincias”, Iberoamérica
Social-Red de Estudios Sociales, Número Especial Vol. 2, 2018, 81-98.
Hernández González, Manuel, Liberalismo criollo y sacarocracia en Cuba. José Arango y Núñez del Castillo (17651851), Idea, Madrid, 2014, 127-128.
Cajigal, Juan Manuel, “Números 1 y 4: gobernador de la Habana sobre la jura de la constitución en 1820”. Archivo
General de Indias (AGI), Estado, 12.
82
Americanía. Revista de Estudios Latinoamericanos. Nueva Época (Sevilla), n. 14, p. 63-91, jul-dic, 2021
El día 16 en la tarde se reunió el pueblo y la mayor parte de la guarnición
presente, todos alegres y jubilosos, según relato del capitán general, y gritando que
se jurase la constitución. En los días 17 y 18, la constitución fue jurada con toda la
solemnidad posible y en toda la isla fueron circuladas órdenes para que se hiciera lo
mismo.
A los ojos de los contemporáneos, en el siglo XIX, la isla de Cuba en general y
la plaza de La Habana, en particular, siguió siendo un punto neurálgico para las
comunicaciones entre la península ibérica y América y un bastión fundamental para
el mantenimiento de lo que aún quedaba del imperio español. Después de
proclamadas las independencias en la mayor parte de América, rebeldes y potencias
extranjeras tenían en tanta importancia la posesión de la isla que basaban en ella, en
su independencia, el reconocimiento de toda la independencia americana,
estimando que su pérdida conllevaría la pérdida completa del continente
americano51.
Será bajo la capitanía general de Mahy cuando la isla, y particularmente su
capital, acentuará un peligroso proceso de inestabilidad política alentado por los
sucesos que afectaban a todo el continente americano: la cesión de Florida a la
Unión americana; la llegada de los ejércitos de Costa Firme, tras la entrega de las
últimas plazas en posesión realista y la derrota de Carabobo y la pérdida de México,
convertirán La Habana en el punto de encuentro de todos los militares y familias
emigrados. La efervescencia política de la capital coincidirá con las actividades de
las sociedades patrióticas (masones, comuneros…), que Mahy tratará de controlar a
duras penas, evitando los enfrentamientos ideológicos en el interior de la milicia
nacional. El ideólogo de la guarnición peninsular habanera será el sacerdote Tomás
Gutiérrez de Piñeres, liberal exaltado y opuesto al poder político de la oligarquía
criolla52.
Pero será durante el gobierno del general de Dionisio Vives y bajo el influjo en
la península de la llegada del ejército del duque de Angulema y la consecuente
restitución absolutista de Fernando VII, cuando la situación política en La Habana
adquirirá una agitación extrema: algunos criollos habaneros adscritos a la facción de
51
52
García de Castillo y Tejada Juan Manuel, “Relación de los Grados Literarios, Méritos y Servicios del Doctor D. Juan
Manuel García de Castillo y Tejada, Cura Vicario en propiedad del pueblo de Tocancipá, en el Arzobispado de Santa
Fe de Bogotá”. AGI, Estado 19 N. 122.
Ibid.
83
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los liberales exaltados, comandados por don Francisco Lemus, conformarán la logia
secreta los ‘Soles de Bolívar’ intentando conseguir la independencia de la isla. Otras
logias, como la de los Caballeros Racionales de Matanzas y la Cadena Triangular de
Puerto Príncipe también participarían en la acción junto a jueces, sacerdotes, oficiales
de la milicia y labradores, menestrales y gentes de color. Otros americanos del sur
radicados en la isla, como el comerciante venezolano Juan Jorge Peoli, también
participarían en la conjuración. La restitución del absolutismo y las órdenes dadas a
Vives para la abolición de la constitución, harán que el capitán general adoptase
medidas enérgicas entre las que estuvo el cierre de más de veinte periódicos, la
disolución de la diputación provincial y la entrega de armas por parte de la milicia
nacional. Más de 600 personas fueron acusadas de conspiración.
La pérdida definitiva de Costa Firme tras la derrota final del lago de Maracaibo
y la entrega del castillo de San Juan de Ulúa, conllevará la reorganización del ejército
de la isla, que llegará a contar con más de 12.000 veteranos de todas las armas,
llegando La Habana a contar entonces con 94.023 habitantes53.
Ilustración 9. Panorama de la Habana / daguerreotypado por GB Haase, Habana, 1854. Biblioteca del
Congreso. https://lccn.loc.gov/2013646652
53
De la Pezuela, Joaquín, Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de la Isla de Cuba, 5.
84
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“Nueva y opulenta Tiro, ve llegar cada año a sus puertos, y
especialmente al de la Habana su capital, 1300 buques algunos
nacionales y los demás extranjeros, conduciendo a sus almacenes
los más útiles géneros y preciosas manufacturas de todos los pueblos,
para exportar en el mismo período aún 300.000 cajas de azúcar de a
16:20@hasta peso cada una, 800.000@ de café, 16.000 de cera,
27.000 bocoyes de miel de purga, 5000 pipas de aguardiente de
caña, entrando en sus cajas por derechos de importación y
exportación la cantidad de 3.700.000 drs. Que pudieran ser sin
dificultad 6 millones, sino fuera por el contrabando escandaloso, y
descarados latrocinios que allí se hacen en todo género, viéndose
elevados en muy breve tiempo ha inmensa riqueza, empleados cuyo
sueldo sólo puede sufragar allí para sostener honestamente la vida,
y no falta alguno, según tengo entendido, que castigado por el robo
de una resma papel en una oficina, ha logrado hacer un capital de
2 millones de duros sólo en cinco años posteriores a su delito”54.
A principios de 1823 la situación política en la isla era de una inestabilidad
evidente y La Habana se convirtió en el centro de todo tipo de confabulaciones y
conjeturas sobre la independencia americana. En la ciudad circulaban impresos en
los que se anunciaba la idea de una alianza americana contra la Santa Alianza
europea y en los círculos de exiliados colombianos se rumoreaba que había ido a
Bogotá un comisionado de Haití para entablar relaciones de comercio y tratados de
mutua defensa entre una y otra república. Se sospechaba incluso que quizá con
motivo de esas conversaciones se estaría concertando un ataque sobre Cuba, a partir
de los datos suministrados por el patriota don Antonio Miralla, que había permanecido
largo tiempo en La Habana al frente de una casa inglesa de comercio. Miralla y
Fernández Madrid, último presidente del congreso neogranadino a la entrada del
ejército expedicionario en Santa Fe en 1816, eran vistos por algunos absolutistas como
agentes de los independentistas para informar sobre el estado de fuerza que
54
García de Castillo y Tejada Juan Manuel, “Relación de los Grados Literarios...”
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guarnecía la isla, y el estado ideológico en que se hallaban los que ostentaban el
mando en diferentes puntos de la plaza.
La independencia de Cuba fue vista por los colombianos y mexicanos como
fundamental para consolidar todo el proceso emancipatorio en el continente. Según
informes del cura García de Castillo y Tejada, los independentistas contaban con una
escuadra de 11 o 12 poderosos navíos, incluyendo dos fragatas construidas en Nueva
York sufragadas por los mexicanos, y la corbeta Ceres, el mejor buque español que
había en La Habana y que había sido apresado por corsarios colombianos en 1824 a
la vista del mismo puerto55. En ese mismo puerto era diaria la llegada de buques de
guerra ingleses americanos y europeos. Tal y como había hecho el comodoro Knowles
anteriormente, Eduard Owen, comodoro del navío Gloucester que estaba fondeado
en el mismo puerto, se dedicó a observar atentamente todo lo que allí sucedía.
Además, Owen, encargó a Mr. Tomás Eduardo Wood que también espiase y tomase
nota de los movimientos de embarcaciones, tropas y mercancías con el fin de reunir
toda la información posible.
Ilustración 10. La Habana al mediar el siglo XIX. Reproducción de Cuba: Economía y Sociedad de Levi
Marrero, 1977. Universidad de Miami. Biblioteca. Colección Herencia Cubana. En
https://merrick.library.miami.edu/cdm/singleitem/collection/chc0468/id/106/rec/48
55
Marchena Fernández, Juan y Cuño Bonito, Justo, Vientos de Guerra..., Tomo III, 2018, 431.
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Y dentro de todos los peligros internos, los liberales representaban uno de los
mayores para mantener la posesión sobre la isla. En la proclamación de la constitución
liberal habían intervenido individuos y cuerpos que aún permanecían en La Habana
sin que, a juicio de Tejada, hubiesen pagado el precio debido a sus acciones: los
individuos adscritos a los regimientos de Málaga y Cataluña, que forzaron al capitán
general Manuel de Cajigal a proclamar la constitución, se pluriempleaban en ingenios
o plantaciones de café como mayorales o mayordomos, consiguiendo licencia de
sus jefes a cambio de las convenidas onzas de oro. Connotados liberales que habían
demostrado su afición a ese régimen proclamando la constitución de 1812 en la
Nueva Granada, sublevando con dinero, según el cura Tejada, al regimiento de León
expedicionario y expulsaron al virrey Sámano y al comandante de artillería Antonio
Cano, permanecían en Cuba: Miguel Valbuena en Puerto Príncipe al mando del
regimiento de León; Ignacio Romero que fuera comandante de la brigada de
artillería; Mariano Sixto, intendente constitucional de Caracas, según Tejada,
declarado por falsario en sentencia del supremo tribunal de la guerra aprobada por
real orden de 13 agosto de 1822 pero que, a pesar de todo, permanecía aún en
Santiago de Cuba con su sueldo íntegro de 8.000 duros anuales; y Vicente Sánchez
Lima, capitán graduado y en ese momento brigadier, mandado detener por Pablo
Morillo y que había escapado a su arresto.
En el castillo de la Punta, uno de los que estaban a la boca de la Bahía, era
comandante don Juan Campos, de quien se decía en un libro impreso en Madrid,
que “fue comandante de la plaza de Puerto Cabello antes de la insurrección, en la
insurrección y después de ella”56. En la misma Habana, a la vista de todo el público
en la casa del pintor Escobar, cerca de la plazuela de Belén, se mostraba el retrato
de Simón Bolívar al lado de los generales Apodaca, Cienfuegos y Cajigal. Allí podían
mirarlo y admirarlo no sólo los habaneros, sino los militares recién llegados tras las
derrotas de Maracaibo y Puerto Cabello. Éstos fueron uno de los principales peligros
detectados por Tejada para la isla: si tropas de Colombia desembarcasen en algún
punto de la costa y quisiesen emprender la venganza hacia aquellos jefes que les
habían maltratado, era muy posible que sucumbieran a la tentación de entregarse al
pillaje, y que ello les hiciera olvidar su subordinación y obligaciones. La misma
presencia de compatriotas ‘de las mismas razas’ supondría un atractivo para
emprender el despojo de la isla. Ultrajados y maltratados ahora como estaban, eran
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García de Castillo y Tejada Juan Manuel, “Relación de los Grados Literarios...”
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un peligro cierto, evidente, igual los 300 miembros del Batallón Ligero de Leales
Corianos llegados a La Habana en 1822: insultados y despreciados que no sólo fueron
rechazados en su deseo de ser agregados a los cuerpos existentes en La Habana, sino
que además fueron embarcados y devueltos a Costa Firme “¿Qué harían allí estos
soldados sino aumentar las filas enemigas?”57.
Conclusión
Durante los casi cuatrocientos años de presencia española en el Caribe, la isla
de Cuba ocupó una posición geoestratégica fundamental dentro del conjunto de las
posiciones españolas en América. Su capital, La Habana, fue un enclave esencial
para asegurar el control de la isla y la evolución de su traza urbana nos informa sobre
cómo el poder español tuvo que ir progresivamente adoptando una posición
ultradefensiva ante el avance hegemónico en el Caribe de otras potencias. Al
tiempo, La Habana se convirtió en un centro redistribuidor de mercancías e ideas
entre África, Europa, América y Asia, y en el consecuente núcleo difusor hacia los
territorios americanos del cambio de mentalidades que avivaron los nuevos
paradigmas de la ilustración y de las revoluciones triunfantes. Si bien su insularidad la
mantuvo a distancia de los procesos de independencia, su centralidad mantuvo a la
isla y a su capital como uno de los focos desde donde los revolucionarios americanos
intercambiaron ideas y prepararon el asalto final a la isla.
Fecha de recepción: 26/10/21
Aceptado para publicación: 10/12/21
57
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en: Böttcher, Nikolaus; Hausberger, Bernd; Ibarra, Antonio (eds.), Redes imperiales y
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