América Latina en la geopolítica internacional del conocimiento *
Latin America in the international geopolitics of knowledge
José Joaquín Brunner **
La educación superior o terciaria ocupa un lugar central en la ideología de las
sociedades contemporáneas; en efecto, se le adjudican una serie de beneficios y
oportunidades clave para el desarrollo y buen funcionamiento de los países. Esta
ideología sostiene que los flujos de conocimiento, información e ideas a nivel global
presuponen oportunidades y mejoras para la productividad de las empresas y la
competitividad de las economías; incrementan el capital humano y el uso de las nuevas
tecnologías y favorecen la movilidad social, la modernización de los gobiernos y la
convergencia en los niveles de desarrollo de los países. De allí también que se
justificaría invertir continuamente más recursos en la educación terciaria,
institucionalmente representada por la universidad como modelo ideal. Cabe
preguntarse, sin embargo, si acaso este mundo de información y conocimiento es
realmente más igualitario, si los flujos de ideas y publicaciones se están volviendo más
simétricos, si las instituciones de rango mundial están realmente al alcance de todos los
países. Solo entonces podremos avizorar qué papel jugará América Latina de cara a la
sociedad global del conocimiento.
Palabras clave: geopolítica del conocimiento, educación superior, América Latina
Higher or tertiary education holds a central place in contemporary ideology and is
supposed to generate a series of key benefits and opportunities for the development and
good performance of countries. In fact, this ideology implies that global flows of
knowledge, information and ideas enhance productivity and entrepreneurial
competitiveness, improve human capital and the use of new technologies, and advance
social mobility, the State’s effectiveness and the overall progress in living standards. In
turn, these social benefits justify public investment in higher education and its ideal
institutional expression, the university. However, one must question the tenets of this
ideology. Are the information society and knowledge economy really more egalitarian?
Have flows of ideas and publications become any more symmetrical? Are world-class
universities within the reach of all countries? Only after addressing these questions will
we be able to foresee the possible future roles that Latin America will play in a global
knowledge society.
Key words: geopolitics of knowledge, higher education, Latin America
* Versión revisada y puesta al día de una ponencia presentada inicialmente ante el Foro Internacional
Valparaíso 2010 sobre “La Educación en la Sociedad del Conocimiento y la Información”, 24 de junio de 2010,
posteriormente publicada bajo el título “Globalización de la educación superior: crítica de su figura ideológica”
(Revista Iberoamericana de Educación Superior - RIES, México, vol. 1, nº 2, pp. 75-83).
** Sociólogo por la Universidad de Leiden, Holanda. Profesor titular de la Universidad Diego Portales, Chile,
donde dirige la Cátedra UNESCO de Estudios Comparados de Educación Superior. Correo electrónico:
[email protected].
Revista CTS, nº 27, vol. 9, Septiembre de 2014 (pág. 103-112)
103
José Joaquín Brunner
I
Hoy predomina una ideología -en el sentido de “falsa conciencia” o a lo menos de
“conciencia confusa”- que exalta hasta el límite de lo inverosímil la importancia clave,
el valor estratégico y, sobre todo, las enormes oportunidades y beneficios que la
educación superior traería consigo (Brunner, 2011).
Se sostiene que es una pieza vital para la competitividad de las economías; la
movilidad social entre generaciones y la cohesión de las sociedades; la
racionalización sustantiva (de fines) y técnica (de medios) de la acción social; la
clarificación argumentativa de las opciones en la esfera pública; la elaboración de
políticas y programas basados en la evidencia proporcionada por la investigación
científica; la gobernanza de las naciones y la comunidad internacional; la reflexividad
de las sociedades posmodernas y la producción de bienes públicos globales que
permitirían enfrentar los graves problemas de la humanidad en su conjunto, como el
calentamiento global, la pobreza, las crisis financieras, las oleadas migratorias y otros
“riesgos manufacturados” por nuestra civilización.
104
Se postula que su explosivo crecimiento -de 33 millones de estudiantes en 1970 a
68 millones en 1990 y a 196 millones en 2012- sería imparable porque responde,
simultáneamente, a necesidades públicas, de la industria y las personas. Sobre todo
estas últimas se beneficiarían del alto retorno que les reporta la inversión en
educación, pues como ya había observado Adam Smith en su tiempo: “Los salarios
generados por el trabajo varían según la facilidad y lo asequible, o la dificultad y el
costo de aprender un negocio”. También las sociedades obtendrían provecho de un
mayor número de personas con educación terciaria: una fuerza de trabajo más
educada permite elevar la productividad de la economía y facilita la transferencia y
difusión de tecnologías empujando el crecimiento del producto y el bienestar de la
población. Los beneficios no-monetarios de la educación superior serían igualmente
decisivos, incluyendo -entre otros- menores tasas de criminalidad, impactos sobre la
fertilidad y sobre el cuidado temprano y educación de los hijos, mayor y más
informada participación cívica y un mejor desempeño de las instituciones.
No debe sorprender, por tanto, que las universidades -instituciones que a lo largo
de los siglos se han identificado con la educación superior- ocupen un lugar
prominente en el imaginario social, ya no solo de las elites y los grupos acomodados,
sino también del “hombre medio” y las masas, como Ortega y Gasset previó que
ocurriría hace casi un siglo. Más aún, la conciencia contemporánea deposita su fe
-por secularizada que se encuentre- en la información, el conocimiento y las ciencias,
bienes que identifica con la institución universitaria como proveedora de estos
servicios y como formadora del personal encargado de su administración.
Sobre todas las cosas, la globalización en curso reconoce en las universidades a
uno de sus principales prototipos. No sólo porque en su origen ella fue una institución
internacional y sus maestros más reputados gozaban de licencia para enseñar hasta
los confines de la cristiandad, sino porque en la actualidad su rol -a lo menos en el
caso de las denominadas emerging global universities (EGU)- sería esencial para
Revista CTS, nº 27, vol. 9, Septiembre de 2014 (pág. 103-112)
José Joaquín Brunner
expandir un capitalismo cuyo dinamismo productivo se alimenta del uso intensivo de
la información y el conocimiento avanzado. Sin duda, comenta un analista, “en casi
todos los países, las universidades de investigación se cuentan entre los sectores
más globalmente conectados. El conocimiento, la moneda libre de las universidades,
fluye en cualquier parte y en todas las direcciones, como el azogue sobre una
superficie de metal. Al mismo tiempo, las conexiones globales, las comparaciones y
rankings mundiales, y los flujos globales de personas, ideas, conocimiento y capital
están transformando a la educación superior” (Marginson, 2010).
II
La pregunta que surge de inmediato es si acaso las nuevas condiciones están
creando efectivamente un mundo de información y conocimiento más igualitario; si
acaso los flujos de ideas y publicaciones se han vuelto más simétricos; si las
instituciones de rango mundial están realmente al alcance de todos los países y si, en
este cuadro, América Latina comienza a emerger como una región dinámica de cara
a la sociedad del conocimiento.
La respuesta es desalentadora. Indica que la geopolítica global de las funciones e
instituciones del conocimiento se halla fuertemente concentrada en unos pocos
países del norte. En efecto, en su conjunto los países de alto ingreso producen tres
de cada cuatro artículos científico-técnicos registrados en las bases internacionales y
nueve de cada diez patentes concedidas por la Oficina de Patentes y Comercio de los
Estados Unidos (USPTO); captan más de dos tercios de los alumnos
internacionalmente móviles de educación superior y albergan las 100 primeras
universidades según el Ranking de Shanghái y un 88% de las 500 primeras.
Dentro de este cuadro de manifiesta concentración, América Latina participa sólo
débilmente. En efecto, si bien la región representa alrededor de un 8,5% de la
población mundial y su producto alcanza a un 8,4% del PIB global, en cambio produce
apenas un 3,9% de las publicaciones mundialmente registradas y un minúsculo 0,2%
de las patentes concedidas en los Estados Unidos; atrae un 1,6% de los estudiantes
terciarios internacionalmente móviles y no cuenta con ninguna universidad entre las
100 primeras del Ranking de Shanghái.
La primera universidad latinoamericana en esta lista, la de San Pablo, Brasil, ocupa
una posición entre los lugares 101 y 150, por debajo de las universidades de Hawai,
Miami y Pisa, considerando sólo instituciones en el mismo rango de posiciones. En el
conjunto de la región, aparecen incluidas otras diez universidades: seis brasileñas,
dos chilenas, una mexicana y una argentina. Ninguna puede considerarse de “clase
mundial”, pero todas ellas operan, sin duda, como referentes dentro del ámbito
regional y en el espacio iberoamericano, junto a un grupo adicional de diez
universidades españolas y cuatro portuguesas clasificadas asimismo entre las 500 de
Shanghái.
Revista CTS, nº 27, vol. 9, Septiembre de 2014 (pág. 103-112)
105
José Joaquín Brunner
III
La débil participación latinoamericana en el emergente escenario global de la
educación superior tiene que ver con diversos factores, entre los cuales destaco uno:
el contexto adverso en que aquí se desenvuelven las funciones de conocimiento.
Como vimos, uno de los pivotes de la ideología que exalta el valor clave de la
educación superior tiene que ver con la idea de que el capitalismo global funciona
hoy, en sus sectores más dinámicos, en torno al uso intensivo y la aplicación
innovadora del conocimiento. Para medir el avance de los países hacia esta
economía basada en el conocimiento, el Banco Mundial ha diseñado un Índice que
evalúa cuatro factores considerados esenciales para la participación de los países en
dicha economía: su régimen de incentivos económicos, capacidades de innovación,
educación, y la penetración y uso de nuevas tecnologías de información y
comunicación.
Los datos disponibles muestran que América Latina se halla en la parte intermedia
de este índice (Gráfico 1), sólo por encima de las regiones más pobres del mundo:
Medio Oriente y África del Norte, Asia del Sur y África Subsahariana. Naturalmente,
hay significativas diferencias entre los países de la región (Gráfico 2).
Gráfico 1. Regiones y grupos de países. Índice de economía del conocimiento (2012)
106
8,8
América del Norte
8,6
Ingreso alto
7,5
Europa y Asia Central
5,3
Asia del Este y Pacífico
5,2
América Latina
5,1
Mundo
5,1
Ingreso medio alto
4,7
Medio Oriente y África Norte
3,4
Ingreso medio bajo
2,8
Asia del Sur
2,6
África Sub-Sahariana
1,6
Ingreso bajo
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
Fuente: Knowledge Assessment Methodology (Banco Mundial, 2014)
Revista CTS, nº 27, vol. 9, Septiembre de 2014 (pág. 103-112)
José Joaquín Brunner
Gráfico 2. América Latina. Índice de economía del conocimiento (2012)
Chile
Barbados
7,2
7,2
Uruguay
Costa Rica
Trinidad y Tobago
Aruba
6,4
5,9
5,9
5,9
Jamaica
Brasil
Dominica
Argentina
Panamá
México
Perú
Colombia
5,7
5,6
5,6
5,4
5,3
5,1
5,0
4,9
4,7
Guyana
Venezuela, RB
Cuba
El Salvador
R. Dominicana
Paraguay
Ecuador
Guatemala
4,2
4,2
4,2
4,1
4,0
3,7
3,7
3,7
Bolivia
Honduras
Nicaragua
3,1
2,6
0
1
2
3
4
5
6
7
8
107
Fuente: Knowledge Assessment Methodology (Banco Mundial, 2014)
Una razón de este rezago latinoamericano es el escaso peso que en la región tienen
las industrias y servicios más relacionados con la ciencia y la tecnología, conocidos
también como “intensivos en tecnología y conocimiento”. Entre las manufacturas de
este tipo se cuentan aquellas de la industria aeroespacial, farmacéutica, de
computadores, equipamiento de comunicaciones e instrumentos científicos. Entre los
servicios avanzados se incluyen los financieros, comerciales y de comunicaciones.
Pues bien, más de tres cuartas partes del valor agregado a nivel mundial por las
industrias y servicios intensivos en conocimiento es producida por los países
desarrollados); el resto corresponde a las economías de los países en desarrollo. En
este último grupo, China, India, Rusia, Brasil y México dan cuenta de cerca de dos
terceras partes del valor agregado en ambos sectores. A su turno, América Latina, en
su conjunto, contribuye apenas con un 5,8%.
IV
A partir de los datos de esta geopolítica altamente concentrada del conocimiento, y
de la actuación de las 100 universidades top -cuyo estatus produce una verdadera
fascinación, cuando se piensa que en el mundo hay varias decenas de miles
Revista CTS, nº 27, vol. 9, Septiembre de 2014 (pág. 103-112)
José Joaquín Brunner
instituciones universitarias y un número todavía mayor de instituciones de educación
superior (IES) no-universitarias-, algunos analistas del norte plantean la hipótesis de
que en la actualidad se encuentra en desarrollo un mercado global para servicios de
educación superior, que este mercado se segmenta con la estratificación de las
instituciones proveedoras del servicio combinada con la diversidad de públicos
consumidores, y que los mercados nacionales se hallan subordinados al mercado
global, al tiempo que van perdiendo, comparativamente, su capacidad de conferir
certificados de valor y status a sus clientelas locales.
Mirado desde el sur, el panorama emergente se ve diferente, sin embargo. Por lo
pronto, si bien el número absoluto de alumnos internacionalmente móviles ha
aumentado de 1,1 millón a cuatro millones entre 1980 y 2012, como porcentaje de la
matrícula mundial ha permanecido invariable, en torno a un 2%. Es probable que un
fenómeno similar ocurra con la movilidad internacional de académicos, aunque en
este caso no se cuenta con información consistente. Como sea, las cifras
involucradas son ciertamente inferiores (en relación a la población mundial) a
aquellas envueltas en la perigrinatio academica a la cual se refieren los historiadores:
peregrinación de académicos y estudiantes viajeros que se desplazaban por una
Europa cuyas universidades, hasta el siglo XVII, enseñaban en latín un mismo
currículo y otorgaban grados comunes. No por casualidad los estudiantes medievales
-famosos por sus tropelías y temidos por las autoridades y burgueses de las ciudades
universitarias- estaban organizados en naciones, corporaciones independientes
compuestas por jóvenes de un mismo origen geográfico.
108
Hoy día, en cambio, cuando la educación superior se ha vuelto masiva dentro de
las fronteras de cada país, también su carácter y el alcance de sus funciones, el tono
cultural de las instituciones que la proveen y su anclaje en la sociedad, la composición
de sus cuerpos académico y estudiantil, todo esto expresa un claro vínculo nacional.
En efecto, la mayoría de las instituciones de enseñanza terciaria alrededor del mundo,
incluidas las del norte, responden a las condiciones locales del país, la provincia o
ciudad donde se hallan emplazadas. Son tributarias del Estado-nación a cuyo amparo
se nacionalizaron y con cuyo apoyo se convirtieron en instituciones típicamente
modernas.
Estas instituciones, las miles que no califican entre las 100 top del ranking de
Shanghái, no se ven afectadas por el mercado global. Sus autoridades, profesores y
estudiantes apenas escuchan hablar de él, ni se ve por qué podría interesarles, a
menos que se trate de miembros de una universidad nacional altamente selectiva,
donde un porcentaje de los académicos son investigadores que participan en las
redes internacionales de su tribu disciplinaria y donde una fracción de los estudiantes
se prepara para cursar posteriormente estudios de doctorado en el extranjero.
V
Como cabe suponer, uno de los factores más gravitantes que mantiene atada la
educación superior de los países en desarrollo a sus contextos nacionales es el factor
Revista CTS, nº 27, vol. 9, Septiembre de 2014 (pág. 103-112)
José Joaquín Brunner
económico. En efecto, el presupuesto que los países dedican a sus sistemas
nacionales de educación terciaria fija también las fronteras de éstos. En
circunstancias de capitalismo global, los límites trazados por el dinero suelen ser tan,
o tanto más, irremontables que aquellos determinados por la geografía.
Considérense los siguientes datos ilustrativos. El presupuesto público total en
educación superior de Chile de 2014, incluyendo el gasto en I+D, es equivalente al
presupuesto de la Universidad de California, Berkeley. Y el gasto total (público y
privado) en este sector, es menor al presupuesto sumado de las Universidades de
Harvard, Berkeley y Virginia Tech.
Por su lado, el gasto total chileno en educación superior, de fuentes públicas y
privadas, se estima en aproximadamente $3600 millones de dólares ese mismo año
2010. Esta cifra equivale a un 60% del presupuesto de la Universidad de
Pennsylvania, una de las 20 top mundiales de acuerdo al Ranking de Shanghái.
Estos desequilibrios, y en general la relativa parquedad del gasto latinoamericano,
constituyen una verdadera barrera para incorporarse al mercado global de la
educación terciaria, tanto del lado de la competencia por atraer estudiantes
internacionales móviles como, sobre todo, del lado de la posibilidad de reclutar y
retener académicos altamente productivos. Para tener universidades de “clase
mundial” habría que gastar en ellas, a lo menos, al nivel promedio de los países de la
OCDE y también pagar salarios de clase mundial a los académicos más productivos.
109
VI
La emergencia por doquier de las redes -así como los discursos e ideologías que
suelen acompañarlas- no suprimen estas brechas, como se postula a veces. Más bien
sucede lo contrario. Pues aquellos sistemas de educación superior que por su
posición periférica en la geopolítica del conocimiento se ven forzados a actuar
exclusivamente dentro de los límites de su espacio nacional, justamente debido a su
ubicación periférica, carecen de los medios de poder que más cuentan en la sociedad
red. Siguiendo a Manuel Castells (2009: 72-78), es necesario concluir que, también
en las redes de conocimiento avanzado y educación superior, los nodos centrales
controlan los procesos de producción, comunicación y creación de valor; determinan
los programas y protocolos que rigen los flujos y actividades de los participantes y, lo
más importante, tienen el poder para crear redes, ya sea mediante la capacidad de
programarlas o reprogramarlas o de conectar entre sí diferentes redes, organizar su
cooperación y evitar la competencia.
Dicho en otras palabras, las redes globales de la educación superior tienen unas
modalidades específicas de expresar la hegemonía de sus nodos centrales, sin que
éstos necesiten integrarse a las redes periféricas, las que permanecen por lo mismo
ancladas a lo nacional-local.
Revista CTS, nº 27, vol. 9, Septiembre de 2014 (pág. 103-112)
José Joaquín Brunner
VII
De hecho, la educación superior latinoamericana ha experimentado la mayor parte de
sus principales transformaciones -intensa diferenciación institucional, multiplicación
de las instituciones privadas con y sin fines de lucro, privatización de los procesos de
masificación de la matrícula, profesionalización académica irregular, surgimiento de
mega-universidades, diversificación de las fuentes de financiamiento- antes del
surgimiento de un mercado global de la educación superior. Y contemporáneamente
sus dinámicas de cambio siguen desarrollándose, en lo fundamental, con
independencia de la evolución de aquél.
Al contrario, en cada coyuntura decisiva de nuestra educación superior, lo
realmente determinante han sido el contexto nacional, la trayectoria institucional
previa de los sistemas, las políticas decididas por los gobiernos, las leyes adoptadas,
las regulaciones y disposiciones acordadas por las burocracias, el comportamiento
del mercado interno y las actuaciones de las principales partes interesadas. Lo local
ha predominado, pues, sin contrapeso.
VIII
110
Por lo mismo, vistas las cosas desde los márgenes del mundo globalizado, o la parte
baja de los rankings internacionales, las ideologías que exaltan la educación superior
como pieza clave para el futuro de las sociedades y al conocimiento como un bien
libre que fluye horizontalmente por las redes globales, no pasan de ser una quimera.
Pues hoy, igual a como ha ocurrido siempre a lo largo de la historia del capitalismo
mundial -según lo recuerda Braudel (1994)-, los nodos más dinámicos de la
economía-mundo están radicados en el norte, en Amberes, Ámsterdam, Londres o
Nueva York, relacionándose con el resto del sistema por medio de un entramado de
redes dispuestas en círculos concéntricos, hasta llegar a la más lejana periferia. En
aquellos centros, dice Braudel, “es donde el sol de la historia da brillo a los más vivos
colores”. Y agrega: “Las técnicas avanzadas también se encuentran, por lo general,
allí, y la ciencia fundamental que las acompaña está con ellas”.
El capitalismo actual -mundial, de redes, conocimiento e innovaciones- funciona de
la misma manera.
Dentro de él, en círculos progresivamente cada vez más apartados del centro, la
educación superior continúa articulándose como una serie de procesos
esencialmente nacionales. Los segmentos globalizados son escasos y se hallan
concentrados en un reducido grupo de países, donde se encuentran los nodos
centrales y más dinámicos. En cambio, lo que se llama “mercado global” no es más
que una doble articulación de jerarquías: del lado de la oferta, una cascada jerárquica
de universidades que desciende de norte a sur desde las universidades de clase
mundial hasta las modestas universidades locales que a veces encontramos en
nuestros países. Y, del lado de la demanda, una escalera jerárquica por donde
ascienden los estudiantes y académicos del sur en búsqueda de las certificaciones y
Revista CTS, nº 27, vol. 9, Septiembre de 2014 (pág. 103-112)
José Joaquín Brunner
experiencias más prestigiosas que sólo pueden dispensar los lugares donde brilla el
sol con los más vivos colores.
IX
En suma, si trazamos un balance de lo expuesto, podrá apreciarse que -medida con
los parámetros de la economía global del conocimiento- América Latina pierde
gravitación a medida que aumenta la complejidad de las tareas de conocimiento que
los países deben abordar para lograr una integración competitiva en la economía
global. Mientras más exigentes dichas tareas, menor resulta el peso relativo de
América Latina (Gráfico 3).
Gráfico 3. América Latina. Participadores en indicadores de sociedad
del conocimiento en torno a 2012 (% del mundo)
14
12,4 12,3
12
10
8,5
111
8,4
8
6,8
6
5,8 5,8
5,7
4,3
4
3,9
3,8
3,0
3,0
2,0
2
1,6
0,2
0,0
M
at
G
ra
d
ríc ua
do
ul
a
s
Pr
de
e d og r
a
uc
ac ma
s
ió
5
n
su A
pe
G
Po rio
ra
r
du
b
ad PIB lac
ió
Va
o
(e
n
s
G
lo
n
Pr
r a rad
o g PP
g
u
Va reg ado ram C)
a
s
lo
Pr a s 5
r a do
m
og
B
gr
ra
eg an
u
m
ad
fa
as
ct
o
u
6
en
ra
Do ser s IC
Va
vic
ct
T*
lo
o
ra
re ion
s
Pr
gr
gr IC*
eg
od
ad
*
a
u
Ci
do
cc
ua
ta
ió
do
de
s
n
s
a
c
l
a
ie
la
nt
pr ind
ífi
od us
c
a
uc tria
ció
AT
n
cie ***
Un
nt
ive Ga
ífi
ca
st
rs
o
id
ad en
I+
es
D
Al
um Top
no
50
s
Un
m 0
óv
ive
i le
rs
P
s
id
a
t
ad
en
es
te
To s
p
10
0
0
Fuente: Sobre la base de UNESCO Institute for Statistics, Base de Datos, 2014; Population Reference Bureau,
2014; Quandl, 2014; National Science Foundation de los Estados Unidos, National Science Board: Science
and Engineering Indicators, 2013 y 2014; SCImago, Country Rank 2012; Ricyt, 2013; Shanghai Ranking
Consultancy, Academic Ranking of World Universities (ARWU), 2013; US Patent and Trade Office, 2013.
* ** ***: ICT= Intensivas en ciencia y tecnología; IC= Intensivos en conocimientos; AT= alta tecnología.
Revista CTS, nº 27, vol. 9, Septiembre de 2014 (pág. 103-112)
José Joaquín Brunner
Por cuanto toca a los obstáculos que en el campo de la educación superior explican
esta situación, existen varios que se mencionan con frecuencia: una todavía exigua
consolidación de la profesión académica; brechas sociales de acceso y graduación;
ineficiencia interna como se revela en las altas tasas de deserción y bajas tasas de
conclusión oportuna de los programas; mallas curriculares recargadas y
excesivamente especializadas desde el comienzo; arquitectura de grados y títulos —
y de la enseñanza en su conjunto— demasiado rígida que impide la movilidad
estudiantil dentro y entre instituciones; financiamiento de las carreras profesionales y
técnicas mal repartido desde el punto de vista del interés social; débil vínculo, en el
caso de las universidades estatales, entre resultados del desempeño y subsidios
públicos; poca profundidad y difusión de las actividades de I+D+i; insuficientes
interfases entre la investigación y la industria; gobiernos universitarios bloqueados y
por ende con baja capacidad de promover cambios; débil gobernanza de los sistemas
e insuficiente gasto público en la educación superior.
112
Como se ve, también las dificultades y problemas que enfrentan nuestros sistemas
están dentro de cada país —tienen por consiguiente un contexto primordialmente
nacional— y se expresan tanto a nivel macro y de políticas como a nivel micro e
institucional. Sólo de una manera débil y ocasional ellos conectan con cuestiones
globales, las cuales, sin embargo, suelen invocarse y servir como excusa para no
actuar y resolver los asuntos que están a nuestro alcance. Más bien, lo global impacta
en el sur como esa ideología que exalta a la educación, convirtiéndola en promesa de
salvación, al mismo tiempo que la pone al servicio de unas relaciones de poder que
transforman la promesa en una mera ilusión.
Bibliografía
BRUNNER, J. J. (2011): “Educación y conocimiento: las dos agendas y sus desafíos”,
en A. Bárcena y N. Serra (eds.): Educación, desarrollo y ciudadanía en América
Latina: Propuestas para el Debate, Barcelona, CEPAL, SEGIB y CIDOB, pp. 39-89.
BRAUDEL, F. (1994): La Dinámica del Capitalismo, Santiago de Chile, Fondo de
Cultura Económica.
CASTELLS, M. (2008): Comunicación y Poder, Madrid, Alianza Editorial.
MARGINSON, S. (2010): “The Rise of the Global University: 5 New Tensions”, The
Chronicle of Higher Education, Julio 15.
Revista CTS, nº 27, vol. 9, Septiembre de 2014 (pág. 103-112)