Saber que nuestro pensamiento genera emociones y conocer sus mecanismos hace que tengamos una herramienta muy poderosa para poder manejarlas. Las emociones no tienen una explicación sencilla, todos percibimos el mundo a través de un filtro formado por nuestros sentidos y nuestras interpretaciones.
El proceso cognitivo es una suma de mecanismos que utilizamos los seres humanos para incorporar conocimientos. La memoria, la inteligencia, el pensamiento, la atención o el lenguaje forman parte de este proceso.
Emociones y proceso cognitivo están íntimamente ligados en una doble dirección ya que un estado emocional negativo puede influir en el proceso cognitivo y al revés, una errónea interpretación de una situación puede acarrear emociones negativas.
Imaginemos que alguien nos mira con el ceño fruncido. Podemos pensar que esa persona tiene algo contra nosotros e interpretar la mirada como algo hostil cuando puede que esté enfadada por algo totalmente ajeno que nada tiene que ver con nosotros. Hemos observado un suceso, hemos procesado e interpretado la información y hemos llegado a una conclusión. El estado emocional previo a la aparición de esta situación hace que pensemos y la interpretemos de determinada manera y también la conclusión a la que llegamos genera en nosotros una emoción que varía en función de lo que hemos interpretado.
Con este ejemplo se puede ver cómo el mismo suceso puede dar lugar a emociones muy diferentes según nuestro pensamiento. Es importante pensar de manera lógica y realista y cuestionarnos en muchas ocasiones las interpretaciones que hacemos, para lograr tener pensamientos constructivos y libres de errores.
La doble relación entre proceso cognitivo y emoción se hace aún más fuerte cuando el estado emocional es más intenso. Una persona que se pone muy nerviosa en determinada situación, puede llegar a bloquearse a nivel cognitivo. De manera inversa, interpretar una situación de manera excepcionalmente amenazante puede hacer que la persona sufra un estado grave de ansiedad.
Cuando hablamos de trastornos emocionales como los trastornos de ansiedad o las depresiones dicha relación cognición-emoción se hace aún más estrecha. Las personas con problemas de ansiedad presentan más sesgos cognitivos, es decir, interpretan las situaciones de manera más centrada en la amenaza que las personas sin estos problemas. Algo similar se observa en el caso de las emociones. Algunas personas cuando sufren una pérdida importante, especialmente las personas propensas a la depresión, tienden a interpretar los hechos negativos en términos de:
Una frase que puede resumir esta situación es por ejemplo: “Ha sido por mi culpa, como sucede con todo desde siempre”.
Hay otros problemas emocionales derivados de lo que se llama proceso o sesgo de tipo atribucional. Es decir, aquellas personas que tienden a echar la culpa de los resultados negativos a otras personas, a atribuirles las consecuencias, tienden a enfadarse más y a experimentar más estados de ira.
En cambio, la culpa se caracteriza por un resultado negativo que se atribuye a causas que podríamos haber controlado si nos hubiéramos esforzado y la vergüenza está asociada a resultados negativos causados por procesos que se podrían haber controlado si hubiéramos tenido mayor capacidad.
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