TLACOLULA, Oax.— Es domingo y usted tiene que desayunar en este
mercado un pan de yema o cazuela, sopeado en chocolate caliente, ya de
agua o de leche, para sentir como endulza la boca y baja calentándonos
el vientre con productos cultivados por la mano del hombre, o mejor
dicho, de las mujeres, que son las que reinan en este espacio dedicado
al comercio.
Si ya se le hizo tarde y llega para la hora del almuerzo, súmese a las
viandantes que ya compraron, en puestos separados, sus tlayudas y su
tasajo preparado en el momento, calientito de las brasas, para hacerse
el taco, con guacamole, queso que se va derritiendo conforme va tocando
la tortilla y salsas de todo tipo y calibre. ¿Prefiere chapulines?, hay
también barbacoa.
El mercado tiene esquinas con bancas públicas para que los compradores
se sienten a comer. Todo lo acompañan con tejate, la bebida
prehispánica de maíz y hueso de mamey, o ya entrados en la modernidad
con refrescos embotellados.
El olor es alucinante y atractivo
Tlacolula de Matamoros está a 35 minutos en auto al sudeste de la
ciudad de Oaxaca, a 30 kilómetros por la carretera federal 190 con
destino al Istmo de Tehuantepec.
Aquí, cada fin de semana se reúnen comunidades de varios pueblos a
vender sus productos. Es día de fiesta. Vienen de rancherías y ejidos
lejanos a vender sus productos: textiles, de productos de barro,
carrizo, piedra, chocolate, palma y piel. La gran mayoría son mujeres,
que visten los vestidos y blusas distintivos de su localidad, porque
ninguna es igual a otra y cada quien sabe la procedencia de los demás
por su ropa.
Abarca varios cientos de metros del centro de la comunidad. Se suceden
unas 15 cuadras desde donde uno tiene qué dejar el coche hasta llegar
al mercado, ahí se instala un tianguis, cuyo trayecto es una sucesión
de techos de plástico, azules y rojos. Para haber tanta gente y
productos es un lugar impecablemente limpio.
Camine con reposo, no corra. Vea con detenimiento los juguetes de
madera, los metates de piedra, los molinillos para el chocolate.
Deténgase en donde venden rebozos, pregunte sus precios, hay desde los
sencillos de bolita, para el uso diario, y otros de 800 pesos, con
textura muy sedosa, que cualquier mujer urbana pudiera usar sin
problema y con gran admiración en cualquier noche de cena o fiesta, sin
verse disfrazada de indígena, sino adecuadamente vestida para la
ocasión.
Es un mercado de colores, con productos típicos y las frutas y verduras
normales. Practican el trueque muy temprano y de manera ya muy
limitada. Desafortunadamente, los puestos de discos pirata han
comenzado a contaminar la autenticidad de éste y otros mercados típicos
del país.
Por momentos parece que estamos en otro país, pues las lenguas que se
escuchan son variadas, incomprensibles para el ser urbano, pero cálidas
y sonoras para quienes se dan cita aquí, y a que aunque incluso entre
ellos hay frases incomprensibles, aprovechan el domingo de tianguis
para hablar su lengua.
La artesanía aquí es limitada. Ésa se vende en la ciudad de Oaxaca o en
los mercados de artesanos ex profeso. No se ve mucho barro negro ni
barro cristalizado en verde. Sí lo hay, pero le recomendamos esperarse
a otros lugares.
Cuando se llega a la nave principal se está en el centro del pueblo,
con su palacio municipal al frente, apenas visible por los toldos y el
templo de la Asunción a un lado, que data del XVII donde se rinde culto
al Señor de Tlacolula que, dicen, es muy milagroso.
La calle que nos lleva al mercado tiene su espectáculo propio: los
molinos de chocolate, donde se muele el cacao que compran o traen los
pobladores, se mezcla con azúcar y canela, preparándose como el cliente
prefiera: dulce, amargo, mixto. Salen kilos y kilos de pasta
chocolatosa, que hay que moldear para que al enfriarse, cuando se haga
dura, tenga una forma que pueda ser cortada.
Dicen que se muele tanto chocolate, porque quienes vienen de
comunidades lejanas aprovechan este día para hacerse su chocolate de
toda la semana.
Si está hospedado en Oaxaca separe su mañana de domingo para venir a
este resquicio de la auténtica provincia mexicana, sin edulcorantes ni
sabores artificiales.