¿ATISBOS DE UN A REALIDAD OCULTA?
“En la visión mi espíritu asciende, tal como Dios quiere, hasta la altura del firmamento y hasta el cambio de los diversos aires, y se esparce entre pueblos diversos, en lejanas regiones y en lugares que son para mí remotos. (…) No oigo estas cosas ni con los oídos corporales ni con los pensamientos de mi corazón, ni percibo nada por el encuentro de mis cinco sentidos, sino en mi alma, con los ojos exteriores abiertos, de tal manera que nunca he sufrido la ausencia del éxtasis. Veo estas cosas despiertas, tanto de día como de noche. (…) La luz que veo no pertenece a un lugar. Es mucho más resplandeciente que la nube que lleva el sol, y no soy capaz de considerar en ella ni su altura ni su longitud ni su anchura”.
Así describió Hildegarda de Bingen, notable mística alemana del siglo XII, lo que percibía en sus sorprendentes visiones que comenzaron a muy temprana edad, pero que se intensificaron a partir de los 42 años. Accedía a los misterios celestiales como si viajara en espíritu a otro mundo, a otro reino ajeno a nuestra dimensión física. “He sido instruida en, escribió. Podía comprender perfectamente esas grandes maravillas que no contemplaba con . En Scivias, la primera obra donde la llamada sibila del Rhin recogió sus visiones, encontramos detallados relatos de encuentros con seres celestiales y canalización de mensajes espirituales. ¿Acaso poseía alguna facultad especial que la predisponía a experimentar tales visiones? ¿Penetraba, quizá, en otros planos de la realidad o interdimensionales?
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